martes, 12 de agosto de 2025

EL BULO ORIGINAL: LO QUE RÍOS CARRATALÁ DIJO EN LA SER

 

Una entrevista que sembró y publicitó falsedades previas durante años



Introducción: cuando la ironía encubre la mentira

En una de sus entradas más cínicas, publicada en mayo de 2020, Juan Antonio Ríos Carratalá se burlaba de la web que abrí para defender la memoria de mi padre, Antonio Luis Baena Tocón. Esa respuesta pública —recogida en mi blog con el título Una web, una dignidad y un bulo que no cesa— no surgió por capricho ni por nostalgia familiar. Fue una reacción directa a años de silencio, desprecio, tergiversación y falsedades que comenzaron mucho antes.

Y si hay un momento concreto que marca el inicio de ese relato distorsionado, ese momento fue la entrevista concedida por Ríos Carratalá a Radio Alicante, de la Cadena SER, en 2016.

Durante aquella intervención radiofónica, difundida sin derecho a réplica, se enunciaron una serie de afirmaciones gravemente difamatorias, que luego aparecerían de forma casi calcada en artículos, entrevistas y libros. La misma cadena argumental —basada en datos incorrectos y conjeturas ideológicas— se repite desde entonces como si fuera verdad establecida.

Esta entrada no es solo un ajuste de cuentas con la desinformación. Es un ejercicio de memoria: no la que se invoca como bandera política, sino la que nace del deber de no dejar que la calumnia se convierta en historia.


El audio original: lo que se dijo en antena

La entrevista sigue estando disponible en la web de la Cadena SER:
Escuchar entrevista – Radio Alicante, Cadena SER (2016): https://play.cadenaser.com/audio/085RD010000000025650/


Transcripción y comentario detallado en mi web:
www.antonioluisbaenatocon.es/l/nos-vemos-en-chicote-2016-y-2025 y en la entrada anterior:

https://www.antonioluisbaenatocon.es/l/una-web-una-dignidad-y-un-bulo-que-no-cesa/

A continuación, algunos fragmentos especialmente relevantes, seguidos de su desmontaje.


Frase 1: “Era voluntario, no se le obligó a hacer nada”

Una afirmación sin base documental.
Mi padre
regresó del exilio en 1939 y fue llamado a filas, como tantos otros, para cumplir el servicio militar obligatorio. No se presentó por convicción, sino por necesidad y deber. Afirmar que fue voluntario es falsear el contexto histórico y personal.


Frase 2: “Era funcionario sin estudios, un trepador dentro del aparato franquista”

Ninguna de esas afirmaciones es cierta.

Mi padre sí tenía formación, y accedió al funcionariado tras aprobar una oposición, tiempo después de su servicio militar. No era funcionario ni entró, por tanto, para hacer carrera funcionarial, No entró por designación, enchufe ni "mérito ideológico" u "oposición patriótica” como sugiere Ríos. La entrevista lo presenta como una caricatura: ambicioso, servil y sin escrúpulos, sin aportar una sola prueba.


Frase 3: “Participó como secretario del consejo de guerra contra Miguel Hernández”

Falso. Antonio Luis Baena Tocón nunca fue secretario de ningún consejo de guerra, ni de Miguel Hernández, ni de ningún otro. Lo que existió fueron anotaciones en causas militares, en el puesto que le tocó como secretario adscrito a un juez instructor, en la fase previa del procedimiento. Esta distinción es fundamental, y ha sido omitida o manipulada intencionadamente por Ríos. Su relato e interpretación es muy personal; de todos modos, sea como fuere y para ser fiel a su relato tiene que crear un monstruo.


❌ Frase 4: “Formaba parte del engranaje represivo del franquismo”

Otra afirmación ideológica sin pruebas de Ríos.
Se le incrusta en un supuesto “sistema represor” como si hubiera sido una figura clave, cuando en realidad
fue un joven militar de reemplazo, sin cargos de responsabilidad. Su vinculación al régimen franquista no fue ideológica, sino consecuencia de la época que le tocó vivir tras perder a su propio padre —mi abuelo— asesinado por motivos religiosos al principio de la guerra.


Un periodista, una voz sin contraste

La entrevista en Radio Alicante fue conducida por el periodista Carlos Arcaya, quien no solo dio voz a Juan Antonio Ríos Carratalá en aquella ocasión, sino también en otras entrevistas igualmente distendidas y sin el más mínimo contraste. La voz de un catedrático en los medios da prestigio, claro. El problema no es que se le escuche, sino que se le crea automáticamente, sin cuestionar nada de lo que afirma, incluso cuando se trata de acusaciones graves hacia personas que ya no pueden defenderse.

Carlos Arcaya es —curiosamente— uno de mis contactos en Facebook. Un “amigo” digital que no conozco personalmente, pero que sí forma parte de esa red donde se entrecruzan voces, relatos y silencios. Ríos no encajó bien este dato: llegó a quejarse en el juicio civil de octubre de 2024 en Cádiz que teníamos amistades comunes en redes sociales. Una queja irrelevante, impropia del nivel que se le presume, pero reveladora: no le gusta que sus voceros, intencionados o no, escuchen otras versiones o pongan en evidencia la falsedad de la suya.

Tiempo atrás, incluso llegué a felicitar públicamente a Arcaya por su cumpleaños. Por Messenger le dije —medio en broma, medio en serio— que a ver si me daba una entrevista a mí. Me dio las gracias por la felicitación, pero no respondió a lo de la entrevista. Y lo entiendo: Ríos da morbo, yo no. Como me dijo mi procuradora, el catedrático genera clics; yo, en cambio, solo reclamo una verdad incómoda.

