miércoles, 25 de junio de 2025

CUANDO EL ARCHIVO SE CONVIERTE EN RELATO: RESPUESTA A UNA HISTORIA MAL CONTADA

 

Archiveros, académicos y otras especies del sesgo: una réplica necesaria

En estos días ha circulado un vídeo titulado “Archivos e investigación de la memoria familiar”, producido por la Asociación de Archiveros de Andalucía y, cómo no, difundido con entusiasmo por el catedrático Juan Antonio Ríos Carratalá en su blog personal (24 de junio de 2025). El vídeo, disponible en YouTube, recoge un coloquio en el que intervienen, entre otros, Gutmaro Gómez Bravo y Henar Alonso Rodríguez, para abundar —con tono compungido y sin datos contrastados— en la versión que el Sr. Ríos lleva años promoviendo: la de un académico víctima, incomprendido y censurado. Nada más lejos de la verdad.

Lo curioso de esta historia es que todo empezó de forma muy distinta. Y eso, aunque no lo diga nadie, es clave para entender el asunto.



I. Así empezó todo: la parte que nunca cuentan

Corría febrero de 2019. Yo no buscaba censurar a nadie, ni reescribir la historia, ni atacar al autor de un artículo académico. Me encontré, por pura casualidad, con unas publicaciones en internet firmadas por un tal Juan Antonio Ríos Carratalá. En ellas se hablaba con aparente desenvoltura —pero con un evidente sesgo ideológico— sobre la vida de mi padre, Antonio Luis Baena Tocón, funcionario fallecido décadas atrás.

Lo que leí me dejó atónito: no eran simplemente referencias documentales, sino una reescritura malintencionada de su vida, presentándolo como un represor franquista, como un farsante, como alguien indigno. Lo envolvía todo en una estética de “memoria democrática”, pero el fondo era un burdo panfleto ideológico. No sabía entonces mucho sobre el derecho al olvido, ni sobre protección de datos, ni sobre libertades informativas... pero sabía perfectamente que aquello no era ni justo ni veraz.

Consulté con un abogado. Le pedí ayuda para hacer una reclamación educada, legal y proporcionada. No quería censura, solo que se respetara la memoria de un difunto que no podía defenderse. Se envió un burofax al autor, explicando nuestra posición. La respuesta fue inmediata: cortesía aparente, tono conciliador, promesas de colaboración. Hasta mi abogado se sintió aliviado: “parece una persona razonable”, me dijo.

Pero la amabilidad era fingida. Mientras me respondía en privado con palabras suaves, Ríos Carratalá comenzó en paralelo una ofensiva mediática, dando entrevistas en las que me pintaba como un censor, un inquisidor, un enemigo de la libertad de expresión. Y ahí empezó realmente todo.


📣 II. La campaña pública: entre la desinformación y el linchamiento

Con la colaboración de periodistas como Ferrán Bono (El País Valencia) y el respaldo tácito de ciertos medios, se desató una auténtica campaña de desinformación y difamación en la prensa, en blogs, en redes sociales. Se manipuló el relato: yo no era un hijo que defendía la memoria de su padre, sino un franquista resentido que quería borrar la historia.

Se hizo trending topic. Se repitieron bulos. Se multiplicaron las amenazas. Y mientras tanto, el autor original seguía sacando libros, haciendo entrevistas y rodeándose de palmeros —palabra que, por cierto, su abogado me echó en cara en la vista judicial del 15 de octubre de 2024.

No hubo contraste. No hubo derecho a réplica. Ningún periodista me llamó antes de publicar. Algunos lo intentaron después, cuando el daño ya estaba hecho. Y yo, siguiendo el consejo de mi abogada, guardé silencio durante demasiado tiempo. Error del que me arrepiento profundamente.


🧱 III. El muro corporativo: académicos, archiveros y otros fieles

A partir de ahí, aparecieron palmeros por doquier: historiadores, archiveros, juristas, incluso aficionados que se disfrazaban de expertos. Algunos sin haber leído nunca los textos de Ríos Carratalá, pero todos repitiendo lo mismo: que lo suyo era “rigor académico”. La realidad: ni rigor, ni cotejo, ni contraste.

