viernes, 5 de diciembre de 2025

EL AUTOR DEL RELATO: ANATOMÍA DE UNA FALSEDAD ACADÉMICA CONVERTIDA EN VERDAD PÚBLICA.

Cómo Juan Antonio Ríos Carratalá construyó, difundió y mantuvo una atribución falsa que dañó a un hombre fallecido y a su familia


Ficha de entrada

  • Tema: análisis en profundidad del papel central de Ríos Carratalá en la construcción y difusión inicial del bulo.

  • Objetivo: exponer, con documentación y sin estridencias, cómo se gestó la falsedad y por qué tuvo tanto recorrido.

  • Material utilizado:

    • Mis escritos,

    • intervenciones de Ríos (entrevista en la SER 2016 incluida),

    • artículos y posts del blog Varietés y República,

    • omisiones documentales,

    • sentencias y archivos.



Hay un punto que conviene dejar claro desde el principio:
el origen del bulo no está en la Agencia EFE, ni en los medios, ni en Twitter.
El origen está en un académico con nombre y apellidos:
Juan Antonio Ríos Carratalá, catedrático de Literatura Española en la Universidad de Alicante.

Un académico que, lejos de actuar con el rigor exigible a su posición, construyó una atribución falsa sobre mi padre que luego se convirtió —por repetición, amplificación y credulidad mediática— en “verdad pública”.

No fue un error inocente.
No fue un desliz menor.
No fue una mala interpretación puntual.
Fue una
atribución sin pruebas, repetida durante años, sostenida incluso después de las correcciones judiciales, mediáticas y documentales.

Voy a intentar reconstruir, paso a paso, cómo se creó el relato.


1. Cuando la ideología sustituye al archivo

Ríos Carratalá partió de una premisa simple, pero equivocada:

  • Si había un funcionario con apellido Baena en la Sección de Justicia Militar,

  • y si hubo un consejo de guerra contra Miguel Hernández,

  • entonces ese Baena debía ser “el secretario que lo condenó”.

Eso no es investigación.
Eso es
rellenar huecos ideológicos con nombres reales.

Del archivo apenas extrajo nada relevante.
De los documentos esenciales, ninguno.
No pidió el sumario completo o no quiso verlo.
No cotejó las firmas.
No comparó los roles.
Consultó el expediente militar de mi padre (en ese momento saltándose la legislación vigente al respecto, algo que le permitieron desde la jefatura de la institución que lo custodia, tal y como me informó el responsable que le sucedió. Su antecesor hizo una interpretación que no compartía) y como el catedrático no encontró lo que quiso hizo sus aseveraciones sin fundamento.

Actuó desde una idea previa:
encajar la figura de mi padre en un relato antifranquista de buenos y malos.

Y cuando uno empieza desde la ideología y no desde el archivo, el resultado es siempre el mismo:
la mentira.


2. La entrevista de la SER (2016): el primer acto de amplificación.

Primer acto de ampliación del que tengo noticia, con la seguridad de que habría otras actuaciones anteriores, “más de lo mismo” (frase que le incomoda al catedrático cuando es mi padre quien en algún momento la escribió)

Poco se habla de esto, pero es importante:

En Radio Alicante (Cadena SER), Ríos presentó su tesis sobre el “alférez Baena” con una seguridad que jamás habría debido tener:

  • afirmó que mi padre era el secretario del consejo de guerra,

  • afirmó que tenía un papel decisivo,

  • afirmó incluso que había solicitado pena para Miguel Hernández.

Nada de eso era cierto.
Ni una sola afirmación tenía soporte documental.

Pero la SER le dio micrófono.
No preguntó.
No contrastó.
No pidió documentos.
No consultó archivos.
Y, por supuesto,
nadie me llamó.

Ese momento —esa entrevista— fue la chispa que encendió todo lo que vino después.
Y la prueba está en que aún hoy se siguen repitiendo frases que él introdujo allí.

Esa entrevista —aún disponible hoy en la web de la Cadena SER— https://play.cadenaser.com/audio/085RD010000000025650/

Transcripción y comentario detallado en mi web:
www.antonioluisbaenatocon.es/l/nos-vemos-en-chicote-2016-y-2025

https://www.antonioluisbaenatocon.es/l/el-origen-del-engano-2015-2016/


3. Los artículos y el blog: insistir para convertir un error en “verdad”

Entre 2016 y 2023, Ríos publicó artículos y entradas en su blog Varietés y República donde:

  • repetía la atribución falsa,

  • añadía valoraciones morales (“verdugo”, “severidad”, “represión”),

  • citaba frases que no están en ningún archivo,

  • cargaba tintas ideológicas para dar dramatismo,

  • presentaba hechos dudosos como certezas absolutas.