¿Acuso a nadie directamente de las campañas de ataques, suplantación de identidad, insultos o amenazas que he recibido desde entonces? No. Pero me reservo el derecho a pensar —y a decir— que cuando se lanza una piedra con tanta visibilidad y se esconde la mano, otros recogen esa piedra y golpean por ti.


Conclusión: una historia mal contada, un honor vulnerado

Lo que comenzó como una entrevista informal se convirtió en la piedra angular de una campaña de descrédito que ha durado casi una década. Bajo la apariencia de análisis académico, se han difundido afirmaciones sin fundamento que afectan directamente al honor de una persona fallecida y a su familia.

La historia no se escribe desde la conjetura.
La memoria no se defiende desde el prejuicio.
Y el ejercicio de la libertad académica no puede servir como coartada para mentir impunemente.

Esta entrada no busca censurar a nadie. Busca que la verdad tenga, al menos, el mismo espacio que la mentira.

UNA WEB, UNA DIGNIDAD Y UN BULO QUE NO CESA

 

Entrada original de Juan Antonio Ríos Carratalá: “Una web dedicada a la reivindicación de Antonio Luis Baena Tocón” (31 de mayo de 2020)

Enlace: https://varietesyrepublica.blogspot.com/2020/05/una-web-dedicada-la-reivindicacion-de.html


Tipo de alusión
Directa y despectiva.
Se refiere a la web que abrí para defender la memoria de mi padre, Antonio Luis Baena Tocón, ridiculizándola como un acto revisionista. Utiliza la ironía para desacreditar una protesta legítima frente a una campaña de descrédito que él mismo inició.


Estrategia discursiva
• Ríos vuelve a presentarse como víctima de censura, usando un tono burlón y condescendiente.
• Ignora los datos documentados que refutan sus afirmaciones.
• Repite el bulo que creó años atrás, como si nada hubiera sido contestado.
• Acusa de querer “borrar la historia”, cuando lo que se le pidió fue rectificar errores.
• Omite que su relato se ha difundido impunemente durante años sin contraste alguno por parte de los medios.


Puntos discutibles o falsos

  1. Ridiculiza el derecho de una familia a defender el honor de un ser querido difamado.

  2. Se refiere a sus artículos como “documentos históricos”, lo cual es profundamente equívoco.

  3. Repite las mismas falsedades —sin pruebas— que ya dijo en 2016 en Radio Alicante (Cadena SER), aún disponibles en audio.

  4. Omite las respuestas, comentarios y pruebas publicadas en mi web.

  5. Finge cordialidad al retirar enlaces, pero acude cínicamente a los medios a decir que está siendo censurado.

  6. Construye un relato ideológico y lo presenta como historia incuestionable.


Réplica narrativa
Ríos Carratalá ironiza sobre la web que abrí para defender la memoria de mi padre. Se burla del intento legítimo de contrarrestar años de difamación. Le molesta que haya una voz que no se rinde al relato dominante. Y eso es lo que no tolera: que alguien sin el poder mediático ni académico de su entorno se atreva a decir “eso no es verdad”.

Dice que he querido borrar la historia.
No. Lo que he querido es que no se confundan los hechos con la ficción ideológica. Que no se mienta en nombre de la memoria histórica. Que no se utilicen documentos tergiversados para construir una narrativa donde mi padre aparece como una pieza clave del engranaje represor franquista, sin pruebas.

Ríos afirma que eliminó unos enlaces amablemente, pero lo cierto es que luego acudió a los medios para decir que había sido víctima de censura, de una campaña de persecución, de un ataque a la libertad de cátedra.

¿Dónde estaba esa amabilidad cuando, en 2016, en Radio Alicante de la Cadena SER, repetía que mi padre era un voluntario, trepador, funcionario sin estudios al servicio del franquismo más deleznable?

📌 La entrevista está aún disponible aquí:
🎙️ https://play.cadenaser.com/audio/085RD010000000025650/

📄 Y también transcrita y comentada en mi web:
https://www.antonioluisbaenatocon.es/l/nos-vemos-en-chicote-2016-y-2025/

Desde entonces, ese relato —falso—se ha repetido durante más de una década (la primera edición es de 2015) . No es una discusión académica: es una campaña pública de descrédito.

Mi web no busca borrar nada. Solo reivindicar la dignidad que otros han pisoteado desde el púlpito de la supuesta autoridad académica.
La memoria no es propiedad de los que más gritan. Y la historia no es un cómic al gusto del guionista de turno.



miércoles, 6 de agosto de 2025

LO QUE DESCUBRÍ SOBRE MI ABUELO… BUSCANDO RESPUESTAS A UNA MENTIRA

 

Cuando la memoria familiar se reconstruye frente al bulo académico

Durante años, en mi casa apenas se hablaba de la guerra. Como en muchas familias marcadas por la tragedia, el silencio y las lágrimas cortaban cualquier conversación incómoda. A mi abuela la recuerdo secándose los ojos cuando alguien o ella misma mencionaba a su marido asesinado, también cuando sin querer hablaba de lo que padeció en la guerra. Bastaba con un gesto para que callara. Era su forma de protegernos. Pero también fue la manera en que se silenció durante décadas la historia real de mi abuelo, Francisco Baena Jiménez.

