martes, 17 de junio de 2025

EL CATEDRÁTICO Y SU ALUMNO: SONRISAS PARA TAPAR UN FRAUDE

En su último artículo, el profesor Juan Antonio Ríos Carratalá elogia a un alumno llamado Luis Gimeno, pero lo hace para distraer de una crítica documentada: haber atribuido falsamente a mi padre, que cumplía el servicio militar obligatorio, funciones represivas que jamás ejerció ni pudo ejercer.


1. Lo que parece y lo que es

En su entrada del blog Varietés y República, publicada el 17 de junio de 2025 y titulada "La suerte de tener alumnos como Luis", el catedrático Juan Antonio Ríos Carratalá se presenta como un profesor agradecido, inspirado por la juventud que lo rodea, y especialmente orgulloso de un alumno ejemplar: Luis Gimeno. Hasta ahí, nada objetable. Sin embargo, lo que parece una amable reflexión pedagógica encierra en realidad una maniobra evasiva: una respuesta encubierta a una crítica que no se atreve a mencionar.

Porque el profesor no escribe desde la serenidad de un aula, sino desde la incomodidad de saberse desmentido. Y no con opiniones, sino con documentos judiciales. Desde hace años, Ríos Carratalá ha sostenido —sin pruebas— que mi padre, Antonio Luis Baena Tocón, participó activamente en causas represivas del franquismo, aunque se empeñe en hacerlo ver así. Lo escribió en su libro Nos vemos en Chicote, lo repitió en entrevistas y artículos, y lo sigue diciendo incluso después de haber sido condenado judicialmente, aunque sea en primera instancia, por intromisión ilegítima en el honor.

Lo cierto es que mi padre realizó su servicio militar obligatorio, como tantos otros jóvenes de la posguerra. Estuvo destinado en un juzgado militar, pero no tenía poder de decisión ni responsabilidad sobre juicios ni sentencias. No fue juez, ni fiscal, ni actor represivo. Fue un militar de reemplazo cumpliendo órdenes. Y cuando tuvo la oportunidad de continuar su carrera militar, la rechazó con claridad, según testimonios familiares, porque —y cito textualmente— “no le gustaba lo que allí veía”.

Nada de eso importó a Ríos Carratalá. Le bastó que trabajara allí para asignarle el papel de cómplice, para revestirlo de verdugo y convertirlo en blanco de su relato ideológico. Ha querido pintarlo como militar, para colmo franquista, y para mayor colmo represor. Todo ello es rotundamente falso.


2. La crítica que no nombra (pero que teme)

Recientemente, en un espacio público, alguien llamado Luis Gimeno dejó un comentario donde señalaba —con toda razón— que atribuir falsamente funciones represivas a quien no las tuvo es una forma de fraude historiográfico. El comentario no contenía insultos ni exageraciones. Simplemente apelaba a la verdad.

¿Qué hace el catedrático? ¿Responde con argumentos? ¿Reconoce la crítica y la rebate? No. Escribe un artículo entero sobre lo simpático, educado y sonriente que es otro Luis Gimeno, alumno suyo. Como si así pudiera desviar la atención. Como si bastara con insinuar que se trata de una confusión para eludir el fondo del asunto:
📌 ¿Dijo la verdad cuando escribió lo que escribió sobre mi padre?


3. Lo que dicen los documentos

En la página 192 de Nos vemos en Chicote, Ríos Carratalá escribió que varios periodistas represaliados tras la Guerra Civil —Valentín de Pedro, Virgilio de la Pascua Garrido, Alberto Marín Alcalde y Joaquín Dicenta Alonso— “pasaron por las manos de un juez implacable y un secretario empeñado en buscar huellas de los delitos en la Hemeroteca Municipal de Madrid”. Ese secretario, según el propio contexto del libro, era mi padre.

Pero basta consultar los archivos judiciales para desmontar esa afirmación. Revisé personalmente los sumarios de esos periodistas en el Archivo General e Histórico de Defensa, y en ninguno de ellos aparece ni el nombre, ni la firma, ni intervención alguna de Antonio Luis Baena Tocón.

Aquí los datos:

  • Valentín de Pedro: Sumarios 13919, 15519, 15119 y 5791 → ❌ No figura

  • Virgilio de la Pascua Garrido: Sumarios 6356 y 2717 → ❌ No figura

  • Alberto Marín Alcalde: Sumario 23830 → ❌ No figura

  • Joaquín Dicenta Alonso: Sumario 13149 → ❌ Tampoco figura

Estos datos constan como documento 35 de la demanda civil que interpuse, la misma que derivó en sentencia condenatoria por intromisión ilegítima en el honor de mi padre.


4. Entre la pedagogía y la propaganda

Elogiar a un alumno no es delito. Manipular la memoria de los muertos, sí lo es moralmente. Y cuando un catedrático usa su blog para presentar una supuesta "reflexión docente" mientras esquiva preguntas esenciales sobre su responsabilidad como autor, lo que hace no es pedagogía, sino propaganda.

Más allá del teatro de los halagos, el profesor elude lo que realmente importa:
📌 ¿Por qué escribió lo que escribió si los documentos lo desmienten?
📌 ¿Por qué sigue repitiendo la fábula, pese a la sentencia judicial?
📌 ¿Por qué necesita tanto que mi padre sea el villano de su relato?


5. Conclusión: la memoria no es una fábula

Luis Gimeno, sea quien sea, probablemente no tiene nada que ver con esta historia. El problema no es él. El problema es que la sonrisa de un alumno no borra las falsedades de un profesor. Y que un académico, lejos de corregir sus errores o asumir su falta de rigor, siga escondiéndose detrás de metáforas, adulaciones y silencios interesados.

A mí no me preocupa si pasea con perritos o enseña con Lope. Me preocupa que siga utilizando el pasado como arma ideológica, que siga difamando sin pruebas, y que lo haga desde un púlpito académico que lo ampara en lugar de pedirle cuentas.

Eso no es memoria democrática. Eso es, simplemente, un abuso con pretensiones de legitimidad.

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