domingo, 30 de noviembre de 2025

EL DERECHO AL RECUERDO… ¿O A LA PROPAGANDA? CUANDO LAS AMISTADES LITERARIAS SUSTITUYEN A LOS HECHOS

 


1. MODO DE ALUSIÓN (A MI PADRE)

En esta entrada, Ríos vuelve a:

inventar funciones que mi padre nunca tuvo (secretario del tribunal militar)
✔ presentarlo como “victimario franquista” sin base documental
✔ usar su nombre para reforzar su discurso de “investigador perseguido”
✔ difundir, por enésima vez, la falsedad del “derecho al olvido” convertido en censura

Mi padre aparece como personaje instrumental para su narrativa victimista y para promocionar su libro.


2. ESTRATEGIA DISCURSIVA DE RÍOS

  1. Autoridad por amistad:
    Abre con un elogio a Ignacio Martínez de Pisón, amigo premiado y novelista, y usa su apoyo como argumento de autoridad.

  2. Autovictimización:
    Habla de su “cruzada judicial” como si fuera perseguido por investigar, no por haber difundido falsedades.

  3. Falsa reconstrucción histórica:
    Presenta a mi padre como secretario de un tribunal militar, a pesar de saber que no lo era.

  4. Inversión moral:
    Califica como “censura” lo que es una petición legítima de respeto al honor y a la verdad documental.

  5. Propaganda incrustada:
    Inserta autopromoción de su libro en mitad del relato.

  6. Simplificación populista:
    Habla de un “macrojuicio” que pagarán los contribuyentes, como si él no fuera responsable de su existencia.


3. PUNTOS DISCUTIBLES O FALSOS

1. Mi padre NO era secretario del tribunal militar

Era secretario adscrito a un juez instructor en un destino militar obligatorio.
No formó parte de ningún consejo de guerra.

2. Nada tuvo que ver con la condena de Miguel Hernández

El relato de Ríos atribuye funciones que jamás tuvo ni podía tener.

3. No solicité censurar la historia

Pedí la retirada de algunas publicaciones falsas y/o la corrección de datos manipulados.
Ríos convierte eso en “censura previa” para justificar su huida hacia adelante.

4. No denuncié a “quien mencionara a mi padre”

Solo a quienes añadieron falsedades, injurias o amenazas —muchas de ellas derivadas de las ficciones de Ríos.

5. Mi padre no era funcionario en 1934

Lo fue casi una década después. Pero le interesaba que lo fuera para hacer su relato sobre los funcionarios de la época
Ríos modifica su biografía para convertirlo en “personaje público”. Y aunque manifiesta pública y falsamente haberlo rectificado (así lo hizo saber su abogado en sesión judicial de 14 de octubre de 2024), tenemos libros suyos publicados en 2025 y tras sentencia civil que sigue diciendo lo mismo… Se ríe de la Justicia.

6. Ríos fue condenado por vulnerar el honor de mi padre

Y respondió acusando a la jueza de dictar una sentencia “franquista”.
Garantismo selectivo.


4. RÉPLICA NARRATIVA: “El derecho al recuerdo… ¿o a la propaganda? La historia según los amigos del catedrático”

El 14 de enero de 2024, Juan Antonio Ríos Carratalá volvió a hacer lo que lleva cinco años haciendo: convertir su blog en un espacio donde mezclar la épica de la víctima, la autoridad prestada de amigos literarios y la publicidad de sus libros.

Ignacio Martínez de Pisón. Fuente: Blog Varietés y República

Esta vez le tocó el turno a Ignacio Martínez de Pisón, novelista, Premio Nacional de Narrativa y —según Ríos— amigo de décadas. Nada tendría de particular si no fuera porque esta “amistad” sirve como comodín retórico para apuntalar un relato profundamente falso sobre mi padre.

Ríos presenta la solidaridad de Martínez de Pisón como una especie de aval ético:
si un novelista de prestigio lo apoya, él debe de tener razón.
El problema es que
el prestigio literario no convierte en verdad lo que es falso, ni dota de rigor a lo que nació como un libelo ideológico.

Ríos vuelve a difundir que mi padre fue “secretario del tribunal militar” que condenó a Miguel Hernández.
Una función que jamás tuvo, una atribución que él mismo sabe que es falsa, y una pieza imprescindible en la narrativa que lleva años vendiendo.

En su entrada, además, vuelve a presentarse como víctima de una “cruzada judicial”.
Curioso: un catedrático con decenas de artículos, entrevistas y libros a la espalda, hablando de ser perseguido…
por un hijo que pidió algo tan elemental como que no se mintiera sobre la vida de su padre.