Sabía que lo mataron por ayudar a unas monjas. Sabía que fue un funcionario respetado. Y poco más. Nunca nadie me lo explicó todo con claridad. Ni en casa, ni en la escuela, ni en los libros. Hasta que, por una razón que no esperaba, me vi obligado a buscar la verdad por mí mismo

 El detonante: una falsedad publicada como "investigación rigurosa"

El catedrático Juan Antonio Ríos Carratalá publicó durante años un relato distorsionado, ideológico y lleno de errores sobre mi padre, Antonio Luis Baena Tocón. Para sostener su bulo, llegó incluso a clasificar a mi abuelo como "víctima nacional", en una evidente falsedad histórica que contradice los documentos, los testimonios y hasta los registros civiles.

Pero eso no fue lo peor. En su libro Nos vemos en Chicote, Ríos no se limita a errar: se permite describir el currículum de mi padre con desprecio, cuestionar méritos profesionales que están documentados, y presentar como verdad contrastada lo que en realidad son insinuaciones ideológicas de trazo grueso. Así me topé con afirmaciones como:

  • "Basta con ser hijo y nieto de abogados" para obtener un título (p. 154)

  • "Excombatiente, opositor, hijo de víctima nacional" (p. 152)

  • "Expurgo, vaciado, desaparición" (p. 156), sugiriendo que mi padre saqueó archivos públicos

Capturas de estas páginas pueden consultarse y juzgarse por sí mismas. Puedo admitir la crítica cuando es verdadera. Pero no la tergiversación sistemática para encajar en un relato.

 Lo que descubrí al buscar la verdad

Y así comencé un proceso que no había imaginado:

  • Contacté con primos hermanos con los que hacía más de 50 años no hablaba, ni veía.

  • Visite archivos municipales, autonómicos,  estatales, públicos y privados, religiosos.

  • Consulté expedientes incompletos en el AGA (Archivo General de la Administración).

  • Recopilé documentos del Registro Civil, de la Gaceta de Madrid, de colegios profesionales, eclesiásticos y familiares.

  • Escuché a los mayores que aún podían contar algo.

  • Y entendí que el silencio de antes era protección, pero ahora es deber recuperar y contar.

  No se trata de reescribir la historia, sino de evitar que se falsee

Mi abuelo no fue franquista, ni víctima de los sublevados.... Fue un servidor público decentepadre de familiacreyente comprometidocultorespetuoso, y fiel funcionario de la II República.

Murió por defender a inocentespor negarse a entregar un listado de bienespor oponerse a la voladura de un monumento culturalpor vestir de paisano a monjas perseguidaspor no mirar a otro lado mientras otros eran asesinados. Esos fueron sus "delitos".

Su asesinato fue silenciado durante décadas. Su familia fue perseguida y dispersada. Su hijo, torturado, exiliado, obligado al silencio. Y cuando por fin parecía que su recuerdo podía vivirse en paz, llegó la tercera muerte: la del bulo académico, disfrazado de investigación, pero alimentado por la ideología y la pereza intelectual.

No hay paz sin verdad. No hay respeto sin reparación

No escribo esto movido por odio, ni por revancha. Lo hago por respeto a los hechos, por fidelidad a la memoria de los míos, y por defensa de algo más grande que mi familia: la verdad histórica.

"La verdad no es propiedad de nadie. 

No es rehén de trincheras políticas, ni puede depender del relato de quien más alto grite.  

La verdad se busca, se contrasta de verdad y se corrige de verdad si es necesario. 

Y se defiende cuando otros intentan enterrarla por tercera vez".

 Verdad y dignidad, aunque duela

Este texto no es una reconstrucción completa. Es solo una pieza más del mosaico necesario, hecha con archivos, con testimonios, con memoria viva. La de mi abuelo, Francisco Baena Jiménez. La de mi padre, Antonio Luis Baena Tocón. Y la de tantos otros cuyos nombres nunca debieron ser utilizados como piezas de un relato interesado.

Memoria sí. Pero memoria justa, completa, contrastada. Porque sin ella no hay dignidad. Y sin dignidad, solo queda el ruido.

  Documentos que revelan una historia distinta

Aquello que el profesor Ríos fue incapaz de encontrar, yo sí lo encontré:

  1. Expediente de Francisco Baena Jiménez en el AGA.

  2. Calificaciones obtenidas como abogado (Sobresaliente).

  3. Certificados de buena conducta y moralidad.

  4. Certificado de derecho a plaza en Ayuntamientos de 1.ª categoría (Gaceta de 1925).

  5. Certificado del Registro de Penados y Rebeldes (en blanco).

  6. Acta de toma de posesión como secretario municipal.

Espero que al Sr. Ríos Carratalá le parezcan documentos suficientemente elocuentes. Porque mientras él insiste en el mito, los archivos muestran la realidad de un funcionario decente, culto, sin antecedentes, y con una trayectoria que desmiente cada una de sus insinuaciones.

 Ironía controlada, pero justa

Gracias a los "rigurosos métodos" del profesor Ríos —que ha sido incapaz de encontrar un expediente que yo localicé en menos de una tarde, no considerándome ningún genio—, he podido reconstruir lo que él pasó por alto: la historia de un hombre honesto, asesinado por no colaborar con el odio, y silenciado por quienes no aceptan una memoria que les contradice.

