martes, 29 de abril de 2025

LA MEMORIA DE UNA VÍCTIMA NO PUEDE PISOTEAR LA MEMORIA DE OTRA

 

Cuando la historia se convierte en arma ideológica: 

en defensa de Antonio Luis Baena Tocón



Durante años, el catedrático Juan Antonio Ríos Carratalá ha promovido en espacios académicos y mediáticos un relato ideológico que utiliza la figura de mi padre, Antonio Luis Baena Tocón, como un personaje prefabricado para encajar en su visión sectaria del pasado. Muchos en esos ámbitos, sin contrastar fuentes ni conocer los detalles reales, se sumaron a ese relato de forma incondicional, de los que pondré algún ejemplo en próximas entradas, amparados en un corporativismo que ha impedido cualquier revisión crítica.

Entre las primeras falsedades detectadas se encuentra la afirmación de que mi padre era funcionario desde 1934, una falsedad estratégica que permitía a Ríos hablar de una carrera administrativa supuestamente ligada al franquismo, cuando en realidad mi padre se licenció en Derecho en junio de 1936. También le atribuyó firmar alegremente penas de muerte, basándose en generalizaciones públicas sobre quienes trabajaron en el Juzgado Especial de Prensa: los presentaba como personas sin estudios, que se ofrecían voluntariamente para ejercer como represores y asegurarse ascensos meteóricos, sin aportar nunca pruebas concretas.

Puedes escucharlo en: http://play.cadenaser.com/audio/085RD010000000025650/

Cuando denuncié estas y otras falsedades —como la de presentarlo como militar franquista—, su reacción no fue rectificar, sino organizar una campaña de desprestigio. Se me acusó de querer reescribir la historia, de intentar borrar documentos históricos, de atacar la libertad de expresión y de cátedra, de estar a favor de la censura de épocas pasadas, etc. Mientras tanto, él contaba con el altavoz cómplice de numerosos medios, y a mí se me negaba sistemáticamente el derecho a réplica.
Esta campaña de desinformación no fue inocua: mi familia y yo hemos recibido numerosos insultos y amenazas, como consecuencia directa del clima de hostilidad y de la imagen falsa que se difundió públicamente, creando numerosos daños de diversa índole muy prolongados en el tiempo.

La verdad es bien distinta: tras el asesinato de su propio padre y sufrir una intensa persecución política, Antonio Luis Baena Tocón se exilió en Marsella. A su regreso, cumplió el servicio militar obligatorio en el único ejército existente en ese momento, siendo destinado, por su licenciatura en Derecho, al Juzgado Especial de Prensa. No fue funcionario de carrera en esos años, ni disfrutó de prebendas, ni encajaba en el perfil generalizado y caricaturesco que Ríos ha querido imponer.

Además, se ha querido mezclar este asunto con el reconocimiento de que Miguel Hernández fue víctima de la dictadura franquista. Pero el derecho a la memoria de una víctima no puede servir para pisotear el derecho al honor de otra persona. Tal y como he leído en algunas de las URL´s que Ríos difundía el día 23 del corriente, en su blog, por ejemplo:

https://vegabajadigital.com/por-primera-vez-la-fiscalia-reconoce-a-miguel-hernandez-como-victima-de-la-dictadura-franquista/

https://www.publico.es/tremending/fiscalia-reconoce-miguel-hernandez-victima-franquismo-tuiteros-sentencian-ultima-hora-han-tardado-83-anos.html

y alguna otra: la instrumentalización de la figura de Hernández en este contexto es una maniobra de presión ideológica, no un acto de justicia. Vincular ambos asuntos de forma interesada solo sirve para ocultar las falsedades y difamaciones que ahora se denuncian.

Lo más grave es que Ríos Carratalá no se ha limitado a tergiversar hechos históricos: ha traspasado los límites del respeto personal. Ha criticado la vida misma de mi padre, como si le incomodara que, tras sobrevivir a los asesinos de su propio padre y a los que intentaron acabar con su vida, hubiera podido rehacer su vida. Ha llegado a insinuar, desde una postura guerracivilista extrema, que su vida posterior no era legítima, como si hubiera debido ser ejecutado por los mismos que mataron a su padre. Esta deshumanización, disfrazada de análisis histórico, es una de las partes más repugnantes de su campaña.

Cuando la polémica alcanzó su punto álgido, publiqué en mi página web los documentos oficiales que acreditaban la licenciatura en Derecho de mi padre, documentos que el supuesto investigador Ríos Carratalá nunca se molestó en buscar: era más fácil descalificarlo. Aún hoy, muestra dificultades para reconocer esos datos básicos, lo que habla claramente de la naturaleza de su obra.

Una jueza ya ha reconocido en sentencia que Ríos vulneró el derecho al honor de Antonio Luis Baena Tocón, condenándolo a rectificar expresamente varias de sus afirmaciones y a una indemnización económica. Sin embargo, en lugar de rectificar con honestidad, ha seguido aferrándose a su relato, difundiéndolo más aún con nuevas publicaciones y anunciando otras, amparado en quienes convierten la ideología en escudo y la historia en un instrumento de poder sectario.

Así, lamentablemente, se está construyendo hoy la llamada memoria democrática: a partir de ficciones ideológicas, campañas de descrédito mediático, y el silenciamiento de quienes exigimos algo tan elemental como el respeto a los hechos y a la dignidad de las personas.

La libertad académica no ampara la mentira. La memoria democrática no puede cimentarse sobre la difamación de inocentes. Y la justicia debe ser firme ante quienes utilizan el pasado para manipular el presente.

Por eso hoy alzo la voz: no para reescribir la historia, sino para impedir que, una vez más, se escriba otra fábula a costa del honor de mi padre o de cualquier otro y de la verdad de todos.


Invito a los medios de comunicación, a las universidades y a los lectores críticos a revisar los hechos de manera honesta y rigurosa. La verdad no necesita ser protegida con silencios, etiquetas o campañas mediáticas; se sostiene sola, cuando se la examina con respeto y seriedad. Lo que pido no es un trato de favor, sino el principio básico que debe regir toda investigación histórica: la obligación de contrastar las fuentes, de respetar la dignidad de las personas, y de no utilizar el pasado como arma ideológica. La memoria verdadera solo puede construirse sobre la justicia, nunca sobre la mentira.

domingo, 27 de abril de 2025

CUANDO LA HISTORIA SE FUERZA, LA JUSTICIA SE TUERCE


La Fiscalía ha recurrido una condena por difamación histórica alegando libertad científica, pero lo que defiende como investigación no es más que manipulación.
El derecho al honor no se deroga.
No puede utilizarse la memoria democrática para legitimar ataques a quienes no pueden defenderse.
La verdad no se inventa. Difamar no es investigar. Y manipular documentos no es memoria democrática. Es abuso.


Domingo, 27 de abril de 2025.


El 23 de abril de 2025, diversos medios —entre ellos Diario de Cádiz, Alicante Plaza y La Vanguardia— difundieron, basándose en una nota de la agencia EFE y de la Fiscalía Provincial de Cádiz, que la Fiscalía recurriría la sentencia que condenó al catedrático Juan Antonio Ríos Carratalá por intromisión ilegítima en el derecho al honor de Antonio Luis Baena Tocón, mi padre.

Según estas publicaciones, la Fiscalía sostenía, casi de manera doctrinal, que en los trabajos de Ríos Carratalá "no se habría ofrecido un rol jurídico distorsionado" de Baena Tocón, "ni ninguna opinión afrentosa o errores que supongan una extralimitación". Además, alegaban que la ley de protección del honor habría sido "derogada" por la Ley de Memoria Democrática, amparando la actuación del catedrático en la "libertad de creación científica" y el "derecho a la verdad".