Y tan elemental como recordar:
—que mi padre estaba cumpliendo
servicio militar obligatorio,
—que no redactaba
ni dictaba sentencias,
—que no formó parte de ningún consejo de guerra,
—que no tenía poder alguno,
y —sobre todo—
que Ríos
se inventó funciones para encajarlo en su relato ideológico.

Pero en este país es más fácil gritar “censura” que rectificar.

Según él, yo pretendía “borrar archivos históricos” y “reescribir la historia”.
Lo cierto es lo contrario:
si alguien ha manipulado documentos, cambiado fechas, inventado cargos y alterado trayectorias vitales, ha sido el señor Ríos Carratalá.
Por eso fue condenado en primera instancia en un juicio civil.
Y por eso su reacción fue desacreditar a la jueza llamando “franquista” a la resolución que emitió.

De ese detalle, en su blog, ni una línea, salvo la descalificación a la jueza y su sentencia para seguir con más de lo mismo....

La entrada continúa con la ya habitual autopromoción de sus libros, entre lamentos por su “acoso” y por un “macrojuicio” que —según él— pagarán “los contribuyentes”…
En cambio, no explica que ese juicio solo existe porque él decidió durante años
no rectificar y sostener falsedades en los medios de comunicación.

Ríos insiste en que “la Historia está hecha de nombres y apellidos”. De acuerdo.
Y por eso mismo, también está hecha de las responsabilidades de quienes los manipulan.

Mi padre no fue victimario ni tuvo poder alguno; y en cuanto a mi abuelo, también víctima de la guerra, Ríos llega incluso a colocarlo en un bando que no coincide con la realidad histórica: fue asesinado por milicias republicanas de la CNT-FAI pese a ser republicano, creyente y defensor de inocentes.”
En cambio, su propio padre, víctima
según él, aparece en sus textos como figura moralmente impecable.
Las víctimas, ya se sabe, son flexibles según quién las invoque.

Quizá lo más revelador sea que, después de tanto hablar del derecho al recuerdo, Ríos no quiera recordar algo muy sencillo:
que las falsedades tienen consecuencias.
Que las amistades literarias no sustituyen a la verdad.
Y que la “cruzada” que él denuncia no nació en mi casa, sino en su despacho.

5. NOTA FINAL DE TRANSPARENCIA

Esta respuesta se basa exclusivamente en documentos judiciales, archivos oficiales y pruebas verificables. Ninguna afirmación se sustenta en opiniones personales, sino en datos contrastados frente a las falsedades divulgadas sobre Antonio Luis Baena Tocón.


sábado, 15 de noviembre de 2025

EL ECO DE UN RELATO: CUANDO INSINUAR VALE MÁS QUE DEMOSTRAR

 

Fecha de publicación original: 29 de diciembre de 2023
Título original: El segundo volumen de Las armas contra las letras
Autor: Juan Antonio Ríos Carratalá
Enlace: https://varietesyrepublica.blogspot.com/2023/12/el-segundo-volumen-de-las-armas-contra.html


1. Tipo de alusión

Indirecta pero deliberada.
La entrada no introduce hechos nuevos: reitera la narrativa iniciada en mayo
(https://varietesyrepublica.blogspot.com/2023/05/los-consejos-de-guerra-de-periodistas-y.html) y reforzada en noviembre sobre la represión franquista contra periodistas y escritores, en el marco de su trilogía “Las armas contra las letras”.
En este texto, además, incluye
una referencia explícita al caso de Joaquín Dicenta Alonso, al que ya había vinculado indirectamente a mi padre, Antonio Luis Baena Tocón, de manera falsaria en su libro Nos vemos en Chicote (pág. 192).

La mención no aclara nada, pero mantiene la insinuación: la estrategia no es informar, sino dejar flotando una asociación que otros reproducirán.


2. Estrategia discursiva del autor

  • Repetición estratégica: vuelve a exponer la misma narrativa que en publicaciones anteriores (mayo y noviembre), sin novedades relevantes.

  • Autopromoción académica: presenta la publicación del segundo volumen como “gran aportación histórica”, enmarcándose como protagonista moral del relato.

  • Uso insinuante de nombres: menciona a Joaquín Dicenta Alonso, pero no aporta información nueva ni precisa; simplemente mantiene viva la falsa sombra de relación con mi padre.

  • Construcción de autoridad: apela a su acceso a archivos y a su proyecto “ciclópeo” como garantía de verdad incuestionable.