Y si fuera por lo que sugiere Ríos Carratalá, mi padre fue algo así como un ninja de los archivos, desapareciendo documentos a su antojo. Me pregunto si también habrá hecho desaparecer los documentos que deberían existir sobre el entorno del propio Ríos y sobre mi propio padre… porque a juzgar por lo incompleto que está el AGA, cualquiera podría imaginar cualquier cosa. Pero yo no me dedico a fabular, sino a documentar.

Fuente: "Nos vemos en Chicote" (Ríos, 2015, pág. 156)

 Investigar para defender a los míos

No soy historiador. No soy académico. Pero soy testigo y heredero de una historia real, que merece respeto. Y si un catedrático con recursos, medios y reconocimiento ha sido capaz de errar tanto con tanta ligereza, ¿qué no se habrá dicho sobre tantas otras familias como la mía?

Investigar para defender a los míos no fue un deber: fue una necesidad. Porque cuando la mentira se difunde con arrogancia, solo queda una respuesta: la verdad con pruebas.


Fuentes para las entradas relacionadas con Francisco Baena Jiménez:

  • Proceso judicial abierto (caso Carratalá)

  • Web y blog del autor (www.antonioluisbaenatocon.es)

  • Libro: Nos vemos en Chicote, de Juan Antonio Ríos Carratalá (3 ediciones).

  • Habilitados-nacionales.com: artículo "Francisco Baena Jiménez, fusilado en la Guerra Civil".

  • Registro Civil de Torrelaguna

  • Postulación del Arzobispado de Alcalá de Henares: causa de la presidenta de Acción Católica.

  • Sentencia del Juzgado de Primera Instancia de Cádiz (2025).

  • Testimonios familiares (orales, cartas, publicaciones en Facebook).


Continuará…


MEMORIA JUSTA, DIGNIDAD INTACTA

 

No escribo estas líneas desde el rencor, sino desde el respeto. Respeto a los hechos, a los que vivieron, a los que murieron, y a quienes fueron silenciados. Mi abuelo, Francisco Baena Jiménez, no fue un personaje histórico famoso, pero sí fue un hombre justo, culto, creyente y fiel a su conciencia. Muró por eso. Y su historia merece contarse con verdad.


 Ni franquista, ni traidor: simplemente humano

Mi abuelo no fue franquista. Tampoco fue un traidor a la República. Fue un funcionario leal a la legalidad vigente, la de la II República, que se negó a participar en el odio. Protegió a monjas y sacerdotes, denunció la destrucción del patrimonio, se negó a entregar listas para facilitar represalias. Fue ejecutado por eso.

Su hijo, mi padre, fue perseguido, torturado, exiliado y obligado a hacer el servicio militar tras la guerra. Esa obligación fue luego usada por algunos para acusarlo de haber sido franquista, como si no se tratara de una imposición legal para sobrevivir. La manipulación no conoce límites cuando está guiada por la ideología.

 No queremos privilegios, solo verdad

No escribo para exigir homenajes. No busco monumentos, becas, subvenciones ni pancartas. Solo escribo para que la verdad no se pierda entre el ruido, para que el silencio no sea la última palabra, y para que quienes manipulan la historia con fines ideológicos no tengan la última voz.

Mi familia fue dispersada, perseguida, humillada y silenciada. La memoria que hoy recupero no es solo la de los documentos, sino la del dolor heredado y el valor transmitido en silencio.


 Sin memoria justa, no hay dignidad

No hay paz sin verdad. No hay respeto sin reparación. La historia no puede seguir escrita solo por quienes tienen poder para publicar, para dictar etiquetas o para distorsionar lo que no encaja en sus esquemas.

La dignidad de mi abuelo, la de mi padre, y la de tantos otros que no pudieron defenderse de las balas ni de las mentiras, exige que no se les utilice más como peones de relatos ajenos.

La memoria justa no borra nada, pero tampoco acepta el falseamiento.

 Esta historia continuará

Lo que he escrito hasta aquí no es el final. Es solo el principio de una memoria que quiero dejar clara, documentada y viva.

Porque la verdad, aunque duela, libera. Y porque la dignidad, aunque se intente enterrar, vuelve siempre a la luz.


TÍTULO: LA TERCERA MUERTE: DEL FUSILAMIENTO AL BULO ACADÉMICO

 

Algunas muertes no terminan con la última bala. Hay quienes mueren una vez, y quienes mueren tres veces: cuando les arrebatan la vida, cuando los entierran sin nombre, y cuando su historia es tergiversada por quienes escriben desde el poder simbólico.


Francisco Baena Jiménez murió la primera vez en 1936, fusilado por su fe y su integridad. Murió la segunda, arrojado a una fosa común. Y murió una tercera cuando fue utilizado como pieza de un relato ideológico que falsea su memoria y deshonra a su familia.


  El error que no es error

El relato falso que sobrevive a los hechos: Décadas después del asesinato de Francisco Baena Jiménez, cuando la herida parecía ir cerrando al menos en la esfera íntima y familiar, una nueva forma de violencia simbólica volvió a profanar su memoria: la falsificación del relato.

En el libro Nos vemos en Chicote, el catedrático Juan Antonio Ríos Carratalá menciona a Francisco Baena como "víctima nacional", es decir, como fusilado por los sublevados franquistas. Esa clasificación, que se repite en al menos tres ediciones de su obra (2015, 2019, 2025), contradice lo documentado en el Registro Civil de Torrelaguna, los testimonios familiares, y varias fuentes digitales y académicas.