Estas afirmaciones son rotundamente falsas.

El derecho al honor sigue plenamente protegido por la Constitución Española y no ha sido derogado por ninguna ley posterior. La Ley de Memoria Democrática, en todo caso, no autoriza la falsificación histórica ni la vulneración de derechos fundamentales.

La sentencia que ahora se recurre reconoció, aunque parcialmente, que el catedrático vulneró el honor de Antonio Luis Baena Tocón al atribuirle falsamente un papel relevante en el consejo de guerra que condenó a muerte a Miguel Hernández. Sin embargo, la sentencia firme del juzgado contencioso-administrativo de Alicante probó que Baena Tocón, no habiendo sido miembro de ningún consejo de guerra, no pidió pena máxima ni para Miguel Hernández, ni ningún otro. Circunstancia que se oculta porque contradice el bulo.

La "verdad" que invoca la Fiscalía no es más que una ficción construida a medida del demandado. Falsea hechos concretos y reescribe la trayectoria vital de mi padre, presentándolo injustamente como un símbolo ideológico deformado.

El problema no es un error aislado. Desde 2019, Ríos Carratalá ha difundido numerosos textos en los que tergiversa sistemáticamente la figura de Baena Tocón: le atribuye maldades, sesgos ideológicos y responsabilidades que no tuvo, presentándolo como un funcionario franquista arquetípico. Pero no es lo mismo ser un funcionario franquista que ser una persona a la que, como a tantas otras, le tocó vivir y ejercer funciones en una época difícil. Además, entonces Baena Tocón ni siquiera era funcionario de carrera, aunque sí licenciado en Derecho, algo que el catedrático oculta deliberadamente, pese a estar acreditado en la Sentencia del Contencioso-Administrativo de Alicante nº 311/2021, de 1º de septiembre de 2021.

Omitir hechos esenciales y persistir en el error no es hacer investigación histórica. Es manipular. Es construir un bulo.

Esta campaña no se limita al ámbito académico. Ríos Carratalá ha desplegado una estrategia mediática de presión: difunde su versión en numerosos medios y actualiza constantemente las referencias en su blog, pasando de citar 8 medios, a 15, luego a 21, sin cambiar la fecha de publicación. Como si el número de enlaces fuera prueba suficiente de la veracidad de su posición.

Entre los medios que han propagado su versión están Diario de Cádiz, Alicante Plaza, La Vanguardia, El País, Cadena SER, eldiario.es, Europa Press, Huffington Post, Público.es y À Punt Media, entre otros.
Ejemplo de enlace, facilitado por el catedrático: https://alicanteplaza.es/alicanteplaza/cultura/la-fiscalia-recurre-la-condena-al-catedratico-que-estudio-la-pena-de-muerte-a-miguel-hernandez

Esta estrategia de autopromoción no refuerza la verdad. Solo demuestra la intención de influir en la opinión pública, desvirtuando el verdadero alcance de los hechos juzgados.

Incluso en pleno procedimiento judicial, Ríos Carratalá mantuvo esta actitud: el 14 de octubre de 2024, tras su declaración en el Juzgado nº 5 de Cádiz, repartió ejemplares de su libro en la misma sala del juicio. Ofreció copias a la Sra. Fiscal, que la aceptó, y a la Sra. Jueza y a mi abogado, quienes, según parece, rehusaron aceptar su propaganda.

El procedimiento no ha terminado. Queda por ver en qué términos concreta la Fiscalía su recurso. Pero ya ha quedado demostrado que existe una campaña de desinformación sistemática, basada en tergiversaciones y en un respaldo mediático que el demandado no duda en exhibir como ventaja.

Nadie impide investigar la historia. Pero no a costa de falsificarla. No a costa de destruir la memoria de quienes ya no pueden defenderse. No a costa de utilizar la universidad como escudo para la propaganda ideológica.

Decir basta no es censurar. Es defenderse.

Porque cuando la historia se fuerza, la justicia se tuerce.
Y eso, ni puede ni debe aceptarse.


miércoles, 9 de abril de 2025

FASCISTAS DE FICCIÓN, ANTIFASCISTAS DE SOFÁ. Y EL ZOO IDEOLÓGICO EN PLENO DESFILE.

Ríos de tinta, babas de sectario. Y aún quieren que les escribas la historia.


Miércoles, 9 de abril de 2025

Hoy he recibido un comentario en respuesta a una de las publicaciones de mi blog, probablemente la que compartí con algunos contactos a través de un enlace. El mensaje lo firma un tal Eulogio Forte, que deja caer, muy ufano:

“Vamos, vamos, que tu padre es un monstruo franquista… lo llames como lo llames… y de tal palo, tal astilla… Eso no lo dice nadie, es el refranero español, que es muuuuu sabio.”

Genial. El enésimo justiciero de sofá que, sin haber leído una línea del caso ni del propio Ríos Carratalá, se lanza a repartir etiquetas históricas (como hace él) como quien lanza cacahuetes a los monos en el zoo. “Monstruo franquista”, nada menos, a alguien que no conoció en su vida. Y ya que pasaba por aquí, de paso me lo llama también a mí, que es lo suyo en pleno 2025: señalar al disidente como heredero del Mal Absoluto. Porque para esta gente el franquismo es eterno, ubicuo e infalible: está donde haga falta colocarlo. Y si se puede adornar todo con un refrán mal traído, miel sobre hojuelas.

Estamos ante el clásico bocachancla. Un sectario de serie, un figurín del progresismo hueco que no necesita argumentos porque tiene un dogma, y con eso le basta. Gente como él constituye el paisaje habitual del mundo Ríos: mucho antifascismo impostado y cero pensamiento crítico.

No suelo entretenerme con impertinencias, pero en esta ocasión le respondí con ironía:

“Eulogio Forte, perdone, lo dice quien lo dice... y los borregos a quienes les gusta oírlo. Auténticos fascistas de ficción. ‘De tal palo tal astilla’, cierto: de quienes falsean la historia. ¿Qué hicieron sus papis, y qué hacen ellos?”

Como era de esperar, insistió en su línea de insulto. Y como ya he dicho en otras ocasiones, no voy a permitir que un aborregado con ínfulas venga a soltar bilis como ya lo hicieron otros durante aquel episodio de efecto Streisand y trending topping que algunos medios y redes sociales se dedicaron a amplificar como si hubieran descubierto petróleo.

Así que, sin perder tiempo —y tras confirmar que su perfil encajaba perfectamente con lo que me imaginaba: pose de indignado profesional, cliché tras cliché— presenté la denuncia correspondiente ante Facebook (por puro trámite, ya sabemos que no harán nada) y lo bloqueé. No se puede hablar con gente así. Otra cosa sería debatir con una persona que, aunque disienta, respete y escuche. Pero para eso hacen falta dos neuronas y algo de dignidad.

En otro plano, hay contactos del señor Ríos Carratalá, como un tal J.A.H.C. (cuyo nombre no menciono porque, al menos, no ha faltado al respeto, aunque lo suyo sea de traca), que me escribe “para enterarse de lo que pasó en Alicante y, sobre todo, con sus familias”. Pide, literalmente, que les escriban "la memoria histórica". Como si eso se pudiera encargar por encargo, como el catering de una boda. Le respondí: “Siempre y cuando quien la publique se atenga a los documentos históricos y no a opiniones ideológicas que cambian la historia… Un saludo”.