Incluso cuando se le mostró la falsedad,
incluso cuando le escrib
í personalmente,
incluso cuando retiró parte de los textos,
nunca rectificó públicamente.

Dijo que los quitaba “por amabilidad”.
No por reconocimiento del error.
No por respeto a la verdad.
No por ética académica.

Por “amabilidad”.


4. EFE, SER y medios diversos: el eco perfecto del académico confiado

Los medios adoran un catedrático que habla con vehemencia.
Y Ríos habla siempre con absoluta seguridad.

  • No duda.

  • No matiza.

  • No consulta.

  • No corrige.

Habla como hablan quienes creen tener la razón porque tienen un título académico.
Y esa seguridad fue suficiente para que:

  • EFE reprodujera su tesis sin verificar,

  • periódicos la repitieran en automático,

  • tertulianos la asumieran como hecho,

  • usuarios de redes la multiplicaran sin filtro.

La autoridad académica funcionó como un sello de garantía falso.
Pero eficaz.


5. Su principal omisión: jamás pidió los expedientes reales de mi padre.

Sí solicitó el expediente militar —como explico en el punto 1, “Cuando la ideología sustituye al archivo”—, y lo leyó a su manera.

Y aquí está lo demoledor.

Para sostener su afirmación, Ríos necesitaba una sola cosa:
aclarar correctamente lo que aparecía en ese expediente militar y, sobre todo, consultar el expediente administrativo y profesional de mi padre. Ese expediente lo aporté yo mismo al Juzgado tras localizarlo previamente e investigarlo personalmente en los archivos correspondientes. De hecho, gracias a mi trabajo, él llegó a conocer su existencia.

En la vista judicial quedó claro que Ríos buscaba allí cualquier detalle —por insignificante que fuera— para convertirlo en un “hallazgo” interpretado con ojos del siglo XXI, siempre para reforzar su propio relato. Él es, según proclama, el catedrático riguroso (que siempre tiene razón). Tanto, que llega a inventarse que mi padre era funcionario en 1934, cuando en realidad aún estaba estudiando, solo para encajar su tesis tal como la presenta en “Nos vemos en Chicote”.

La prisa con la que quiso presentar su “descubrimiento” —“más propia de un alumno de primero deseoso de entregar un trabajo” que de un investigador serio— deja en evidencia el nivel de rigor profesional del que presume.

Porque la verdad es simple:

  • Jamás lo pidió.

  • Nunca lo citó.

  • Nunca lo comentó.

  • Nunca lo cotejó.

  • Nunca lo consultó.

Su relato no se construyó sobre documentos, sino sobre deducciones ideológicas.
Y cuando un académico sustituye el archivo por suposiciones,
lo que produce no es historia:
es ficción ideologizada.


6. La sentencia 311/2021 dejó a Ríos sin argumento… pero no rectificó

Cuando el Juzgado de Alicante dictó la Sentencia 311/2021, la atribución falsa quedó aniquilada.

El juez dijo:

  • que mi padre NO formó parte del consejo de guerra,

  • que NO pidió pena alguna,

  • y que la atribución era errónea.

Ríos tenía tres opciones éticas:

  1. Rectificar.

  2. Pedir disculpas.

  3. Guardar silencio dignamente.

Eligió la cuarta:
seguir insistiendo en que él tenía razón, pese a que un juez, los archivos y la documentación demostraban lo contrario.

La negación de la evidencia es siempre un síntoma de que el relato importa más que la verdad.


7. El problema no es solo el error: es la persistencia en él

Todos podemos equivocarnos.
Pero lo inadmisible es:

  • equivocarse en público,

  • causar daño real,

  • ser advertido del error,

  • tener pruebas de que es un error,

  • y aun así seguir sosteniéndolo.

Eso no es un descuido.
Eso es un acto consciente.

Un académico serio habría agradecido la corrección.
Un académico honesto habría publicado una rectificación.
Un académico riguroso habría revisado sus fuentes.

Pero Ríos Carratalá hizo lo contrario.
Y ese acto ha generado un daño enorme.


8. Conclusión: el origen tiene nombre

La Agencia EFE amplificó.
Los medios replicaron.
Algunos tertulianos añadieron su propia cosecha.
Las redes insultaron.

Pero el origen de la mentira tuvo una sola pluma responsable:
la del catedrático Juan Antonio Ríos Carratalá.

Sin su afirmación inicial,
sin su relato ideologizado,
sin su falta de contraste,
sin su insistencia,

no habría existido bulo.

Y la vida de mi padre —y la dignidad de mi familia— no habrían sido dañadas.

La verdad importa.
Y la responsabilidad intelectual también.

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