No se trata de un error casual. Se trata de una elección narrativa: colocar a Francisco Baena del lado de los vencidos por el franquismo permite a Ríos reforzar su gran bulo, que consiste en presentar a Antonio Luis Baena Tocón —su hijo— como beneficiario del régimen, incluso como colaborador de la represión franquista.

Fuentes:

Ríos Carratalá, Juan A., Nos vemos en Chicote. Varias ediciones (2015, 2019, 2025)

Documentación crítica: www.antonioluisbaenatocon.es, publicaciones del autor en Facebook.


  Tres falsedades en dos renglones

En otro fragmento del libro, Ríos escribe que Antonio Luis Baena era "opositor, excombatiente, hijo de víctima nacional". Ninguna de esas tres cosas era cierta en ese momento:

  • No era opositor cuando estalló la guerra, porque tuvo que huir y suspender sus planes.

  • No fue combatiente, sino perseguido y exiliado.

  • No era hijo de una "víctima nacional", sino de un funcionario republicano asesinado por milicianos republicanos.

Todo esto podía haberse contrastado. Está documentado. Pero Ríos elige no hacerlo.

Fuente: "Nos vemos en Chicote" (Ríos, 2015, pág 152)

Pero las falsedades se multiplican "con rigor académico". Hay que desacreditar a quien considera un enemigo desde su trinchera guerracivilista. Ahora se justifica diciendo que preguntó y no encontró, pues desde 2019 sigue insistiendo y publicando las mismas falsedades y se licenció en Derecho en Junio de 1936 y si "el ejército de la Victoria contrataba personal al margen de cualquier requisito legal", a mi padre no lo contrataron para que hiciera el servicio militar que tenía pendiente y lo del requisito legal sería con otras personas, no en este caso, por mucho que se empeñe...

Fuente: "Nos vemos en Chicote" (Ríos, 2015, pág 154)

  Un relato ideológico con fines personales

La justicia habló, pero el bulo sigue. En 2025, una sentencia judicial en primera instancia y que se espera se confirme en la Audiencia Provincial, condenó a Ríos Carratalá por intromisión ilegítima en el derecho al honor de Antonio Luis Baena Tocón, por afirmaciones falsas y sensacionalistas. Se le ordenó rectificar. Pero ni siquiera eso le llevó a revisar otras afirmaciones erróneas, como la condición de "víctima nacional" aplicada a Francisco Baena.

Ríos no ha investigado con rigor. Ha escrito desde una posición ideológica, proyectando un relato político que necesita convertir en "franquistas" a quienes no lo fueron, para sostener una caricatura maniquea.

Fuentes:
Sentencia del Juzgado de Primera Instancia de Cádiz (2025).
Publicaciones en Todoslosnombres.org, serhistorico.net, www.antonioluisbaenatocon.es.

 La tercera muerte, la más cruel: la del honor

Hay quienes mueren solo una vez. Pero otros, como mi abuelo, mueren tres veces:

  1. La primera, cuando le arrebataron la vida en una capilla por no colaborar con el odio.

  2. La segunda, cuando lo arrojaron a una fosa sin nombre.

  3. Y la tercera, cuando un académico con más prejuicio que rigor lo utilizó para reforzar un relato ideológico.

La primera muerte fue inevitable.
La segunda fue reparada con esfuerzo y amor familiar.
Pero la tercera aún hoy se niega a desaparecer, disfrazada de autoridad intelectual, amparada por el silencio cómplice de quienes prefieren una memoria falsa si encaja con su visión del mundo.

Lo mataron por no colaborar con el odio. Lo enterraron sin nombre. Y luego, cuando la familia intentaba recordar con dignidad, lo utilizaron para fabricar un relato ajeno a la verdad. Esa es la tercera muerte: la del honor.

Y sin embargo, aquí estamos, escribiendo, documentando, respondiendo. Porque la memoria no puede quedar en manos de quien falsea para vencer otra vez.


Continuará en la siguiente entrada: "Memoria justa, dignidad intacta".

UNA FOSA Y UN EXILIO: LO QUE LA HISTORIA NO CUENTA

 

El asesinato de Francisco Baena Jiménez no fue un hecho aislado, ni una tragedia privada. Fue parte de una cadena de violencia ideológica que arrasó pueblos, familias y conciencias. Esta entrada narra lo ocurrido tras su muerte: la fosa común, la persecución, el exilio de su hijo, la dispersión familiar, la exhumación, ... y la dignidad que sobrevivió a todo eso.



 El crimen: lugar, nombres y razones

Francisco Baena Jiménez fue asesinado el 7 de agosto de 1936 en la capilla del convento de las monjas de clausura Concepcionistas Franciscanas de Torrelaguna (Madrid), junto a un compañero de Pontones, Dámaso Melones y el hijo de este, Pablo, un joven de solo 16 años (que los asesinos le dijeron a la madre que lo mataban "para que no fuera como su padre", lo mismo que quisieron hacer con mi padre).

Los autores del crimen fueron milicianos de la CNT/FAI, integrados en la llamada Columna del Rosal. Los motivos: su condición de creyente, su negativa a colaborar con la violencia, su ayuda a personas perseguidas y su firme oposición a la destrucción del patrimonio histórico y religioso.

No entregó la lista de bienes que le exigieron. Salvó a varios religiosos. No quiso mirar hacia otro lado. Fue por eso que lo marcaron y lo mataron.