Pero insiste. Que si un juez "expurgó" documentos (palabra que, intuyo, encontró un día hojeando algún boletín oficial), que si tal, que si cual. A saber qué tiene eso que ver con lo que se denuncia. Pero claro, el señor Ríos lleva años hablando de expurgos, manipulaciones, omisiones, y toda esa retórica de mártir del archivo, así que algunos terminan repitiendo como papagayos.

Lo he dejado por imposible. Él y otros seguirán fieles al catedrático-salvador-antifascista, al apóstol del antifranquismo retroactivo, al mesías del maniqueísmo ilustrado. Que les aproveche.

Estos son los comentarios que uno recibe en la web —con alguna honrosísima excepción, faltaría más— y los mismos que he visto reproducidos sin filtro en los medios que participaron alegremente en la campaña de desinformación orquestada por el señor Ríos. En lugar de asumir lo que escribió (por lo que se le protestaba y por todo lo que cayó…) y responder con argumentos, eligió el camino fácil: la descalificación, el victimismo y el ataque personal, bien engrasados por una arrogancia que ya parece parte de su bibliografía recomendada.

martes, 8 de abril de 2025

CARTA DE UN LECTOR DESCONSOLADO (Y GENEROSAMENTE ESTAFADO)

 

Martes, 8 de abril de 2025.

Ayer, con la ingenuidad intacta, recibí un mensaje de mi librería de confianza —esa a la que confío mis encargos como quien confiesa sus pecados— informándome de que ya había llegado mi pedido: Nos vemos en Chicote, del catedrático de Literatura Española Juan Antonio Ríos Carratalá, distinguido miembro de la Universidad de Alicante, en su reluciente y tan anunciada tercera edición.

Me fui hasta allí con la emoción del que espera redención: por fin, pensé, una edición corregida, depurada de esa costumbre tan suya de mezclar opinión con historia, juicio con dato, y militancia con archivo. Qué maravilla hubiera sido abrir el libro y no encontrar, por enésima vez, ese retrato caricaturesco y difamatorio de mi padre, Antonio Luis Baena Tocón. Soñé, lo confieso, con una edición en la que el autor hubiera recapacitado, en la que se notara un mínimo respeto por la verdad documental y por el honor ajeno. Incluso me atreví a imaginar que habría renunciado al fraude historiográfico, a esa tentación tan rentable del guerracivilismo editorial, y se habría atrevido a escribir como un académico y no como un activista con acceso a una imprenta.

Pero no. Porque la realidad —siempre tan puntual— vino a recordarme que en esta historia la corrección no es editorial, sino ideológica. Me entregaron un ejemplar de 2015, la misma edición de siempre, con sus mismos errores, sus mismas manipulaciones y su misma superioridad moral de saldo.

Mi librero, desconcertado, ya ha reclamado a la editorial Renacimiento que por favor, si no es mucha molestia, envíen la tercera edición que dicen estar vendiendo desde el 7 de abril. Pero mientras tanto, aquí me tienen: sin libro y sin consuelo. Con una decepción que ya es casi una tradición.

Yo creía haber comprado todos los ejemplares anteriores. No exagero: los he ido regalando, como quien vacuna contra la desinformación. Abogados, médicos, políticos, profesores, colegas, familiares..., todos los que podrían leerlo sin saber que ese “libro de historia” no pasa ni un control de calidad mínimo en ninguna disciplina seria. Porque fuera del circuito de universidades que se intercambian publicaciones para aparentar investigación, nadie daría crédito. Y sin embargo ahí sigue, envuelto en el prestigio de lo académico, con apoyos que no leen y con reseñas escritas por amigos que comparten más ideología que criterio.

En este punto, empiezo a pensar que el que realmente impulsa las ventas soy yo. Si Ríos Carratalá no se lucra con sus libros —como él mismo afirma con una modestia admirable— debe de ser porque he asumido yo ese rol con entusiasmo. Cientos de ejemplares circulan gracias a mi bolsillo: si esto fuera un sistema de royalties inverso, ya estaría cobrando comisiones. ¿Y si resulta que el verdadero motor de su carrera editorial soy yo?

Porque no nos engañemos: lo que mantiene a flote este tipo de publicaciones no es el rigor, sino el corporativismo. Un corporativismo infame, que aplaude sin contrastar, que respalda sin leer, y que se indigna solo cuando le tocan los suyos. Lo que hay detrás de este libro es una campaña: una operación de descrédito que encontró altavoces en medios de comunicación muy preocupados por manifestar sus “códigos éticos” en sus páginas web, pero poco por la verdad. El resultado lo conocemos bien: insultos, amenazas, acoso en redes, intoxicación informativa y daños de todo tipo sufridos por el demandante, daños personales, familiares, profesionales y reputacionales que ningún tribunal ni editorial parece tener interés en reparar.

Y mientras tanto, el autor asegura que no se lucra. Que lo suyo es puro amor a la memoria histórica. Claro. Solo que lo escribe desde una universidad pública, cobrando un sueldo bastante jugoso por repartir etiquetas y señalar culpables setenta años después. Y todo con una facilidad para juzgar ajenos que ya querrían muchos fiscales.

Eso sí, de mi padre dice barbaridades, atribuyéndole sueldos desorbitados, ascensos meteóricos, puestos concedidos por la gracia del régimen y hasta supuestos regalos “patrióticos” que nadie ha visto ni documentado jamás. Todo con ese tono despreocupado del que sabe que nadie en su entorno va a molestarse en contrastar nada. Total, el personaje ya está escrito: solo hay que rellenarlo con adjetivos.

Y yo, en medio de todo esto, me pregunto: ¿seré yo, al final, el verdadero beneficiario de todo esto? ¿El que se enriquece, no con dinero, sino con ejemplares? ¿El gran mecenas de esta ficción académica que algunos aún llaman “investigación”?

Gracias, profesor. No por el libro, que ya me sé de memoria. Gracias por recordarme, una vez más, que en este país los muertos no descansan, los vivos no aprenden, y los catedráticos pueden publicar lo que les dé la gana... siempre que lo pinten de “memoria” y encuentren quien lo compre. Aunque, por lo visto, ese alguien siga siendo yo.

EL CATEDRÁTICO CONDENADO QUE ENGAÑÓ A LA OPINIÓN PÚBLICA CON APOYO ACADÉMICO Y POLÍTICO.

 

Ríos Carratalá falseó archivos judiciales y lesionó el derecho al honor de un funcionario fallecido.

La justicia desmonta su relato guerracivilista.

 


Ahora es trending topic la vida disoluta del exministro socialista Abalos y sus "sobrinas" del alma pagadas con dinero público, pero no debemos olvidar que hay otras informaciones que ponen en evidencia la visión académica de sectores de izquierda desde la óptica guerracivilista para manipular a la opinión pública falseando archivos públicos. 

 



El catedrático de Literatura Española de la Universidad de Alicante, Juan Antonio Ríos Carratalá, condenado por intromisión ilegítima en el derecho al honor contra mi padre, Antonio Luis Baena Tocón, que como ha demostrado la justicia NO era el secretario judicial del consejo de guerra que condenó a muerte al poeta Miguel Hernández, es un trilero historiográfico, experto en engañar a la opinión pública lesionando el derecho fundamental de los españoles a recibir información veraz ( art- 20.1.d) Constitución Española.