  • Silencios calculados: no aclara su afirmación anterior en Nos vemos en Chicote, ni rectifica —aunque ha sido advertido de sus errores.


3. Puntos discutibles

  • Ausencia de hechos nuevos: la entrada no aporta datos inéditos, solo refuerza un relato ya lanzado.

  • Mención sesgada de nombres propios: utiliza el caso Dicenta sin precisar fuentes ni contexto, alimentando asociaciones insinuadas.

  • Falta de rectificación: ignora las advertencias y no corrige afirmaciones anteriores que afectan a personas reales.

  • Autolegitimación constante: se presenta como garante de verdad histórica sin abrir espacio real a contraste.

  • Estrategia de desgaste: mantener insinuaciones en el tiempo para que calen como “verdades aceptadas”.


4. Réplica narrativa: “El eco puede ser más eficaz que el grito”.

En su entrada del 29 de diciembre de 2023, Ríos Carratalá no dice nada nuevo. Simplemente repite. Repite su narrativa sobre la represión franquista, repite su autopromoción y, lo más grave, repite la insinuación.
Menciona a Joaquín Dicenta Alonso como quien deja caer un nombre en una conversación cargada de subtextos. No lo explica, no lo documenta, no lo precisa. Solo lo deja flotando. Y así se mantiene vivo un vínculo que no existe más que en su discurso: el que asocia el caso Dicenta con mi padre.
No es un error aislado: es una estrategia. El silencio selectivo no es neutralidad, es manipulación calculada. Al no rectificar lo dicho en Nos vemos en Chicote, perpetúa una insinuación que ha causado y sigue causando daño.
Repetir sin probar, insinuar sin aclarar y hablar desde un púlpito académico no es hacer historia: es fabricar un relato de poder. Y en este caso, a costa de personas reales.

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 📌 Esta entrada complementa el análisis publicado el 12 de noviembre de 2023, centrado en la construcción de una memoria selectiva por parte de Ríos Carratalá. La reiteración de este relato en diciembre muestra cómo las insinuaciones —aunque no se repitan con nuevas pruebas— se consolidan a base de eco y silencio.


MEMORIA SELECTIVA: CUANDO LAS VÍCTIMAS SON SOLO ALGUNAS

 

Título original: Periodistas y escritores republicanos: las cifras de la represión

Fecha: domingo, 12 de noviembre de 2023

Enlace:

https://varietesyrepublica.blogspot.com/2023/11/periodistas-y-escritores-republicanos.html




Introducción

El 12 de noviembre de 2023, el blog Varietés y República, del catedrático de Literatura Española de la Universidad de Alicante, Juan Antonio Ríos Carratalá, publicaba una extensa relación de represaliados del franquismo: periodistas, escritores, poetas, caricaturistas… El listado es minucioso, abundante, casi obsesivo. Y, sin embargo, resulta parcial: solo se detiene en unas víctimas, mientras otras quedan invisibles, silenciadas, ignoradas.

No deja de ser curioso —y hasta ofensivo— que en sede judicial Ríos afirme estar “con las víctimas”. Pero lo que sus textos muestran es otra cosa: que solo lo está con ciertas víctimas. O dicho más claro: con las que le sirven a su relato.


La otra mitad silenciada

Recordar a los represaliados del bando nacional no es un problema. El problema es usar ese recuerdo como arma política mientras se sepulta en el olvido a los represaliados del bando republicano. Porque sí, los hubo: periodistas, escritores, poetas, caricaturistas y miles de religiosos y laicos asesinados por sus ideas, por sus creencias o simplemente por ser quienes eran.

He aquí algunos nombres (la lista es enorme, de miles y miles más) que rara vez aparecen en las páginas de Ríos Carratalá:

  • Ramiro de Maeztu – Ensayista y periodista; fusilado en Aravaca (1936).

  • Pedro Muñoz Seca – Dramaturgo; fusilado en Paracuellos (1936).

  • Manuel Bueno Bengoechea – Periodista y diputado; fusilado en Paracuellos (1936).

  • José María Albiñana – Médico y periodista; fusilado en Paracuellos (1936).

  • José María Hinojosa – Poeta del 27; fusilado en Málaga (1936).

  • Joaquín Amigo – Escritor y profesor; asesinado en Ronda (1936).

  • Víctor Pradera – Pensador tradicionalista; fusilado en San Sebastián (1936).

  • Melquíades Álvarez – Jurista y publicista; asesinado en la Cárcel Modelo de Madrid (1936).