Uno de los más ruidosos fue Ángel Viñas, que sin haber leído los documentos se preguntaba qué pretendía yo al dudar del trabajo “impecable” de su colega. Corporativismo e ideología en grado máximo. Otro, el activista de Podemos que fabricó una Wikipedia falsa sobre mi padre y que ha sido declarado en rebeldía procesal. Y, por supuesto, el propio Ríos, que se hizo editor de Wikipedia para modificar lo que le convenía.


🎙️ IV. El vídeo reciente: mismo guion, nueva puesta en escena

En el vídeo de la Asociación de Archiveros, Ríos no aparece, pero su relato está omnipresente. Dos de sus más activos defensores lo representan:

🔹 1. Gutmaro Gómez Bravo: el académico que repite sin saber

Gutmaro presenta a Ríos como un investigador que “transcribe documentos” y fue “encargado por el Ministerio de Defensa” para estudiar a Miguel Hernández. Falso. El libro Nos vemos en Chicote, donde más falsedades vierte sobre mi padre, no fue un encargo del Ministerio ni está validado por él.

Gutmaro afirma que el proceso judicial comenzó “a los dos años” por una reacción emocional del hijo del “ponente” de la sentencia. Falso:

  • No hubo ponente, porque mi padre no fue juez ni fiscal ni ponente.

  • Y no pasaron dos años, sino diez de publicaciones reiteradas.

  • Yo no reaccioné con las tripas, sino con argumentos, documentos y burofax en mano.

¿Y su conclusión? Que Ríos “está mayor y tiene que pagar el juicio”. Así se revierte la carga: el agresor es ahora la víctima. ¿Y lo que yo he pagado en todos los sentidos? ¿Y mi familia? Eso no interesa.


🔹 2. Henar Alonso Rodríguez: la archivera que opina como activista

La intervención de Henar Alonso, funcionaria del Archivo Militar de Ávila, resulta aún más grave. Dice que Ríos es “una cabeza de turco”, que “solo sacó unas conclusiones” de documentos públicos. Pero:

  • Ningún documento público dice que mi padre se hacía pasar por abogado.

  • Ningún documento dice que fuera funcionario en 1934.

  • Ninguno dice que ascendiera por fidelidad al franquismo.

  • Todo eso es invención. Todo eso es bulo. Todo eso es falso.

Henar mezcla conceptos jurídicos con total ligereza: habla del derecho al olvido, la protección de datos, el acceso a los archivos… para concluir que “no se puede reescribir la historia”. Pero ¿quién ha reescrito aquí? ¿No fue Ríos quien convirtió a mi padre en personaje de ficción política?

Y remata con un argumento de lágrima fácil: que Ríos “quiere jubilarse, pero tiene que pagar el juicio”. Yo también quisiera haber podido vivir en paz, sin tener que malvender los ahorros de cuarenta años, sin gastar en abogados, viajes, peritajes, libros, reprografía, consultas médicas y soportar insultos, amenazas y miedo. Pero eso, claro, no da titulares.


🔍 IV bis. Documentos manipulados, justicia ignorada: lo que también deben saber

Hay un detalle que muchos omiten —o prefieren omitir— cuando hablan del caso Ríos Carratalá: que no solo ha difundido una interpretación ideológica de los documentos, sino que ha manipulado su contenido. Y que, además, ha ignorado resoluciones judiciales firmes que desmienten sus afirmaciones más graves.

Además, Ríos Carratalá ha llegado incluso a afirmar que determinados periodistas “pasaron por las manos de mi padre”, sugiriendo con ello algún tipo de implicación judicial. Pero al analizar los sumarios correspondientes, lo que aparece es aún más escandaloso: mi padre no figura en ninguno de ellos ni como secretario judicial, ni con su firma, ni siquiera mencionado.

Esto ya no es una interpretación forzada: es un falseamiento directo. Un ejemplo más de cómo el autor ha convertido la investigación en un ejercicio de manipulación con fines ideológicos.

Y ahí está el fondo del problema: lo que pretende Ríos Carratalá, y algunos otros como él, no es tanto investigar cuanto legitimar la manipulación de los propios documentos históricos para encajar a los muertos dentro de sus esquemas ideológicos. Pero eso no tiene cabida en la historiografía científica. Eso no es memoria: es fraude historiográfico.

Aunque algunos insinúan que sus investigaciones cuentan con respaldo institucional, lo cierto es que el Ministerio de Defensa publicó el sumario del caso Miguel Hernández, pero no encargó ni avaló el tratamiento que Ríos Carratalá hizo de esa documentación.