 


Con el apoyo inefable de sectores de la izquierda, desde historiadores ( de esos que opinan que quien debata contra ellos es un fascista ) o de periodistas palmeros del mismo corte talibán, el catedrático respaldándose en aras de la libertad de expresión y de cátedra, hace del engaño un nuevo arte, como sucede con aquellos que patrocinan la memoria democrática ( pero sólo de izquierdas, eh ! ) y promueven la censura y control de la prensa, cuando ellos son auténticos maestros en los bulos y las fake news. 

 

Una de las últimas actividades de Ríos Carratalá, con marcado ejemplo de desobediencia civil, aparte de criticar a la jueza que le ha condenado y a la sentencia con hechos probados, ha sido demostrar su capacidad como experto llorón buscando el apoyo del expresidente de la Comunidad Valenciana, Ximo Puig. No se podría esperar otra cosa, pero curiosamente Ríos Carratalá oculta a todo el mundo, que entre otros hechos que incluía la demanda, se le demandaba por haber cometido fraude historiográfico con singular inventiva. La verdad es que de historia de la Literatura, Ríos Carratalá escribe poco, salvo contados homenajes a Cervantes, Lope de Vega o Calderón de la Barca.

 


Nos referimos a que en su obra, objeto de demanda, escribía en la página 192 de su libro " Nos vemos en Chicote. Imágenes del silencio y el cinismo en la cultura franquista " ( libro por el que ha sido condenado y que acaba de publicar una tercera edición ) que los periodistas Valentín de Pedro, Virgilio de la Pascua Garrido, Alberto Marín Alcalde y Joaquín Dicenta Alonso, habían pasado por las manos de mi padre ( " Todos pasaron por las manos de un juez implacable y un secretario empeñado en buscar las huellas de los delitos en la Hemeroteca Municipal de Madrid " ). El caso, es que frente a esa rotunda afirmación me encaminé a los sumarios judiciales de esos periodistas depositados en el Archivo General e Histórico de Defensa, y cuál fue mi sorpresa que en ninguno de esos sumarios aparecían ni el nombre, ni la firma ni la intervención de mi padre como secretario judicial. La obsesión paranoide psicopatológica de Ríos Carratalá para interpretar una historia victimista desde la óptica de izquierda, le dirigió hacia la acción de manipular o falsear los sumarios asegurando la participación de mi padre cuando en realidad se trataba de un falseamiento histórico y un engaño a la opinión pública. Esa es la memoria democrática que no nos merecemos.

 

Conforme a ello voy a citar los nombres y datos archivísticos de los citados sumarios donde NO figura mi padre:

Valentín de Pedro. En las cuatro causas en Madrid con este nombre y de segundo apellido Benítez, corresponden tres a: Sumario 13919/Caja 3289; Sumario 15519/Caja 2272 y Legajo 2257/Sumario 15119, y una causa con segundo apellido Antón con Legajo 4161/Sumario 5791. NO FIGURA en ninguna de ellas el nombre y la firma de Antonio Luis Baena Tocón, ni en instrucción ni en consejo de guerra. ( Doc. 35 de la demanda )

Virgilio de la Pascua Garrido ( Caja 1284/3-Sumario 6356 y Sumario 2717/Legajo5722 ). NO FIGURA el nombre y la firma de Antonio Luis Baena Tocón, ni en instrucción ni en consejo de guerra. ( Doc. 35 de la demanda )

Alberto Marín Alcalde ( Sumario 23830/ Legajos 2058 y 3080 ). NO FIGURA el nombre y la firma de Antonio Luis Baena Tocón, ni en instrucción ni en consejo de guerra. ( Doc. 35 de la demanda )

Joaquín Dicenta Alonso ( Legajo 4595/Sumario 13149 ). NO FIGURA el nombre y la firma de Antonio Luis Baena Tocón, ni en instrucción ni en consejo de guerra. ( Doc. 35 de la demanda ).

 


Juzguen Vds. mismos y si tienen tiempo acérquense al Archivo General e Histórico de Defensa en Paseo de Moret (Madrid) y consulten dichos sumarios para obtener información veraz y no ser engañados por el concepto de memoria democrática de la izquierda, y de la libertad de expresión y cátedra del farsante Ríos Carratalá, que por cierto anuncia a bombo y platillo que en otoño de 2025 acudirá al Parlamento Europeo a defender su causa, lo que no sabe es que muchos eurodiputados ya están informados y prevenidos de su condena y sus actividades. 

 

lunes, 7 de abril de 2025

INDIGNACIÓN ANTE LA IMPUNIDAD: LA TERCERA EDICIÓN DE UN LIBELO DISFRAZADO DE HISTORIA.


Hoy, 7 de abril de 2025, ha salido publicada la tercera edición del libro Nos vemos en Chicote, firmado por el catedrático Juan Antonio Ríos Carratalá. Un libro que desde su primera edición se ha caracterizado por la manipulación interesada de hechos históricos, la tergiversación de datos personales y el uso descarado de la calumnia y la injuria, presentadas como si fueran conclusiones documentadas. A pesar de haber sido advertido, y de haberse enfrentado a una demanda judicial, el autor no ha rectificado ni una línea. Lejos de ello, la publicación de esta nueva edición parece indicar su intención de persistir —o incluso agravar— las falsedades y ataques personales ya vertidos anteriormente.
Este texto es mi respuesta pública, desde la indignación y el hartazgo, pero también desde la responsabilidad de quien no piensa dejar pasar ni una más. Porque la memoria histórica no puede construirse a costa de la verdad ni del honor de quienes ya no pueden defenderse.

Este fin de semana, repasando mis notas sobre la entrevista que el catedrático de Literatura Española de la Universidad de Alicante, Juan Antonio Ríos Carratalá, concedió a la Cadena SER en Alicante con motivo de la publicación de su libro Nos vemos en Chicote, vuelvo a experimentar la misma mezcla de rabia, impotencia y vergüenza ajena. Aquel día, entrevistado por Carlos Arcaya, Ríos desplegó su estilo característico: manipulación emocional, acusaciones sin pruebas, ironía cobarde y un falso tono de autoridad académica con el que pretende legitimar el libelo que escribió.

https://cadenaser.com/emisora/2016/01/07/radio_alicante/1452195695_926080.html

Ahora, con la reciente salida de la tercera edición —publicada hoy mismo—, todo apunta a que no solo no habrá rectificación ni disculpa alguna, sino más bien una reafirmación en sus falsedades, e incluso, muy probablemente, un agravamiento de las insinuaciones y ataques personales que ya contenían las ediciones anteriores.

En aquella entrevista, que sigue disponible para quien desee comprobarlo, afirmaba con absoluta ligereza y desparpajo:

“Creo que siempre hay que hablar de las víctimas, pero si hay víctimas es porque hay verdugos… funcionarios que por un puesto mejor en el escalafón, por un mejor destino, por alguna prebenda, estaban dispuestos a condenar a muerte incluso a sus propios amigos…”

“Todos eran voluntarios... igual que los pelotones de fusilamiento. Participaban simplemente porque tenían una semana de permiso... Todos aspiraban a quedar bien con la autoridad competente, a tener un mejor destino y, a veces, era eso: una semana de permiso a cambio de fusilar a una persona joven…”

“Uno de los casos más llamativos fue el del instructor del caso de Miguel Hernández, que en el 82 se jubila como interventor municipal en Córdoba... Julio Anguita no lo sabía. Tampoco sus hijos. Probablemente más de un hijo o un nieto descubre la faceta de su padre o su abuelo gracias al libro…”

Esa persona a la que se refiere sin nombrar, pero claramente identificable, es mi padre.