  • Julio Ruiz de Alda – Aviador y publicista; asesinado en la Cárcel Modelo (1936).

  • Carles Rahola – Escritor y periodista; fusilado en Gerona (1939).

  • Josep Maria Planes – Periodista; asesinado en Barcelona (1936).

  • Enrique Varela Hervías – Caricaturista; asesinado en Madrid (1936).

  • Jesús Domínguez – Ilustrador; fusilado en Sevilla (1936).

  • Francisco Baena Jiménez – Abogado y secretario del Ayuntamiento de Torrelaguna; asesinado en la capilla de monjas de clausura Concepcionistas Franciscanas en dicha localidad (1936)

  • Mártires claretianos de Barbastro (60) – Fusilados en 1936.

  • Carmelitas de Toledo (16) – Fusilados en 1936.

  • Anselmo Polanco – Obispo de Teruel; fusilado en 1939.

  • Mártires de Turón (1934) – Hermanos de La Salle y un pasionista; canonizados en 1999.

Todos ellos y miles más son también víctimas, aunque su memoria no encaje en el relato maniqueo de quienes prefieren mirar con un solo ojo.


El abuso del bulo y de la etiqueta

Recordar horrores no necesita de trampas. No hace falta inventar bulos historiográficos ni levantar engranajes ficticios donde se incrusta, de manera injusta y fanática, a personas que también fueron víctimas. Ese ha sido el caso de mi padre, Antonio Luis Baena Tocón, a quien Ríos Carratalá se empeña en colocar etiquetas ideológicas y represivas que no se sostienen con documentos contrastados.

La paradoja es sangrante: se pretende honrar a las víctimas de un bando creando falsos culpables en el otro. Se predica memoria y se practica difamación. Se proclama respeto y se reparte estigma.


Conclusión

La memoria a medias no es memoria: es propaganda. La justicia que solo reconoce a unas víctimas y desprecia a otras no es justicia: es sectarismo.
Dar publicidad a los represaliados de un bando mientras se oculta a los del otro solo sirve para ahondar trincheras, alimentar odios y perpetuar un relato fanático.

Si de verdad queremos aprender de la historia, habrá que empezar por recordar a todas las víctimas y dejar de manipular su memoria para agendas ideológicas. Porque solo así el pasado deja de ser arma y empieza a ser enseñanza.

LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN CONVERTIDA EN MONÓLOGO

 

Cuando el victimismo se disfraza de ciencia: “Las armas contra las letras”



Fecha de publicación original: 29 de octubre de 2023
Título original: Las armas contra las letras, en prensa y en la prensa
Autor: Juan Antonio Ríos Carratalá
Enlace: https://varietesyrepublica.blogspot.com/2023/10/las-armas-contra-las-letras-en-prensa-y.html


1. Tipo de alusión

Indirecta.
Ríos Carratalá no menciona nombres ni casos concretos aquí, pero reafirma —de forma solemne y autorreferencial— su papel como supuesto “defensor de la libertad de expresión” frente a un contexto represivo. En este marco
se apropia discursivamente del concepto de libertad, proyectando sobre su propia figura el papel de héroe académico frente a quienes, como el usuario, han cuestionado sus falsedades documentales.


2. Estrategia discursiva del autor

  • Autolegitimación pública: se presenta como un investigador comprometido, víctima de la magnitud de su propia tarea “ciclópea”.

  • Apropiación de conceptos nobles: utiliza “libertad de expresión”, “ciencia”, “rectificación”, “evolución del conocimiento” como escudos retóricos, sin aplicarlos realmente cuando se le contradice.

  • Buenismo calculado: finge apertura al debate y disposición a rectificar, cuando en la práctica ha ignorado solicitudes legítimas y se ha beneficiado de su posición académica y mediática.

  • Construcción de un relato heroico-victimista: presenta su labor como sacrificio personal —“si la salud me lo permite…”— para reforzar su imagen pública.

  • Silencio selectivo: omite toda referencia a casos en que se ha demostrado que tergiversó información (como el de Antonio Luis Baena Tocón), blindándose tras un discurso genérico.


3. Puntos discutibles

  • Uso retórico de la libertad de expresión: invoca principios universales mientras se beneficia de un desequilibrio de poder que le permite hablar sin ser cuestionado en igualdad de condiciones.

  • Falsa apertura al diálogo: declara estar abierto a críticas y rectificaciones, pero ha ignorado o minimizado solicitudes bien fundamentadas.