Uno de los silencios más clamorosos en esta historia es que ya hay una sentencia del Juzgado de lo Contencioso-Administrativo n.º 3 de Alicante que examinó los propios documentos y fue clara al respecto:

“Antonio Luis Baena Tocón no fue el secretario judicial del consejo de guerra que condenó a Miguel Hernández ni consta que solicitara su condena a muerte.”

Pero en vez de asumirlo, el Sr. Ríos Carratalá ha optado por hacer caso omiso del texto completo de la sentencia contencioso-administrativa y criticar públicamente a la jueza que dictó la sentencia civil. Una reacción más propia de quien no tolera que su relato sea cuestionado que de un académico con vocación de verdad.

El Sr. Ríos ha llegado a decir que “la ley no está para reescribir la Historia”. Tiene razón: la Historia no se reescribe con sentencias judiciales, se corrige con documentos. Pero lo que sí hace la ley —y para eso está— es proteger el derecho al honor y evitar que se manipulen los fondos documentales para fabricar biografías falsas.


⚖️ V. Qué está en juego: verdad, justicia y memoria sin etiquetas

Este caso no va solo de un catedrático que se pasó de la raya. Es la muestra de un problema más profundo:

  • El uso del poder académico para difamar sin consecuencias.

  • El corporativismo que protege al colega aunque mienta.

  • La instrumentalización del archivo público como trinchera ideológica.

  • Y una idea preocupante: que la mentira se puede imponer si quien la dice tiene cátedra, blog y editorial.

Mi padre no fue un represor. No fue un franquista privilegiado. Fue un funcionario honesto, trabajador, que vivió la guerra y la posguerra con esfuerzo y dignidad. Y no merecía ser convertido en blanco de una narrativa ideológica ni de un ajuste de cuentas disfrazado de memoria.


📢 VI. Cierre: la réplica que no querían oír

La historia no se defiende con consignas, sino con hechos.
La libertad académica no ampara el fraude historiográfico.
La libertad de expresión no convierte la falsedad en verdad.
Y la justicia, aunque lenta y desigual, es a veces el único refugio que nos queda a los que no tenemos cátedra ni micrófono.

Este es mi testimonio. Esta es mi réplica.
No para hacerme la víctima (aunque lo sea), sino para que alguna vez se escuche también la versión del que ha sido difamado y silenciado.
Y si esto sirve para que otros no pasen por lo mismo, ya habrá merecido la pena.


lunes, 23 de junio de 2025

UNA LECCIÓN DE HONRADEZ Y MEMORIA: D. RAFAEL GONZÁLEZ BARBERO FRENTE AL REVISIONISMO IDEOLÓGICO

 

Fue concejal en tiempos de Franco y también durante la transición. Secretario general del PSOE de Córdoba. Un hombre riguroso, honrado, incómodo para muchos... y respetado por mi padre, a pesar de las diferencias. Hoy su memoria contrasta con la manipulación interesada de quienes, como el catedrático Ríos Carratalá, intentan convertir la historia en una trinchera ideológica a costa del honor de los muertos.


La honestidad no prescribe

D. Rafael González Barbero no era un político al uso. Fue concejal en el Ayuntamiento de Córdoba durante el franquismo y también en los inicios de la democracia. Ocupó la secretaría general del PSOE cordobés en un tiempo en que militar en ese partido exigía compromiso, no oportunismo. Su forma de entender la gestión pública se basaba en la vigilancia, el control y el respeto por lo que era de todos. ¿Exagerado? Tal vez. Pero pedía facturas hasta por las gomas de borrar del Ayuntamiento. Y eso, hoy, casi suena a ciencia ficción.

Con mi padre, Antonio Luis Baena Tocón, tuvo lo que el catedrático Juan Antonio Ríos Carratalá llamaría alegremente "altercados". Pero no eran tales. Cada uno cumplía con su función: uno pedía cuentas, el otro rendía cuentas. Sin teatros. Sin zancadillas. Sin la teatralización moral que tanto gusta al citado catedrático. Curioso personaje, D. Rafael. Y lo digo sin ánimo peyorativo. Pero ya se sabe cómo funciona esto con Ríos Carratalá: todo lo que no encaje en su relato se interpreta como un agravio. Lo de “curioso personaje”, sin ir más lejos, llegó a considerarlo insulto —así lo dejó caer incluso en el procedimiento civil. Ridículo, pero revelador.