Y esa descripción no es una interpretación ni una opinión: es una calumnia, una difamación y una injuria en toda regla. La práctica sistemática de estos delitos se repite en su obra y en sus declaraciones, con una impunidad que escandaliza, especialmente viniendo de alguien que ostenta un cargo académico.

Mi padre no era funcionario en las fechas que señala el señor Ríos Carratalá. No podía ascender en una “carrera funcionarial” porque no formaba parte de ninguna. Se encontraba haciendo el servicio militar obligatorio, tras regresar del exilio en Marsella. Le guste o no. Inventar que era voluntario, que firmaba penas de muerte a cambio de días libres, que obtuvo ascensos y prebendas, es mentir con premeditación, con malicia y con un desprecio absoluto por la verdad y por el honor ajeno.

Y aunque años más tarde sí accediera a un puesto de funcionario, sus sueldos y su trayectoria están documentados hasta el último céntimo y se ajustan estrictamente a la normativa de la época. No hay rastro alguno de “ascensos meteóricos”, ni de beneficios por méritos represivos. Todo está en los archivos. Basta querer contrastar en vez de fantasear con una historia a medida de sus prejuicios ideológicos.

Hoy mismo, además, Ríos Carratalá se ha permitido ensalzar públicamente un artículo firmado por Sergio del Molino en El País (5 de abril), que dice haberle “emocionado especialmente”. Un texto titulado ¿Mató mi abuelo al tuyo?, donde el autor, con la ligereza de quien escribe desde el desconocimiento y el efectismo, afirma no saber si su abuelo fue un asesino, y lanza preguntas envenenadas desde la ignorancia moral y la banalidad histórica.
Mi padre sí tuvo constancia de algunos de aquellos cobardes que asesinaron a su padre. Pero lo que resulta insoportable es ver cómo alguien que rellena páginas sin contrastar nada se convierte en altavoz de discursos ambiguos, y cómo Ríos Carratalá se apoya en esa superficialidad periodística para reforzar su propia narrativa manipuladora. ¿Esa es su forma de documentarse? ¿Ese es el rigor académico con el que construye su discurso histórico? ¿Dónde están los códigos éticos que manifiesta tener el medio en el que escribe? ¿Ese es el nivel de contraste que le exige la Universidad?

Y lo más grave: ¿qué controles tiene la Universidad sobre este tipo de “trabajos”? ¿Quién revisa que lo que publica un catedrático no sea un panfleto disfrazado de ensayo? ¿Qué responsabilidad asumen los centros que avalan estas publicaciones bajo el amparo de la libertad académica cuando en realidad se trata de campañas de difamación revestidas de memoria?

¿Cómo es posible que colegas suyos le ofrezcan su “apoyo incondicional”? ¿Han leído lo que escribe? ¿O simplemente aplauden por afinidad ideológica, por corporativismo o por cobardía?
¿Y los medios? ¿En qué momento decidieron convertirse en colaboradores necesarios de estas falsas ficciones históricas? ¿Desde cuándo se entrevista con simpatía a quien se dedica a falsear el pasado, a manchar honras familiares, a generar odio y resentimiento, y además se le celebra el humor con el que lo hace?

Lo que hace el señor Ríos Carratalá no es historia: es propaganda disfrazada de memoria democrática, una manipulación obsesiva y fanática que usa como herramienta su prestigio académico para dañar el honor de personas que ya no pueden defenderse. Es un ejercicio de violencia simbólica y cobardía, adornado con cinismo e ironía, y legitimado por quienes deberían frenarlo: universidades, editoriales, colegas, periodistas.

¿Y todo esto, con gracia e ironía, como celebraba Carlos Arcaya?
¡Hay que tener muy poca vergüenza!.

sábado, 5 de abril de 2025

NOS VEMOS EN CHICOTE 2016 Y 2025 (III). VERSIONES INGLESA E ITALIANA.

 A mis queridas nietas y su familia...

English version:


When History Becomes Fiction: A Critical Look at Professor Juan Antonio Ríos Carratalá’s Narrative

Introduction


In January 2016, Spanish Literature professor Juan Antonio Ríos Carratalá from the University of Alicante was interviewed by journalist Carlos Arcaya on Cadena SER to present his book Nos vemos en Chicote. Since then, for nearly a decade, he has been repeating —in interviews, conferences, and publications— a discourse filled with irony, sweeping generalizations, insinuations, and moral judgments. Far from seeking historical truth, his rhetoric seems driven by an ideological agenda.

What follows is a series of critical observations based on that interview and on the overall tone of his work. The aim is not to dispute every claim made by the professor, but rather to highlight the lack of academic rigor, the frivolous tone applied to grave historical issues, and the ethical consequences of turning history into a partisan narrative.


Structured Criticisms of the Professor’s Discourse

  1. A serious topic treated with frivolity.
    Laughter, irony, and witty remarks dominate a conversation that deals with executions, postwar justice, and human suffering.

  2. Denying bias doesn’t make it disappear.
    His repeated insistence on neutrality is contradicted by the tone and content of his discourse.

  3. Who qualifies as “Francoist”?
    Anyone who lived during that period, or only those he decides to label?

  4. Critical thinking or ideological propaganda?

  5. A symbolic victory in a war already lost?

  6. Are the portrayed characters truly “sinister” or theatrical inventions?

  7. Errors regarding key figures cast doubt on the entire work.

  8. “Colloquial language” does not justify distortions of fact or role.

  9. Contradictions in naming the judicial instructor of Miguel Hernández’s trial.

  10. Silence about Republican atrocities reflects bias.

  11. Generalizations are a form of misinformation.

  12. The interview lacks any contrasting viewpoint.

  13. Classifying individuals as executioners without evidence is defamatory.

  14. Not all individuals mentioned were public officials.

  15. No documented proof of alleged voluntary participation in executions.

  16. Claiming “victory” on behalf of families is fictitious and offensive.

  17. Expurgation and deterioration of archives are not the same thing.

  18. Speculating on motivations is not the same as documenting them.

  19. The complexity of human behavior cannot be reduced to political labels.

  20. “Because I say so” is not a valid historical source.

  21. What exactly didn’t the families know? The facts or his interpretation?

  22. What readers discover through his work is the author’s personal obsession.

  23. Is historical memory safe in the hands of biased storytellers?

  24. Minimizing the political power of poetry is incoherent coming from a literature professor.

  25. Claiming that all involved “knew the historical repercussions” is unfounded.

  26. Who are these “patriotic judges”? Where is the evidence?

  27. “I’m a professor of fiction”: perhaps the most honest line in the interview.

  28. Journalists who don’t question become accomplices.

  29. Turning the past into “entertainment” to sell books is unethical.


Conclusion

Professor Juan Antonio Ríos Carratalá’s discourse is not only lacking in historical rigor but also contributes to the degradation of public debate around Spain’s recent past. Using academic authority to disguise personal or ideological narratives as research is not simply a methodological flaw — it is an ethical failure.

Historians and public intellectuals have a responsibility to handle complex histories without resorting to simplistic, vengeful, or partisan narratives. Media outlets and publishers must also take responsibility when they choose to amplify such messages uncritically.

Because memory is far too valuable to be left in the hands of fiction.





