¿Por qué una falsedad académica se convierte en verdad mediática sin que nadie pregunte, nadie verifique y nadie rectifique?...
Ficha de entrada
Tema: análisis estructural del caso; cómo la mentira sobre mi padre se convierte en “verdad mediática” por acumulación, repetición y connivencia tácita.
Objetivo: mostrar que el problema no es solo EFE ni un catedrático, sino un sistema completo que premia el relato ideológico y castiga la verdad incómoda.
Material utilizado: las tres entradas anteriores, jurisprudencia, experiencia personal desde 2019 y análisis de medios.
1. El origen: un académico que escribe como activista
Juan
Antonio Ríos Carratalá escribió sobre mi padre sin rigor, sin
documentación (haciendo ficción, inventando) o manipulando
documentación, sin cuidado y sin verdad.
No fue un error: fue
una construcción ideológica.
Extrajo conclusiones sin fundamento.
Atribuyó papeles inexistentes.
Ignoró documentos esenciales.
Usó etiquetas morales (“verdugo”, “severidad”, “represión”) que no se corresponden con ningún archivo.
Y jamás hizo lo que exige la mínima deontología: preguntar a la familia, o al menos verificar el dato más grave. Él manifestó en sesión judicial que intentó contactar con la familia, especialmente con mi hermana (algo totalmente falso, le dedicaré ese asunto a otra entrada para no alargarme ) y más que verificar lo que ha hecho es manipular documentos en pro de su fanatismo ideológico. Los documentos dicen lo que dicen y no lo que él ha querido que digan...
Pero
el problema no es solo él.
Es cómo
se le concedió autoridad absoluta sin contraste.
2. El micrófono: medios que aman el relato y desprecian el archivo
En una democracia, un medio debería preguntar:
“¿Está esto documentado?”
“¿Quién firma este dato?”
“¿Es verificable?”
“¿Hay sentencia judicial que diga lo contrario?”
Nada de eso ocurrió.
EFE,
Cadena SER, diarios regionales y plataformas digitales repitieron la
frase sin verificarla, además de colegas ideológicos afines, alguno
de ellos manifestando no conocer los documentos de los archivos
históricos (cosa que yo sí los he consultado) me han reprochado
públicamente, contradecir al inventor del bulo.
Porque el
relato era cómodo, encajaba en una narrativa que ya estaba decidida:
“Poeta universal / verdugo franquista”.
Es
un guion perfecto.
Potente.
Vende.
Pero es falso.
**Ningún periodista me llamó.
En realidad hubo uno, que se puso en contacto conmigo, mintiéndome y actuando muy cínica y muy amablemente (como su amigo Ríos Carratalá) para engañarme y hacer las publicaciones que le diera la gana con las interpretaciones que le dio la gana hacer y difundir… Y hubo otra que se quiso poner en contacto conmigo después de haber publicado todas las falsedades y añadidos que quiso. Evidentemente ya no tenía nada que hablar con ella. A ambos, entre algún que otro, les dedicaré otra entrada.
Nadie
pidió un solo documento.
Nadie leyó los archivos.**
La ética periodística quedó sustituida por la urgencia del titular.
3. El repetidor automático: las agencias y su efecto cascada
Las agencias son, literalmente, las fábricas del bulo masivo cuando fallan.
Un
error en un blog llega a cien personas.
Un error en una agencia
llega a cientos de miles e incluso millones.
Eso pasó con EFE:
No contrastó.
Reprodujo lo que decía Ríos.
Lo envió a decenas de medios.
Todos lo publicaron en automático.
Nadie comprobó nada.
EFE actuó como multiplicador institucional del error.
Y luego, cuando se les pide responsabilidad, responden con bromas de platillos volantes.
4. El silencio: quienes podrían hablar, callan
Las
universidades que avalan a sus catedráticos callan.
Los medios
que difundieron falsas noticias callan.
Los periodistas y no
periodistas que me insultaron en redes callan.
Quienes me
difamaron y borraron luego sus mensajes callan.
Quienes
rectificaron en privado, pero no en público, callan.
El silencio es la forma más cobarde de participación.
Es más fácil señalar al hijo que pide verdad que al catedrático que mintió.
5. La víctima perfecta: un hombre sin defensa
Mi
padre llevaba décadas muerto.
Era ideal para el relato:
No podía responder.
No podía acudir a los archivos.
No podía explicar su verdadera trayectoria.
No podía defenderse.
Lo
convirtieron en un “personaje útil”.
En una pieza de una
narrativa política contemporánea.
Y cuando yo —su hijo— pedí que se respetara la verdad, la reacción fue inmediata:
ridiculizarme,
aislarme,
negarme voz,
caricaturizarme,
acusarme de censura,
expulsarme del debate.
Porque el bulo no se sostiene si la víctima habla.
6. La cadena de montaje del bulo: así funciona
Podemos resumirlo así:
Un académico escribe algo ideologizado.
Un medio copia sin contrastar.
Una agencia distribuye en masa.
Otros medios reproducen automáticamente.
Redes sociales amplifican.
Insultos y amenazas llegan a la familia.
Cuando el afectado protesta, se le trata como excéntrico.
Cuando denuncia, se le ridiculiza.
Es
un sistema.
Un engranaje perfecto.
Un ecosistema.
7. El coste humano: lo que nadie quiere mirar
No
es un juego.
No es un debate académico.
No es un ensayo
literario.
Es
la vida de un hombre honesto difamada durante años.
Es una
familia insultada y amenazada.
Es un hijo (yo) teniendo que
defender con documentos lo que nunca debería haber sido cuestionado:
**que mi padre no fue verdugo de nadie.
Que
no formó parte de ningún consejo de guerra.
Que jamás pidió
pena alguna.
Y que la verdad estaba en los archivos desde el
primer día.**
8. Conclusión: romper el ecosistema del bulo
No
basta con denunciar a quien escribió la falsedad.
Hay que
señalar a quienes la amplificaron, la adornaron, la repitieron, la
aplaudieron y la protegieron.
Porque
la mentira no actúa sola.
Necesita estructura, canal y
legitimidad.
Y en este caso, los tuvo.
Mi trabajo —y el de mi familia— es desmontar ese ecosistema con documentos:
expedientes originales,
sentencias judiciales,
certificaciones de archivo,
informes periciales.
No
con sarcasmos.
No con titulares.
No con ideología.
Con verdad.

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