 La fosa común y una exhumación silenciada

Tras su ejecución, su cuerpo fue arrojado a una fosa común. Durante la guerra, su familia no pudo acercarse al lugar. Su hijo Antonio Luis Baena Tocón estaba en Madrid, preparando oposiciones y huyendo de la persecución. No supo exactamente cuándo ni cómo había muerto su padre, porque la señora que fue a avisarle no se atrevió a decírselo, sólo advertirle que no fuera al pueblo, hasta que la mayor de sus hermanas, entonces con 15 años, fue dos semanas más tarde a comunicarle la verdadera noticia.

Al finalizar la guerra, regresó a Torrelaguna y logró exhumar el cadáver. Lo reconoció por la ropa. Fue un impacto brutal. Según contaban su madre, su esposa y sus hermanos, perdió el cabello en pocos días. Nunca habló de ello.


Saqueo, dispersión y exilio

Tras el asesinato de Francisco Baena Jiménez, la familia fue tratada como enemiga. la casa familiar fue saqueada. La viuda, con cuatro hijos menores y la preocupación del hijo mayor fue expulsada sin explicaciones, sin recursos y sin destino. Solo pudieron llevarse lo puesto. La familia fue separada y enviada en trenes hacia la provincia de Albacete, donde sobrevivieron con ayudas y caridad. En plena infancia, fueron separados de su hogar, sin saber si volverían a ver a su hermano mayor o recuperar algún día la normalidad. A la familia se la marcó públicamente: tener un familiar fusilado por los milicianos bastaba para quedar señalados como sospechosos.

Antonio Luis Baena Tocón, ya señalado por su apellido, fue perseguido. Pasó por varias chekas en Madrid. Fue torturado con "masajes terapéuticos y recitales de poesía". En una ocasión, le dijeron que lo llevarían "a paseo". Logró huir gracias a un compañero comunista de pensión, que lo salvó de la muerte.


Fuente: carta que escribiera el hermano menor de mi padre, Francisco, el 6 de septiembre de 1994, respondiendo a unas amistades que se interesaban por nuestra familia

Terminó refugiado en la embajada de Chile y luego exiliado en Marsella, donde pasó hambre y soledad. Al acabar la guerra, regresó a España, fue interrogado y obligado a cumplir el servicio militar. Muchos años después, algunos usarían ese dato para tacharlo de franquista, ignorando el contexto de supervivencia forzada.

  Solidaridad callada, memoria viva

En medio de tanta injusticia, también hubo gestos de humanidad. La tía abuela Antonia Baena Jiménez acogió a la viuda y sus hijos, incluido mi padre al terminar el servicio militar, al igual que otros familiares perjudicados seriamente por la guerra, sin hacer distinciones entre chicos y chicas. El tío Ramón, a pesar de sus secuelas por una meningitis, ayudaba en lo que podía. La tía Tere, prima de mi padre, dedicó su vida a cuidar enfermos, siempre con una sonrisa. Todos aportaban lo que podían y colaboraban en lo que podían: ¡Había que salir adelante! Y su sobrina Isabel María guardó en primera instancia buena memoria de todo lo que se vivió en aquella casa en la posguerra.

Gracias a ellos, la familia no se desmoronó. Cuantos pasamos por allí de niños y no tan niños los recordamos con cariño.


Continuará en la siguiente entrada: "La tercera muerte: del fusilamiento al bulo académico".


FRANCISCO BAENA JIMÉNEZ: ASESINADO POR LA FE, SILENCIADO POR LA HISTORIA

 

Cada 7 de agosto, mi familia recuerda con dolor y orgullo a Francisco Baena Jiménez, abogado, padre de cinco hijos, y secretario del Ayuntamiento de Torrelaguna. Fue asesinado en 1936 por negarse a colaborar con la violencia, por ayudar a quienes eran perseguidos, y por no renunciar a su fe ni a su dignidad. Esta es su historia, y la de su silencio.


 7 de agosto de 1936: un recuerdo necesario

Francisco Baena Jiménez fue fusilado en la capilla del convento de monjas de clausura de las Concepcionistas Franciscanas, en Torrelaguna, por milicianos de la CNT/FAI. Su crimen fue moral: se negó a entregar un listado de bienes de la localidad, protestó contra la voladura del monumento al Cardenal Cisneros, y ayudó a escapar a monjas y sacerdotes.

No fue una víctima de "los nacionales", como se ha escrito falsamente. Fue una víctima de la represión republicana, a pesar de haber sido un funcionario fiel a la II República. No huyó, no conspiró, no traicionó. Hizo lo correcto y fue ejecutado por ello.


  Una guerra civil también contra la conciencia

Tras el golpe de 1936, muchas zonas quedaron sin control institucional. En Torrelaguna, como en otras localidades de la zona republicana las fuerzas milicianas anarquistas impusieron su propia ley. el convento fue ocupado y comenzaron las delaciones y represalias. Antes incluso del estallido oficial de la guerra, ya se había dinamitado el monumento a Cisneros, un acto que indignó a mi abuelo. Su protesta pública lo marcó

Fuente: testimonio familiar documentado por un párrafo de la carta escrita por el hermano menor de mi padre, Francisco,  y dirigida a unas personas amigas de la familia que se interesaban por los Baena Tocón, además de los relatos orales escuchados a mi abuela, tíos y mis propios padres.

Con conocimiento de causa y consciente del peligro, ayudó a religiosos a esconderse o huir. Salvó a D. Juan Ricote, facilitó ropa civil a las monjas. Pero no todos escaparon: D. Fermín España Castillo y D. Alejandro Marco de San Facundo no quisieron esconderse: "no hemos hecho mal a nadie", dijeron. Fueron asesinados poco después.