Versione italiana:


Quando la storia diventa finzione: una critica al discorso del professor Juan Antonio Ríos Carratalá

Introduzione

Nel gennaio 2016, il professore di Letteratura Spagnola dell’Università di Alicante, Juan Antonio Ríos Carratalá, è stato intervistato dal giornalista Carlos Arcaya su Cadena SER per presentare il suo libro Nos vemos en Chicote. Da allora, per quasi un decennio, ha ripetuto — in interviste, conferenze e pubblicazioni — un discorso carico di ironia, generalizzazioni, insinuazioni e giudizi morali che, più che ricercare la verità storica, sembrano rispondere a una precisa agenda ideologica.

Quello che segue è un insieme di osservazioni critiche basate su quell’intervista e sull’approccio generale della sua opera. L’obiettivo non è confutare ogni singola tesi, ma mettere in luce la mancanza di rigore, il tono leggero con cui tratta questioni gravi e le conseguenze etiche e culturali di trasformare la storia in una narrazione partigiana.


Critiche strutturate al discorso del professore

  1. Un argomento serio trattato con leggerezza.
    Risate, ironie e battute accompagnano una conversazione che riguarda esecuzioni, repressione e dolore umano.

  2. Negare il revanscismo non lo rende inesistente.
    L’insistenza sulla neutralità è smentita dal tono e dalle affermazioni del discorso.

  3. Chi decide chi era “franchista”?
    Tutti quelli che vivevano allora, o solo quelli che lui etichetta?

  4. Analisi storica o propaganda ideologica?

  5. Vincere oggi la guerra persa ieri?

  6. I personaggi descritti sono davvero sinistri o sono invenzioni narrative?

  7. Errori gravi su casi concreti mettono in dubbio l’intera opera.

  8. Il linguaggio colloquiale non giustifica la distorsione dei fatti.

  9. Contraddizioni sull'identità dell’istruttore del processo a Miguel Hernández.

  10. La violenza nella retroguardia repubblicana viene ignorata.

  11. Le generalizzazioni sono una forma di disinformazione.

  12. Nell’intervista manca completamente il confronto.

  13. Attribuire il ruolo di carnefici senza prove è calunnioso.

  14. Non tutti i citati erano funzionari pubblici.

  15. Non c’è alcuna prova che tutti fossero volontari nelle esecuzioni.

  16. Attribuire vittorie morali a famiglie inconsapevoli è assurdo.

  17. Espurgo e deterioramento degli archivi non sono la stessa cosa.

  18. Inventare motivazioni non equivale a documentarle.

  19. La complessità umana non può essere ridotta a etichette ideologiche.

  20. “Perché lo dico io” non è una fonte storica valida.

  21. Cosa non sapevano esattamente i figli? I fatti o la sua interpretazione?

  22. Il libro rivela più sull’autore che sui personaggi.

  23. La memoria storica è in buone mani se gestita da persone così parziali?

  24. Sminuire il potere politico della poesia è incoerente per un professore di lettere.

  25. Dire che “tutti sapevano le conseguenze storiche” è una pura illazione.

  26. Chi sono questi “giudici patriottici”? Dove sono le prove?

  27. “Sono professore di finzione”: forse la frase più onesta dell’intervista.

  28. Il giornalista che non fa domande è complice.

  29. Trasformare il passato in “carne da macello” per vendere libri è immorale.


Conclusione

Il discorso del professor Ríos Carratalá non solo manca di rigore storico, ma contribuisce ad abbassare il livello del dibattito pubblico sulla memoria del passato recente della Spagna. Utilizzare il prestigio accademico per diffondere narrazioni personali o ideologiche come se fossero ricerca storica non è solo un errore metodologico: è un fallimento etico.

Chi si dedica alla storia, nel mondo accademico o nella divulgazione, ha il dovere di affrontare il passato con complessità e rigore, senza semplificazioni ideologiche o spiriti vendicativi. Anche i media e gli editori hanno la responsabilità di non amplificare acriticamente certi discorsi.

Perché la memoria è troppo preziosa per lasciarla in mano alla finzione.




NOS VEMOS EN CHICOTE 2016 Y 2015 (II)

¿Ficción académica? Crítica a un discurso distorsionado sobre la posguerra española.

Nota del autor: Esta reflexión nace tras escuchar repetidas veces un discurso que me resulta insostenible tanto desde el punto de vista ético como histórico. He querido responder con argumentos y respeto, pero también con firmeza. 


Introducción


En enero de 2016, el catedrático de Literatura Española de la Universidad de Alicante, Juan Antonio Ríos Carratalá, fue entrevistado por el periodista Carlos Arcaya en la Cadena SER con motivo de la presentación de su libro Nos vemos en Chicote. Desde entonces, durante casi una década, ha venido repitiendo —en entrevistas, conferencias y publicaciones— un discurso plagado de ironía, generalizaciones, insinuaciones y juicios de valor que, lejos de buscar la verdad histórica, parecen responder a una agenda ideológica.

A continuación, se exponen una serie de observaciones críticas que surgen de su intervención en dicha entrevista y del enfoque general de su obra. No se pretende aquí rebatir todas sus tesis, sino señalar la falta de rigor, el tono frívolo con el que trata asuntos gravísimos, y las consecuencias éticas y sociales de convertir la investigación histórica en una especie de novela militante.

http://play.cadenaser.com/audio/085RD010000000025650/


"Cuando la historia se convierte en ficción: crítica a la obra y el discurso del catedrático Juan Antonio Ríos Carratalá"


OBSERVACIONES Y CRÍTICAS:


I. Tratamiento del Tema y Uso del Humor

  1. Un tema de gran gravedad tratado con frialdad humorística.
    El asunto histórico se aborda con constantes risas, ironías y un tono que minimiza la seriedad de los hechos.

  2. Negación de sesgo y revanchismo:
    Resulta difícil creer en la afirmación de no tener “afán revanchista” ni de “menoscabar el rigor” cuando las expresiones empleadas sugieren lo contrario.

  3. La etiqueta del “franquista”:
    Se tiende a etiquetar a quienes vivieron la época franquista sin matizar contextos o trayectorias personales, transformando la compleja realidad histórica en una acusación simplista y arbitraria.

II. El Rigor Histórico y la Documentación

  1. ¿Sentido crítico o propaganda ideológica?
    Se plantea la interrogante de si el análisis es un ejercicio de rigor histórico o simplemente una apología ideológica disfrazada de investigación.

  2. La guerra simbólica de la memoria:
    El discurso sugiere una reescritura del pasado con el objetivo de ganar una guerra simbólica, olvidando que en los conflictos reales “nadie gana”.

  3. Personajes “siniestros” o invenciones literarias:
    La caracterización de ciertos individuos se asemeja más a una novelación que a un relato basado en evidencia, sin claridad sobre si se trata de opiniones personales o de datos debidamente documentados.

  4. Dudas sobre la veracidad en la identificación de nombres:
    Si existen errores comprobados en la identificación de personajes clave como Antonio Luis Baena Tocón, la credibilidad de todo el trabajo queda seriamente cuestionada.

  5. El “lenguaje coloquial” versus el rigor académico:
    Adaptar hechos complejos a un lenguaje accesible no debe implicar distorsionar las funciones, responsabilidades o realidades de los actores históricos. El uso de un estilo demasiado popular menoscaba la seriedad del análisis.

  6. Incertidumbre sobre la figura del instructor:
    La confusión entre roles – juez, alférez, militar en formación – en el caso de Miguel Hernández pone en entredicho la base documental del relato.

  7. El lado oscuro ignorado de la posguerra republicana:
    Se omite la violencia cometida en la retaguardia republicana, como en el caso del fusilamiento del padre republicano del alférez, lo que demuestra una parcialidad evidente en el relato.

