Ríos de tinta, babas de sectario. Y aún quieren que les escribas la historia.
Miércoles, 9 de abril de 2025
“Vamos,
vamos, que tu padre es un monstruo franquista… lo llames como lo llames… y de
tal palo, tal astilla… Eso no lo dice nadie, es el refranero español, que es
muuuuu sabio.”
Genial. El enésimo justiciero de sofá que, sin
haber leído una línea del caso ni del propio Ríos Carratalá, se lanza a
repartir etiquetas históricas (como hace él) como quien lanza cacahuetes a los
monos en el zoo. “Monstruo franquista”, nada menos, a alguien que no conoció en
su vida. Y ya que pasaba por aquí, de paso me lo llama también a mí, que es lo
suyo en pleno 2025: señalar al disidente como heredero del Mal Absoluto. Porque
para esta gente el franquismo es eterno, ubicuo e infalible: está donde haga
falta colocarlo. Y si se puede adornar todo con un refrán mal traído, miel
sobre hojuelas.
Estamos ante el clásico bocachancla. Un sectario de
serie, un figurín del progresismo hueco que no necesita argumentos porque tiene
un dogma, y con eso le basta. Gente como él constituye el paisaje habitual del
mundo Ríos: mucho antifascismo impostado y cero pensamiento crítico.
No suelo entretenerme con impertinencias, pero en
esta ocasión le respondí con ironía:
“Eulogio
Forte, perdone, lo dice quien lo dice... y los borregos a quienes les gusta
oírlo. Auténticos fascistas de ficción. ‘De tal palo tal astilla’, cierto: de
quienes falsean la historia. ¿Qué hicieron sus papis, y qué hacen ellos?”
Como era de esperar, insistió en su línea de
insulto. Y como ya he dicho en otras ocasiones, no voy a permitir que un
aborregado con ínfulas venga a soltar bilis como ya lo hicieron otros durante
aquel episodio de efecto Streisand y trending topping que
algunos medios y redes sociales se dedicaron a amplificar como si hubieran
descubierto petróleo.
Así que, sin perder tiempo —y tras confirmar que su
perfil encajaba perfectamente con lo que me imaginaba: pose de indignado
profesional, cliché tras cliché— presenté la denuncia correspondiente ante
Facebook (por puro trámite, ya sabemos que no harán nada) y lo bloqueé. No se
puede hablar con gente así. Otra cosa sería debatir con una persona que, aunque
disienta, respete y escuche. Pero para eso hacen falta dos neuronas y algo de
dignidad.
En otro plano, hay contactos del señor Ríos
Carratalá, como un tal J.A.H.C. (cuyo nombre no menciono porque, al menos, no
ha faltado al respeto, aunque lo suyo sea de traca), que me escribe “para
enterarse de lo que pasó en Alicante y, sobre todo, con sus familias”. Pide,
literalmente, que les escriban "la memoria histórica". Como si eso se
pudiera encargar por encargo, como el catering de una boda. Le respondí: “Siempre y cuando quien la publique se
atenga a los documentos históricos y no a opiniones ideológicas que cambian la
historia… Un saludo”.
Pero insiste. Que si un juez "expurgó"
documentos (palabra que, intuyo, encontró un día hojeando algún boletín
oficial), que si tal, que si cual. A saber qué tiene eso que ver con lo que se
denuncia. Pero claro, el señor Ríos lleva años hablando de expurgos,
manipulaciones, omisiones, y toda esa retórica de mártir del archivo, así que
algunos terminan repitiendo como papagayos.
Lo he dejado por imposible. Él y otros seguirán
fieles al catedrático-salvador-antifascista, al apóstol del antifranquismo
retroactivo, al mesías del maniqueísmo ilustrado. Que les aproveche.
Estos son los comentarios que uno recibe en la web
—con alguna honrosísima excepción, faltaría más— y los mismos que he visto
reproducidos sin filtro en los medios que participaron alegremente en la
campaña de desinformación orquestada por el señor Ríos. En lugar de asumir lo
que escribió (por lo que se le protestaba y por todo lo que cayó…) y responder
con argumentos, eligió el camino fácil: la descalificación, el victimismo y el
ataque personal, bien engrasados por una arrogancia que ya parece parte de su
bibliografía recomendada.
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