Francisco fue finalmente detenido. Lo ejecutaron en la capilla del convento junto a su compañero de profesión, Dámaso Melones, y el hijo adolescente de éste, Pablo, de 16 años. Su cuerpo fue arrojado a una fosa común y no pudo ser exhumado hasta el final de la guerra. Mi padre lo identificó por la ropa que llevaba. El trauma fue tan grande que, según contaba mi abuela y alguna de sus hermanas, se le cayó el cabello a mechones.

  Padre de familia y figura protectora

Francisco Baena Jiménez no era un político ni un militar. Era un padre responsable y culto, querido por su familia y respetado como funcionario. Educó a sus hijos en el estudio y en la fe.

En los días más convulsos de 1936, fue su esposa quien, ante el asesinato de su esposo, trató de salvar la vida de su hijo mayor (mi padre), quien preparaba oposiciones en Madrid, tras haber terminado su Licenciatura en Derecho,  enviándole un mensaje a través de una mujer que arriesgó su vida para avisarle. Durante años se creyó que esta mujer era la presidenta de Acción Católica, amiga de la familia, pero investigaciones posteriores y recientes contrastando datos con la Postuladora de la Causa de los Santos del Arzobispado de Alcalá de Henares revelaron que parece no concordar con los datos de esa señora. Así, pues, la identidad de la mujer que llevó el mensaje se desconoce, pero se sabe que fue torturada y asesinada.

 El valor silencioso de quienes protegieron

A esa mujer la mataron con una crueldad extrema: le arrancaron la lengua antes de matarla. Por hablar. Por ayudar. Por no callar. (Curiosamente, la casa en la que vivía esa señora hoy es propiedad de un historiador local que me ha ayudado al estudio y reconstrucción de los hechos a quien conocí casualmente en Torrelaguna, hoy gran amigo)

Esa historia se sumó a las muchas que fueron transmitidas en voz baja, entre susurros, en las cocinas de mi familia. Mi abuela lloraba cada vez que lo recordaba. Mi padre no hablaba. Y nosotros, nietos y bisnietos, crecimos sin saber del todo lo que había pasado.

Hoy, tras recuperar documentos, testimonios y archivos, contamos su historia con voz firme y sin miedo.

Fuentes:

– "El asesinato de mi abuelo Francisco Baena Jiménez", en: www.antonioluisbaenatocon.es/l/el-asesinato-de-mi-abuelo-francisco-baena-jimenez-abogado-y-fiel-funcionario-de-la-ii-republica
– "Francisco Baena Jiménez, fusilado en la Guerra Civil", en: habilitados-nacionales.com/noticias/fusilado-en-la-guerra-civil-89

Continuará en la siguiente entrada: "Una fosa y un exilio: lo que la historia no cuenta".

domingo, 3 de agosto de 2025

LO QUE SE ACEPTÓ FUE MI VERDAD, NO SU BULO

 

Entrada original de Juan Antonio Ríos Carratalá:

“Y, al final, el recurso fue aceptado” (1 de agosto de 2019)

Enlace al blog de Ríos Carratalá:

https://varietesyrepublica.blogspot.com/2019/08/y-al-final-el-recurso-fue-aceptado.html

Tipo de alusión

Indirecta, irónica y tergiversadora.
Ríos no menciona ni mi nombre ni el de mi padre, pero alude con sarcasmo a la aceptación de un recurso de alzada que él mismo presentó para impugnar la resolución favorable a mi queja contra sus escritos. Se apoya en un titular sensacionalista —“no se puede borrar la historia”— para reforzar su narrativa: según él, yo pretendía eliminar el pasado. En realidad, lo que reclamaba era la corrección de falsedades concretas.


Estrategia discursiva

  • Utiliza una entrevista en prensa como validación mediática de su relato, sin matices.

  • Presenta la aceptación de su recurso como una suerte de victoria contra la censura.

  • Recurre a frases lapidarias para desviar la atención del fondo del asunto.

  • Tergiversa la naturaleza de mi reclamación: no fue para “borrar historia”, sino para corregir invenciones presentadas como hechos.


Puntos discutibles o falsos

  1. Confunde hechos con opiniones, y eleva sus textos de opinión al rango de “historia intocable”.

  2. Oculta que la resolución favorable a mi queja se basó en la falsedad documental de sus afirmaciones, no en una petición de censura.

  3. Aunque llegó a contactar conmigo pidiéndome cínicamente “colaboración” y lo hizo solo después de haberse posicionado públicamente, tras promover su relato en los medios y en redes sociales, con un efecto Streisand amplificado y desproporcionado.

  4. Invierte los roles: se presenta como víctima de censura, cuando fue él quien vulneró el derecho al honor con publicaciones infundadas.


Réplica narrativa: Lo que se aceptó fue mi verdad, no su bulo

En esta entrada, Juan Antonio Ríos Carratalá celebra con sorna que su propio recurso de alzada fuera aceptado por la administración universitaria.

Pero no explica en qué consistía.
No menciona que ese recurso fue contra una resolución que me daba la razón a mí.
No menciona ni uno solo de los argumentos de fondo que originaron mi queja.
Solo repite, como consigna, su frase favorita: “no se puede borrar la historia”.
Y para reforzar su teatralización, acompaña su entrada con una imagen de prensa en la que aparece sonriente, junto a ese mismo titular lapidario.