  • Autopromoción académica: convierte un proyecto de investigación en un acto épico personal, atribuyéndose una autoridad moral que no le corresponde.

  • Victimismo estratégico: presenta su trabajo como una carga personal para reforzar su legitimidad y blindarse ante críticas.

  • Hipocresía discursiva: predica rectificación científica mientras construye un muro institucional y mediático para proteger sus falsedades.


4. Réplica narrativa: “La libertad de expresión convertida en monólogo”

La épica académica también puede ser un disfraz.
Ríos Carratalá escribe sobre su “gran proyecto” de investigación como si fuera un héroe solitario enfrentado a las tinieblas. Habla de libertad de expresión, de ciencia, de rectificación y de conocimiento compartido. Suena muy bien, casi conmovedor. Pero la práctica ha sido bien distinta.
Cuando alguien —como yo— le ha señalado errores graves, falsedades y tergiversaciones, no ha habido ni rectificación, ni apertura al diálogo, ni respeto por la igualdad de condiciones. Solo silencio, victimismo y recursos de poder académico.
Se presenta como un defensor de quienes “ejercieron la libertad de expresión en la etapa republicana”, pero ignora por completo que otros —como mi propio abuelo— también ejercieron su libertad, y pagaron con su vida a manos de sus correligionarios. Porque no todos entendían lo mismo por “libertad de expresión”, ni entonces ni ahora.
Hablar de libertad es fácil cuando uno controla la tribuna, la prensa amiga y el relato. Mucho más difícil es aceptar que la libertad implica también escuchar, responder y rectificar cuando se miente.
No hay mayor cinismo que predicar apertura cuando se vive cómodamente blindado por el poder institucional.

viernes, 7 de noviembre de 2025

DECLARACIÓN PÚBLICA “Cuando el autor del bulo te sigue en Facebook…”

 


7 de noviembre de 2025


Hoy he recibido varios mensajes de Facebook y, para mi sorpresa, uno de ellos anunciaba que un señor llamado
Juan Antonio Ríos Carratalá había empezado a seguirme.
Al principio pensé que se trataría de un homónimo, pero no: era
el mismo catedrático de Literatura Española de la Universidad de Alicante que, en 2019 (año en el que me di cuenta), resultó ser autor de varias URLs en las que vertía falsedades más que evidentes sobre mi padre, fallecido hace muchos años.

Por esa razón me dirigí a él, pidiéndole que retirara esas publicaciones por su falta de veracidad.
Me contestó con
falsa amabilidad y gran cinismo, asegurando que lo haría de inmediato y afirmando al mismo tiempo que sus textos eran “documentados y rigurosos”.
Incluso hizo gestiones para que algunas URLs dependientes de otras p
ersonas o entidades también fueran retiradas.
Las eliminó de inmediato, pero… con el tiempo se comprobó que
todo aquello no fue más que una escena teatral, digna del teatrólogo que dice ser.

Era el mismo catedrático que sabía perfectamente lo que había escrito, y que no se limitaba a esas pocas direcciones, sino que llevaba muchos años viviendo del mismo relato, repitiéndolo en artículos, entrevistas, conferencias y libros.
En ellos, los documentos históricos fueron
manipulados ideológicamente, y el rigor brilló por su ausencia, salvo a la hora de reescribir falsamente la vida entera de mi padre.

Cuando fue sorprendido en su propia falsedad —un bulo monumental en el que involucró a mi padre, atribuyéndole funciones que nunca tuvo y haciéndolo partícipe de un engranaje represor por el que supuestamente obtendría innumerables beneficios—, optó por huir hacia adelante, haciéndose la víctima y autoproclamándose “defensor de las víctimas”, aunque solo de aquellas que encajan en su ideología. Igualmente ha ido engrosando su “descubrimiento” con nuevos comentarios, artículos, entrevistas, publicaciones...
Ha practicado un
trincherismo guerracivilista permanente, nada que ver con el estudio de la Historia, reabriendo heridas y presentando su visión parcial como verdad incuestionable.

No es historiador, aunque se autodefina como tal sin ser licenciado en Historia —algo que varios historiadores me han confirmado—.
Es un
intruso en la profesión, que disfraza su fanatismo ideológico con lenguaje académico y difunde una visión sectaria y crispadora desde su puesto universitario.

