El relato por encima de la verdad: del poder político al académico; de Moncloa a la cátedra: el arte de no rendir cuentas.
Cuando el poder se ejerce sin autocrítica, lo único que importa es conservar la máscara. Tanto en la política como en el mundo académico, hay quienes se blindan con su cargo, reescriben la realidad, se victimizan ante cualquier crítica, descalifican a otros y seleccionan qué víctimas merecen memoria. Esta es la historia paralela de dos figuras distintas —Pedro Sánchez y Juan Antonio Ríos Carratalá— con un inquietante parecido en el modo de actuar.
¿En qué se parecen?
1. Usar el cargo como coartada
Pedro Sánchez se ampara en La Moncloa como símbolo de legitimidad. Juan Antonio Ríos Carratalá lo hace tras su cátedra universitaria. Ambos utilizan su posición institucional para blindarse frente a la crítica, como si el cargo otorgara automáticamente razón y moral.
Quien se atreve a cuestionarlos no se enfrenta a un interlocutor, sino a un tótem: “¿Cómo vas a poner en duda al presidente del Gobierno?” “¿Cómo vas a corregir a un catedrático?”
Así, convierten el estatus en dogma, y cualquier error queda amortiguado por el peso del título.
2. Narrativa como obsesión
En
lugar de rectificar, perfeccionan la versión. Sánchez responde a
los escándalos con auditorías y reformas cosméticas… pero sin
tocar el núcleo del poder que permitió el abuso.
Ríos, por su
parte, redobla sus publicaciones, da nuevas entrevistas, reescribe
capítulos con los mismos bulos y los adorna con homenajes
sentimentales sin fundamento.
No se comportan como investigadores o servidores públicos, sino como dramaturgos de una ficción ideológica: escriben el guion, reparten los papeles y eliminan cualquier voz que desentone.
3. Victimismo interesado
Ambos
dominan el arte de la inversión moral. Sánchez se presenta como
“engañado” por los suyos, dolido, ofendido… mientras los
escándalos lo rodean.
Ríos también se declara víctima de
ataques y campañas contra su persona.
Pero en mi caso, como hijo de Antonio Luis Baena Tocón, funcionario fallecido e injustamente difamado, puedo dar fe de que el verdadero daño fue el suyo: él mintió sobre mi padre, y cuando se lo señalé, intentó desacreditarme a mí. Primero con tono amable y académico. Después, con el silencio o el desprecio.
Ese es el manual: hacerse la víctima para no rendir cuentas.
4. Corporativismo y propaganda
Cuando
hay crisis, lo que hacen no es abrirse a la verdad, sino cerrar
filas.
Sánchez monta comités, ruedas de prensa, anuncios
solemnes… pero nunca se plantea una moción de confianza o unas
elecciones.
Ríos organiza presentaciones de libros,
conferencias, se rodea de colegas de confianza y medios afines…
pero nunca una rectificación pública ni una revisión honesta de
sus errores.
Ambos practican la simulación de la transparencia. Todo es interno, endogámico, previsible. La crítica externa es ignorada o neutralizada. Y el entorno mediático o académico que los acompaña prefiere mirar a otro lado: callar, justificar o repetir el relato.
5. Memoria selectiva
Hablan
de memoria, justicia, derechos… pero solo para los suyos.
Las
víctimas que no se ajustan al marco ideológico son silenciadas.
En mi caso, mi abuelo —fusilado por milicianos republicanos en 1936 por su fe y su negativa a participar en asesinatos— fue ocultado, tergiversado y reconvertido en una figura que sirviera al relato de Ríos.
Así
lo presentó como una víctima del franquismo o del “bando
nacional”, ignorando deliberadamente los hechos reales, para dar
más credibilidad al bulo realizado sobre mi padre.
La
víctima republicana fue convertida en un decorado útil,
y su nieto, en un obstáculo a neutralizar.
Conclusión: cuando el relato vale más que la verdad
cuando quienes ostentan el poder —sea político o académico— usan su ideología para decidir qué víctimas merecen memoria y cuáles deben ser silenciadas, lo que construyen no es memoria democrática. Es propaganda. Es revancha. Es sectarismo envuelto en causa noble.
Pedro Sánchez y Juan Antonio Ríos Carratalá se presentan como garantes de la libertad, el progreso y la justicia. Pero su forma de actuar contradice cada uno de esos valores. Ambos se maquillan ante el espejo del relato, mientras detrás se acumulan las verdades silenciadas, las víctimas olvidadas y las voces que no encajan en el guion.
El poder mal ejercido tiene siempre los mismos síntomas:
Título como escudo,
Relato como verdad,
Victimismo como defensa,
Entorno protector,
Y memoria manipulada.
Lo más grave es que, en ambos casos, la verdad estorba. Molesta. Se descarta. La prioridad no es hacer justicia, sino salvar el relato, mantener el decorado.
Y
así, la verdad —esa incómoda, molesta y a veces silenciosa
verdad— queda sola.
Desnuda.
Enterrada bajo el decorado de la impostura.
Fuentes consultadas
El País. (2025, 16 de junio). Última hora de la actualidad política, en directo | Sánchez, tras la ejecutiva del PSOE: “No vamos a tapar la corrupción que surja en nuestras filas”.
👉 https://elpais.com/espana/2025-06-16/ultima-hora-de-la-actualidad-politica-en-directo.htmlCadena SER. (2025, 16 de junio). Pedro Sánchez tiene que ir más allá de lo anunciado si quiere recuperar algo de confianza y de credibilidad.
👉 https://cadenaser.com/nacional/2025/06/16/pedro-sanchez-tiene-que-ir-mas-alla-de-lo-anunciado-si-quiere-recuperar-algo-de-confianza-y-de-credibilidad-cadena-ser/El País. (2025, 14 de junio). Sánchez o PSOE: el dilema del poder personalista y la presión interna tras el caso Koldo.
👉 https://elpais.com/espana/2025-06-14/sanchez-o-psoe.htmlLa Vanguardia. (2025, 13 de junio). El ministro Ángel Víctor Torres reconoce que Sánchez se equivocó al confiar en algunas personas del partido.
👉 https://www.lavanguardia.com/politica/20250613/9642135/torres-sanchez-error-confianza-caso-koldo.html
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