Pero nadie intentó borrar nada.
Lo que se pidió fue que se corrigieran falsedades.
En sus textos —que él presenta como si fueran documentos históricos— afirmaba que mi padre había sido un voluntario represor, un engranaje del aparato franquista, e incluso secretario del consejo de guerra contra Miguel Hernández.
Nada de eso es cierto. Y él lo sabía.
Eso no es historia: es invención ideológica.

Y lo que se aceptó —al menos en un primer momento— no fue una censura.
Lo que se aceptó fue la legitimidad de mi queja.
Porque en democracia, la libertad académica no está por encima de los hechos.
Y el derecho al honor también forma parte del Estado de derecho.

Lo más irónico de todo es que quien ha reescrito la historia no soy yo, sino él.
Y lo ha hecho falseando datos, tergiversando documentos y amparándose en un lenguaje de resistencia moral que no le corresponde.

Los medios —todos— estuvieron de su parte desde el principio.
Difundieron su versión sin contrastarla, sin preguntarme, sin escuchar a la otra parte.
Así es más fácil parecer víctima.
Así es como algunos convierten la manipulación ideológica en “memoria histórica”.

Ríos no lucha por la memoria.
Lucha por imponer su relato sin admitir errores.
Y por blindarlo con ruido, titulares, y una foto bien calculada.

sábado, 2 de agosto de 2025

LA LIBERTAD DE CÁTEDRA NO CUBRE LA FALSEDAD

Entrada original de Juan Antonio Ríos Carratalá: “Olvido digital vs. Historia (IV)” (31 de julio de 2019)

Enlace: https://varietesyrepublica.blogspot.com/2019/07/olvido-digital-vs-historia-iv.html


Tipo de alusión
Directa, aunque sin nombrar explícitamente.
Ríos se refiere a la resolución de la Universidad de Alicante y al debate sobre el derecho al olvido, usando mi caso como ejemplo de censura encubierta. Elude cualquier explicación sobre las falsedades que motivaron mi recurso, y rehúye el daño causado, envolviéndolo todo en una supuesta cruzada por la libertad académica.


Estrategia discursiva
• Utiliza el concepto de “libertad de cátedra” como escudo frente a toda crítica, incluso cuando esta se refiere a datos falsos, no a ideas.
• Oculta que la Universidad de Alicante, en primera instancia, reconoció la legitimidad de mi queja.
• Presenta el conflicto como una lucha contra la censura, sin explicar que lo que se pedía era la corrección de errores factuales.
• Exagera su papel como víctima de una supuesta persecución ideológica.
• Se apropia de la historia como patrimonio exclusivo, ignorando que él mismo la había tergiversado.


Puntos discutibles o falsos

  1. Equipara sus textos con “documentos históricos intocables”, lo cual es intelectualmente deshonesto.

  2. Omite que la resolución inicial le daba la razón a mi reclamación, aunque luego fuera revocada por la presión interna.

  3. No dice que su versión de los hechos fue publicada en prensa antes de que yo fuera siquiera notificado oficialmente.

  4. Plantea un falso conflicto entre el derecho al honor y la libertad de cátedra, como si fueran siempre incompatibles.

  5. Se presenta como un académico perseguido, sin reconocer la campaña mediática orquestada desde su entorno con respaldo institucional.


Réplica narrativa: La libertad de cátedra no cubre la falsedad
En julio de 2019, Ríos Carratalá cerraba su serie sobre el “olvido digital” con un texto más político que académico.
Se arropaba en la “libertad de cátedra”, pero evitaba responder a la cuestión principal: ¿por qué difundió falsedades sobre mi padre?

Hablaba de censura, pero no decía que la propia Universidad de Alicante, en primera instancia, reconoció la legitimidad de mi queja.
Hablaba de transparencia, pero omitía que me enteré de la resolución definitiva
por la prensa, antes de que la Universidad me notificara.
Hablaba de historia crítica, pero se limitaba a colocar sus opiniones personales por encima de los hechos verificables.

Lo que yo defendí entonces, y sigo defendiendo ahora, no fue borrar historia alguna, sino distinguir entre la historia documentada y las invenciones ideológicas.

Y hay un dato que no puede ignorarse:
La presión que ejerció Ríos Carratalá desde los medios que amplificaron su relato sin contrastarlo fue solo una parte del problema. La otra fue el
ecosistema universitario que lo respaldó por afinidad ideológica o por inercia corporativa, sin verificar nada de lo que decía. Catedráticos y profesores de otras universidades replicaron su versión como dogma, algunos incluso con buena fe, convencidos de que se trataba de un caso de censura académica.
Tuve que corregir personalmente a más de uno, incluso a quienes me conocían y me apreciaban, porque ni siquiera se molestaron en comprobar los hechos.
Así operan las redes de poder en la universidad: cuando un colega con tribuna señala a un supuesto enemigo, muchos se alinean sin preguntar.

¿Consecuencias del poder académico?
No siempre es la verdad la que se impone. A veces lo que triunfa es quien grita más, quien tiene más tribuna, o quien más se victimiza.

La libertad de cátedra no es licencia para mentir.
Ni para manipular.
Ni para etiquetar como enemigo de la verdad a quien se atreve a señalar tus errores.

EL BULO ORIGINAL: LO QUE RÍOS CARRATALÁ DIJO EN LA SER

  Una entrevista que sembró y publicitó falsedades previas durante años Introducción: cuando la ironía encubre la mentira En una de sus ...