Sus falsedades han sido respaldadas por colegas suyos que han preferido creerle sin contrastar nada, movidos por un corporativismo ideológico que se impone sobre la verdad y/o por el temor a ser señalados por no alinearse con el “progresismo” reinante (es decir, a ser tachados de “fachas”).
A esos mismos colegas, cuando se les pregunta por escrito o personalmente —y me he reunido con algunos—, se les
cae la máscara: alegan que “no sabían”, que “creían que el proceso judicial era por otros motivos” o que “desconocían el proceso que dio lugar a la polémica”.
Pero no:
fue simplemente por decir la verdad y exigir rigor donde había manipulación.

El mismo catedrático alegó falsamente que yo estaba “en contra de la libertad de expresión y de cátedra”, que quería “reescribir la historia” —cuando eso es precisamente lo que ha hecho este señor—, que “estaba a favor de la censura de épocas pasadas” o que pretendía “borrar archivos históricos”.
Y entonces aparecieron multitud de colegas
en los medios que daban lecciones sobre la “libertad de expresión” (entre ellos, algún amigo mío) repitiendo que “la historia no se puede cambiar”; otros sacaron a Franco y la censura, y otros añadieron que “los archivos históricos son los que son”, con lo que estoy totalmente de acuerdo, pero no que se consideren como tales los artículos de este señor, como al parecer él los considera, por muy catedrático de Literatura Española que sea.

Nada más lejos de la realidad: jamás pedí borrar archivos ni reescribir la historia.
Me limité a pedirle a él —personalmente— que retirara algunos textos de los
muchos contenedores de falsedades que él mismo había publicado.
Lo falso no se convierte en historia por estar impreso.

A partir de ahí, puso en marcha una operación mediática en su defensa: un periodista ideológicamente afín me tendió una trampa y, en pocas horas —tras un simple intercambio de correos electrónicos—, El País publicó una primera versión deformada de los hechos.
Desde ahí se propagó una cadena de titulares copiados unos de otros, a los que cada medio añadió sus propias “cosechas” —que luego han negado—, pero
todas están peritadas y tienen algo en común: nadie contrastó ni un solo dato, ni conmigo ni con los archivos históricos.

El catedrático tuvo voz exclusiva; la víctima, ninguna.
(¿Quién censuró a quién?)

Ese mismo señor, con el respaldo de amigos bien situados —académica, política o económicamente—, ha convertido mi vida y la de mi familia en un calvario,
Y en ese clima de
guerracivilismo alimentado desde la universidad y amplificado por los medios, no han faltado insultos y amenazas graves, ya denunciadas en parte, aparte de innumerables daño de todo tipo prolongados en el tiempo: morales, familiares, sociales, económicos, médicos, etc.

Cuando alguien me sigue en redes sociales, suelo mirar quién es.
Y entre los seguidores de este catedrático hay de todo:
incondicionales formados y no formados, agradecidos porque escuchan lo que quieren oír.
A eso se le llama
retroalimentación ideológica, y a él —como buen egocéntrico narcisista— le encanta difundir en su blog los aplausos que recibe.
Dudo mucho que muchos de ellos sepan realmente
quién fue mi padre, salvo lo que dice Ríos Carratalá, pero ni tan siquiera quién fue Miguel Hernández.
Y si el teatrólogo es quien les da los “datos” que desean oír, entonces la
desmemoria está garantizada.

Miguel Hernández, convertido en icono de la izquierda, genera pasiones y clichés.
Pero cada vez estoy más convencido de que pocos lo han leído —y mucho menos con profundidad—.
Yo sí: tengo sus
Obras Completas desde hace años, y las leí sin prejuicios.

Quizá ahora no se me ocurran más cosas que decir, pero vendrán.
Mientras tanto, quien quiera conocer la verdad y los documentos que lo demuestran puede hacerlo aquí:
👉 www.antonioluisbaenatocon.es

Y muy especialmente en el blog, donde he ido respondiendo una a una a las falsedades publicadas por el profesor Ríos Carratalá en su página Varietés y República o en otros medios.
Y lo seguiré haciendo, porque en justicia se lo debo a mi difunto padre.


Declaración final

No he perseguido censura alguna ni pretendido silenciar la historia.
Solo he defendido
la verdad, la honra y la memoria de mi padre, falsamente implicado en un relato ideológico que no se sostiene documentalmente.
Si eso —decir la verdad— se interpreta como una amenaza a la “libertad de cátedra”, entonces el problema no está en quien la reclama, sino en quien
la utiliza como escudo para mentir.

CUANDO EL DOLOR AJENO SE CONVIERTE EN MÉTODO

  (A propósito de “Los familiares de las víctimas”) L a memoria como coartada moral Víctimas, etiquetas y el historiador justiciero 1....