III. Generalizaciones y Falta de Contraste

  1. Generalizaciones peligrosas:
    Afirma, por ejemplo, que “todos los periodistas” fueron procesados, una generalización que no solo es inexacta, sino que además contribuye a la desinformación.

  2. La entrevista sin contrapunto:
    La ausencia de voces disidentes o el contraste con otras interpretaciones de los hechos convierte la entrevista en un monólogo que refuerza una visión parcial.

  3. La ambigüedad entre víctimas y verdugos:
    Si bien se reconoce la existencia de víctimas, se insinúa que estas solo existen si hay verdugos claramente identificables, sin admitir la complejidad de los procesos de represalia.

IV. Cuestionamientos a la Base Documental y Argumentativa

  1. La equivocada atribución de funciones a funcionarios:
    Sostener que todos los actores eran funcionarios públicos es erróneo, especialmente en casos donde la evidencia sugiere lo contrario, como en el caso de Baena Tocón.

  2. La supuesta voluntariedad sin respaldo documental:
    Asegurar que la participación en fusilamientos se realizaba “por una semana de permiso” carece de pruebas contundentes y se presenta como un juicio de valor sin sustento. Afirmar que todos eran voluntarios para matar, sin pruebas documentales, es temerario.

  3. La “victoria” asignada a ciertos actores:
    El relato sugiere que algunos individuos, como Baena Tocón, habrían “ganado” de forma paradójica, lo cual es una interpretación endiosada y sin respaldo en los hechos.

  4. Expurgación de archivos militares:
    Se generaliza que los archivos militares fueron expurgados durante la Transición, sin considerar que en muchos casos la pérdida de información obedece a causas materiales y no a una eliminación intencionada.

  5. Documentación versus invención:
    La reconstrucción histórica se transforma en un ejercicio de invención literaria cuando se interpretan de forma sesgada documentos parciales.

  6. Atribución sectaria de la “ignominia”:
    La tendencia a atribuir de forma generalizada la ignominia a quienes no se alineen ideológicamente con el catedrático resulta en una clasificación arbitraria y sectaria.

  7. La falacia del “lo digo yo”:
    Se presentan hechos – como la participación en determinados cargos o eventos – sin documentación clara ni reconocimiento de otras interpretaciones, lo que debilita el carácter crítico de la investigación.

V. Implicaciones Éticas y Sociales

  1. Incertidumbre sobre lo desconocido por los familiares:
    Afirmar que “los hijos” no sabían ciertos hechos sin especificar a qué se refiere deja abierta la posibilidad de interpretaciones personales sin base comprobada.

  2. Descubrimientos que no esclarecen, sino que ensombrecen:
    El libro no aporta una verdad contrastada, sino que revela la obsesión de un autor por desacreditar a figuras del pasado sin dar espacio a la réplica o al debate informado.

  3. La memoria histórica en manos cuestionables:
    La presencia de investigadores con claras motivaciones ideológicas en la construcción de la memoria histórica genera preocupación sobre la objetividad y la pluralidad de enfoques.

  4. La polémica del “poema” versus el “dibujo”:
    Argumentar que un poema no puede ser constitutivo de delito, mientras que un dibujo sí, denota una visión incoherente y selectiva de la represión cultural.

  5. La presunción sobre la “repercusión” de los juicios:
    Atribuir a los involucrados del juicio de Miguel Hernández una conciencia premeditada de la repercusión histórica resulta una interpretación endiosada que carece de fundamento.

  6. La caricaturización de “jueces por la vía patriótica”:
    La afirmación de que algunos “jueces” no eran realmente jueces, sino que accedieron a ese rol de forma improvisada, se reduce a una burla que no aporta claridad sobre la realidad de esos procesos.

  7. El autor se declara “catedrático de ficción”:
    La autodefinición del entrevistado lo enmarca en el terreno de la ficción, lo que resulta especialmente contradictorio cuando pretende exponer hechos históricos con el aval de la universidad.

  8. El papel del entrevistador como cómplice:
    Al no contrastar ni cuestionar las afirmaciones del catedrático, el entrevistador asume una posición que contribuye a la difusión de una versión unidimensional y sesgada de los hechos.

  9. La “carnaza” comercial y la deshumanización:
    Utilizar relatos tan polémicos y cargados emocionalmente para vender libros y generar controversia compromete la dignidad de quienes sufrieron los hechos, transformando la tragedia en un producto comercial.


Conclusión


El discurso del catedrático Juan Antonio Ríos Carratalá no solo presenta graves carencias de rigor, sino que contribuye a deteriorar el debate público sobre nuestra historia reciente. Utilizar el prestigio académico para disfrazar de investigación lo que son opiniones ideológicas o conjeturas personales no es solo un error metodológico: es una irresponsabilidad ética.

El deber de quienes se dedican a la historia —profesionalmente o desde la divulgación— no es construir relatos a la carta, sino contribuir al entendimiento de un pasado complejo sin maniqueísmos ni revanchas. Y el deber de los medios, periodistas y editoriales es no prestarse a amplificar sin filtros este tipo de mensajes.

Porque la memoria es demasiado valiosa como para dejarla en manos de la ficción.

viernes, 4 de abril de 2025

NOS VEMOS EN CHICOTE 2016 Y 2025 (I)

 


NOS VEMOS EN CHICOTE 2016 Y 2025

El 1 de abril de 2025 el catedrático de Literatura Española de la Universidad de Alicante hace la presentación en su blog de la tercera edición de su libro “Nos vemos en Chicote”.



Extracto de la Presentación por parte del Catedrático de Literatrura de la Universidad de Alicante Juan Antonio Rios Carratalá de su libro “Nos vemos en Chicote” el 7 de enero de 2016 en Radio Alicante, Cadena Ser, siendo entrevistado por el periodista Carlos Arcaya. Más de nueve años difundiendo y repitiendo lo mismo…

https://cadenaser.com/emisora/2016/01/07/radio_alicante/1452195695_926080.html


  • 🟦 Carlos Arcaya en azul

  • 🟥 Juan Antonio Ríos Carratalá en rojo

  • ⚫️ Tus comentarios en negro (con cursiva para distinguirlos)


Extracto de la presentación del libro Nos vemos en Chicote por parte del catedrático de Literatura de la Universidad de Alicante, Juan Antonio Ríos Carratalá, el 7 de enero de 2016 en Radio Alicante, Cadena SER, entrevistado por el periodista Carlos Arcaya.

Más de nueve años difundiendo y repitiendo lo mismo…

(Fuente: Radio Alicante 07/01/2016, Cadena Ser, Carlos Arcaya & Juan A. Ríos)


🟦 Carlos Arcaya:
—Con sentido del humor: “Nos vamos a Chicote”…

Atribuye al catedrático "humor, ironía y gracia", entremezclándose durante toda la entrevista un intercambio de risitas e ironías.

🟥 Ríos Carratalá:
—Sin afán revanchista… y sin menoscabar el rigor.

Afirma que estudia a "franquistas como los que estudia en su libro", asignando etiquetas a quien le parezca, como de costumbre.

🟥 Ríos Carratalá:

Para propiciar ese olvido lo que había era una conveniencia de una gran masa de la población para olvidar un pasado muy cercano, muy próximo, y que manchaba a la inmensa mayoría de la población…
Porque si el franquismo duró 40 años es porque había millones de franquistas. Y esa mancha cuesta mucho asumirla, y asumirla con sentido crítico y sentido histórico.
Yo creo que a estas alturas todos debemos tener el distanciamiento necesario, separarlas (las épocas) y buscar, sin ninguna venganza, simplemente conocer nuestro pasado para asumir sus claros y sus oscuros. Y, por supuesto, cualquier época… tiene sus partes claras y sus partes oscuras.
Yo, en este caso, he estudiado una de las más oscuras.”

