“Y, al
final, el recurso fue aceptado” (1 de agosto de 2019)
Enlace al blog de Ríos Carratalá:
https://varietesyrepublica.blogspot.com/2019/08/y-al-final-el-recurso-fue-aceptado.html
Tipo de alusión
Indirecta, irónica y tergiversadora.
Ríos no menciona ni mi
nombre ni el de mi padre, pero alude con sarcasmo a la aceptación de
un recurso de alzada que él mismo presentó para
impugnar la resolución favorable a mi queja contra sus escritos. Se
apoya en un titular sensacionalista —“no se puede borrar la
historia”— para reforzar su narrativa: según él, yo pretendía
eliminar el pasado. En realidad, lo que reclamaba era la corrección
de falsedades concretas.
Estrategia discursiva
Utiliza una entrevista en prensa como validación mediática de su relato, sin matices.
Presenta la aceptación de su recurso como una suerte de victoria contra la censura.
Recurre a frases lapidarias para desviar la atención del fondo del asunto.
Tergiversa la naturaleza de mi reclamación: no fue para “borrar historia”, sino para corregir invenciones presentadas como hechos.
Puntos discutibles o falsos
Confunde hechos con opiniones, y eleva sus textos de opinión al rango de “historia intocable”.
Oculta que la resolución favorable a mi queja se basó en la falsedad documental de sus afirmaciones, no en una petición de censura.
Aunque llegó a contactar conmigo pidiéndome cínicamente “colaboración” y lo hizo solo después de haberse posicionado públicamente, tras promover su relato en los medios y en redes sociales, con un efecto Streisand amplificado y desproporcionado.
Invierte los roles: se presenta como víctima de censura, cuando fue él quien vulneró el derecho al honor con publicaciones infundadas.
Réplica narrativa: Lo que se aceptó fue mi verdad, no su bulo
En esta entrada, Juan Antonio Ríos Carratalá celebra con sorna que su propio recurso de alzada fuera aceptado por la administración universitaria.
Pero no explica en qué
consistía.
No menciona que ese recurso fue contra una
resolución que me daba la razón a mí.
No
menciona ni uno solo de los argumentos de fondo que originaron mi
queja.
Solo repite, como consigna, su frase favorita: “no
se puede borrar la historia”.
Y para reforzar su
teatralización, acompaña su entrada con una imagen de prensa en la
que aparece sonriente, junto a ese mismo titular lapidario.
Pero nadie intentó borrar nada.
Lo que se
pidió fue que se corrigieran falsedades.
En sus textos —que
él presenta como si fueran documentos históricos— afirmaba que mi
padre había sido un voluntario represor, un engranaje del aparato
franquista, e incluso secretario del consejo de guerra contra Miguel
Hernández.
Nada de eso es cierto. Y él lo sabía.
Eso
no es historia: es invención ideológica.
Y lo que se aceptó —al menos en un primer momento— no fue una
censura.
Lo que se aceptó fue la legitimidad de mi
queja.
Porque en democracia, la libertad académica no está por
encima de los hechos.
Y el derecho al honor también forma parte
del Estado de derecho.
Lo más irónico de todo es que quien ha reescrito la
historia no soy yo, sino él.
Y lo ha hecho falseando
datos, tergiversando documentos y amparándose en un lenguaje de
resistencia moral que no le corresponde.
Los medios —todos— estuvieron de su parte desde el
principio.
Difundieron su versión sin contrastarla, sin
preguntarme, sin escuchar a la otra parte.
Así es más fácil
parecer víctima.
Así es como algunos convierten la
manipulación ideológica en “memoria histórica”.
Ríos no lucha por la memoria.
Lucha por imponer su
relato sin admitir errores.
Y por blindarlo con ruido,
titulares, y una foto bien calculada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario