jueves, 19 de junio de 2025

ESPAÑA EN LIBERTAD (¿PARA QUIÉN?)

 

La conmemoración del 50º aniversario de la muerte de Franco: ¿memoria, manipulación o polarización?

2025 marca medio siglo sin el dictador Franco. La iniciativa oficial “España en libertad” propone más de cien actividades para rememorar el camino democrático, pero divide opiniones. En este artículo, además de contextualizar las acciones institucionales y las críticas que ha generado, comparto mi experiencia personal y el escepticismo que comparto con muchas otras personas de valía que no se pliegan al pensamiento único.


Durante el año 2025, el Gobierno de España ha decidido impulsar un programa de actos conmemorativos bajo el lema “España en libertad. 50 años”, coincidiendo con el cincuentenario de la muerte del dictador Francisco Franco. Aunque en principio podría parecer una iniciativa orientada a reforzar los valores democráticos, la experiencia personal que yo mismo he vivido me obliga a cuestionar la verdadera naturaleza de esta campaña.

Desde el Gobierno se ha afirmado que no se trata de celebrar una muerte, sino de conmemorar el proceso de transición hacia la democracia, con más de un centenar de actividades en todo el país: exposiciones, documentales, actos en embajadas, ciclos escolares, escape rooms y nombramientos de lugares de memoria [1]. El ministro Ángel Víctor Torres declaró que el objetivo es “defender la vida en libertad frente a la muerte” [2]. A mí, con todo respeto, me cuesta creer que el Sr. Torres y sus asesores —con el historial que arrastran— estén pensando precisamente en quienes hemos sido víctimas de la falsificación histórica. Tal vez defiendan la vida... pero solo si coincide con su relato.

No obstante, muchos ciudadanos y colectivos han expresado su malestar ante lo que consideran una estrategia de oportunismo político. Se habla de tono guerracivilista, de memoria utilizada como arma ideológica y de una maniobra para distraer de problemas actuales como la corrupción o el descrédito institucional [3]. Yo comparto ese escepticismo. Y no porque me lo hayan contado: lo he vivido.

He vivido en carne propia las consecuencias de una memoria histórica mal entendida. Mi padre fue difamado públicamente por el catedrático Juan Antonio Ríos Carratalá, quien, amparado en su condición de experto universitario, se permitió falsear datos sobre su vida y reinterpretar documentos históricos sin rigor. Cuando denuncié estos hechos, algunos historiadores no solo guardaron silencio, sino que incluso lo respaldaron. Uno de ellos es el catedrático Ismael Saz, miembro del comité de expertos que asesora al Gobierno en esta conmemoración [4].

Si un historiador puede reescribir impunemente la vida de una persona y otro lo apoya

públicamente, yo no puedo confiar en la supuesta objetividad de esta campaña. El comité científico que supuestamente debería aportar rigor y pluralidad no me ofrece garantías. ¿Cómo confiar en una memoria democrática cuando quienes la redactan participan activamente en la deformación de la verdad y en la estigmatización de determinadas familias o trayectorias personales? Se diría que algunos solo consideran democrático aquello que firman ellos mismos.

Tampoco me tranquiliza ver cómo algunos medios de comunicación, sin contraste alguno, repiten los argumentos oficiales o incluso los bulos historiográficos promovidos por estos mismos expertos [5]. Se crea así una hegemonía narrativa, donde solo una versión del pasado tiene espacio y validez, y cualquier voz crítica es marginada, ridiculizada o simplemente silenciada.

Sé que a algunos esto les puede parecer exagerado. O incluso incómodo. Siento pensarlo así. Ojalá pudiera creer que esta conmemoración será un homenaje plural, riguroso, abierto a la verdad. Pero los hechos que he padecido —y que han padecido otras personas de gran valía que tampoco se han sometido al pensamiento único— me obligan a dudar. No somos pocos los que, por discrepar, hemos sido silenciados o despreciados. No por lo que hemos hecho, sino por lo que nos hemos atrevido a decir. Y en esta democracia conmemorativa, lo que más se penaliza no es el pasado que uno tiene, sino la versión que uno no comparte.

En abstracto, conmemorar el paso de una dictadura a una democracia es, sin duda, una acción necesaria. Pero hacerlo desde el sesgo ideológico, sin pluralidad, sin autocrítica, y excluyendo voces que podrían matizar la historia, es una forma más de reescribirla. Y si quienes deforman la historia son también los encargados de celebrarla, entonces esta conmemoración deja de ser un homenaje a la libertad para convertirse en una demostración de poder. Una ceremonia de autosatisfacción, con toga y subvención.

Por todo ello, no puedo ver en “España en libertad” una celebración inclusiva ni rigurosa. Lo que he padecido me obliga a pensar que esta campaña no busca la verdad, sino la reafirmación de un relato cerrado, excluyente y, demasiadas veces, injusto.


Epílogo

“Quien controla el pasado, controla el futuro. Quien controla el presente, controla el pasado.”
George Orwell, 1984
“La historia es escrita por los vencedores. La memoria, por los que resisten.”
Atribuido a distintos autores, pero apropiado para tiempos donde el relato oficial no admite réplica.
“Cuando el historiador olvida su deber y se convierte en militante, deja de escribir historia para empezar a dictar doctrina.”
Reflexión personal


Referencias:

1.     "Sánchez anuncia un centenar de actos en 2025 por los 50 años de la muerte de Franco", Europa Press, 10/12/2024.

2.     "El Gobierno defiende la campaña ‘España en libertad’". eldiario.es, 7/01/2025.

3.     "Críticas desde sectores sociales y el PP". La Razón, 20/12/2024; El Debate, 7/01/2025.

4.     "Moncloa nombra a un comité científico con Ismael Saz al frente de la conmemoración". El Confidencial Digital, 19/01/2025.

5.     "Los medios replican sin matiz el relato oficial sobre la memoria histórica", El Mundo, 8/01/2025; Público, 11/12/2024.


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