🟥 Ríos Carratalá:
—Personajes un tanto siniestros…

⚫️ Visto lo visto con el Sr. Catedrático, no puedo dar fiabilidad a lo que hable de otros personajes, por lo que omito esos comentarios…

Habla del juez instructor del caso de Miguel Hernández, aunque curiosamente se refiere a Antonio Luis Baena Tocón como el instructor.

⚫️ Evidentemente “sin mala fe”. Lo dice para que lo entiendan los periodistas y el público en general, todos ellos "más o menos tontos" —eso lo digo yo, interpretando sus comentarios en juicio, aunque no usara exactamente esas palabras—, no entienden nada y tiene que usar “lenguaje coloquial”. ¡Olé el rigor historiográfico y academicista!

🟥 Ríos Carratalá:

Quiero reconstruir lo que sucedió en torno al Juzgado Especial de Prensa, que funcionó en la sede de la Asociación de Periodistas de Madrid, en la posguerra inmediata.
Y ese juez procesó prácticamente a todos los periodistas que, de alguna manera, colaboraron con la prensa republicana y que permanecieron en Madrid hasta el final de la guerra.”


🟥 Ríos Carratalá:

Creo que siempre hay que hablar de las víctimas. Pero si hay víctimas, es porque hay verdugos. Y esa simple lógica, esa evidencia, pues… me ha llevado a hacer un retrato de estos funcionarios —porque eran funcionarios— que, por un puesto mejor en el escalafón, por un mejor destino, por alguna prebenda… estaban dispuestos a condenar a muerte incluso a sus propios amigos, colaboradores, excompañeros.
No tenían el mínimo reparo para presentarse voluntariamente. Todos eran voluntarios para realizar estas funciones. La condición humana sufre mucho en una guerra civil, y en una posguerra todavía más, cuando no hay una paz, lo que hay es una victoria.
La verdad es que esta gente fue voluntaria… Igual que fue voluntaria toda la gente que participó en los pelotones de fusilamiento, simplemente porque tenía una semana de permiso después de participar en un fusilamiento.”

🟦 Arcaya:
—¿Actuaron quizás por miedo o por temor a represalias?

🟥 Ríos Carratalá:
—No, no, no. Nunca tuvieron que coger a alguien forzosamente para participar de un pelotón de fusilamiento o para formar parte de los juzgados, consejos de guerra.
Todos eran voluntarios y todos aspiraban a quedar bien ante la autoridad competente, a tener un mejor destino.
A veces, simplemente, pues eso: una semana de permiso a cambio de fusilar a una persona joven.

🟥 Ríos Carratalá:

Esa es la condición humana. Buscar en los archivos militares de la época, la verdad, es que te da un retrato bastante tremendo de la condición humana.
No estamos acostumbrados a hablar de esos temas, y yo creo que los archivos militares españoles —lo que ha quedado de ellos, porque también han sido expurgados durante la propia transición— da para muchas novelas…
Novelas basadas en una realidad que se puede documentar. Pero son historias que, si no las documentas, la verdad es que cuesta aceptarlas.
Pero bueno, es que el grado de ignominia al que puede llegar la persona por sobrevivir o por destacar un poco es realmente sorprendente.”

🟦 Arcaya:
—Pero llegar al extremo de matar a alguien en un pelotón de fusilamiento por una semana de vacaciones… es que es tremendo, ¿no?

🟥 Ríos Carratalá:
—O condenar a muerte a un amigo por haber alojado una ilustración satírica…
Es algo realmente difícil de aceptar, que esa gente estuvo entre nosotros, se jubiló tranquilamente.
Un caso de ellos fue de lo más llamativo, porque en el 82 se jubila de interventor municipal en Córdoba el instructor —antes era juez, ahora es mi padre, ¡rigor, mucho rigor!— del caso de Miguel Hernández.
Y el propio Julio Anguita nunca tuvo noticia. Tampoco los hijos lo sabían —¿y cómo lo sabe él? más rigor aún—, ni los nietos lo saben ahora. Probablemente, más de un hijo o nieto descubre la faceta de su padre o su abuelo gracias al libro.

⚫️ Habla también de otros casos que, para mí, no tienen interés. Son opiniones de este señor metido a historiador: como la tendencia sexual que le atribuye al juez. Porque para eso están el rigor histórico y los trabajos academicistas avalados por nuestras universidades…

🟦 Arcaya:
—MH no fue procesado por poeta, sino por periodista.

🟥 Ríos Carratalá:
—Sí, claro. Un poema no puede ser constitutivo de adhesión a la rebelión militar, pero el trabajo de periodista sí. Entonces…

⚫️ ¿Un poema no, pero un dibujo sí? He visto sumarios con caricaturistas procesados. Seguimos con el rigor del "historiador"...

🟥 Ríos Carratalá:

El juicio de Miguel Hernández fue especialmente cuidadoso, porque sabían la repercusión que iba a tener…
Y, en este caso, la verdad es que fueron más detallistas, digamos, aunque igualmente brutales.”

⚫️ (De ahí que en otra publicación otorgue orgullo a su padre por firmar junto a Miguel Hernández… algo que también tendrá rigurosamente documentado. No sé si el fanatismo de este señor le permite pensar con claridad.)

🟥 Ríos Carratalá:

El instructor era el único que tenía que ser juez de verdad… y luego los demás eran militares.
También me he encontrado con jueces que no eran jueces, que no habían estudiado la carrera y que se convirtieron en jueces por la vía patriótica.
Hay gente que había estudiado dos o tres asignaturas de Derecho… y de repente se convierten en jueces por la vía patriótica —algo que le gusta mucho repetir—.
Daba mucho de sí… Juraba los principios del Movimiento y ya está: ¡ya era juez! Ja, ja, ja.”

🟦 Arcaya:
—¿Cómo te metiste en este mundo? Porque tú eres catedrático de Literatura Española…

🟥 Ríos Carratalá:
—Yo soy catedrático de ficción. Y como la ficción la tenemos en los medios de comunicación, televisión, la prensa… digo: bueno, ¿ya qué le queda a la gente de la ficción?
Porque cada vez veo que la información se convierte más en ficción.
Entonces, yo me dedico a la ficción. Allá donde esté la ficción, allá donde esté la historia… digamos que tengo un motivo de trabajo bueno.

🟦 Arcaya:
—Con humor, con ironía… También, bueno, pues a determinados personajes que se quedaron ahí en el olvido. Pero yo creo que está bien que los recordemos y que los volvamos a sacar a la luz.

🟥 Ríos Carratalá:
—Por supuesto, para evitar cualquier posible repetición.

🟦 Arcaya:
—Para poner las cosas en su sitio, ¿no? Porque como estamos viendo, muchos de ellos… ni tan siquiera sus familias sabían de su pasado represor…

🟥 Ríos Carratalá:
—Habrá sorpresas.

⚫️ Habla también de nuevas ediciones ya planificadas… y de la época de la Transición (que, según él, prácticamente comenzó con mi padre…).
Le dan las gracias y lo esperan con los brazos abiertos, porque ofrece "carnaza". Y hay que vender…


En el próximo artículo haré una crítica sobre esta entrevista...

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