Un respeto forjado entre diferencias

Vivíamos cerca. Tuve amistad con su hija Pilar y con su novio, Francisco Rumbao, Paco, probablemente su esposo en años posteriores. Paco fue profesor mío de Química y amigo en mi adolescencia. Gracias a él llegué a considerar seriamente dedicarme a esa ciencia. Supe hace varios años, con pesar, que había sido médico del Hospital Reina Sofía y que había fallecido. Intenté localizarlo, precisamente porque conservaba el aprecio que sentía por él… y porque él respetaba profundamente a mi padre. Quería saber qué opinaba de las declaraciones del catedrático, como también he hecho con otras personas de Córdoba que conocieron bien a mi padre, incluso con personal que aún trabaja en el Ayuntamiento.

D. Rafael tenía también un taller de platería, algo muy propio de Córdoba en aquella época. Y como platero o como político, mantenía su pulso firme. Con el tiempo, su relación con mi padre fue mejorando, hasta el punto de proponerle —cuando mi padre ya se acercaba a la jubilación— que fuera su albacea testamentario. Le consideraba la persona más honrada que conocía. Mi padre declinó la propuesta, como era su costumbre, y le aconsejó que recurriera a alguien de su entorno familiar, empresarial o político más próximo. Así se cerró un gesto de confianza que hoy tendría más valor que muchas medallas.


Cuando los valores se vuelven “sospechosos”

Si D. Rafael levantara la cabeza, no sé qué pensaría del PSOE actual: colocaciones a dedo, asesores, despilfarros y malversaciones, mordidas, intereses cruzados. Él, que revisaba hasta las comas de los justificantes, se quedaría perplejo. Aunque quizá no tanto. Al fin y al cabo, sabía perfectamente con quién trataba. Como aquel viejo conocido, Baena Tocón, —al que Ríos Carratalá etiquetaría como “franquista”— que me aconsejaba votar socialista. ¿Contradicción? No. Coherencia moral.

Recuerdo una visita a su hermana María Pepa. Me llevaba de la mano siendo un niño cuando ella, entre risas, le preguntó: —¿Cómo te va con los comunistas? Y él, sin pestañear: —Mejor que con los otros.

Ni comunista, ni del otro bando. Solo alguien que sabía reconocer la honradez en el adversario y la mediocridad en el supuesto aliado. Quizá por eso lo respetaban los suyos… y los otros también.


El rigor según Carratalá (o la bronca imaginaria)

En la página 155 de Nos vemos en Chicote, uno de los libros donde Ríos Carratalá vierte sus ocurrencias disfrazadas de investigación, afirma que:

otros munícipes también recuerdan alguna bronca de quien carecía de antecedentes en materia de negociación o flexibilidad”.

¿Quiénes son esos munícipes? ¿Dónde están sus nombres? ¿Cuál es la fuente? Porque si lo que hace es lo mismo que en frases anteriores como “todos en el Ayuntamiento cordobés sabían de su franquismo” o “ningún demócrata conocía la etapa del interventor en el Juzgado Especial de Prensa”, entonces la cosa cambia. Eso no es documentación: es propaganda con pretensiones de tesis.

Mi padre no tuvo “broncas” con nadie. Si alguien se sintió contrariado, fue porque no pudo gastar el dinero público como si fuera propio. Me consta: un primo mío, hijo de Gertrudis, hermana de mi padre, fue a una boda en La Rioja y allí coincidió con un concejal que se quejaba del interventor porque no les dejaba hacer lo que querían. Mi primo le contestó sin rodeos: —Es que el dinero es público, y no se puede coger al tuntún, saltándose presupuestos, plenos, ni normativas. Ni siquiera para robar.

¿“Etapa del interventor en el Juzgado”? No, señor. Mi padre no fue interventor en esa época: estaba cumpliendo el servicio militar obligatorio. Qué manera de retorcer el lenguaje para alimentar un relato fanático y tendencioso. ¿No sería más riguroso —si le interesa el rigor— hablar de la etapa de Baena Tocón durante su servicio militar?

La flexibilidad la determinan las leyes. Y la democracia, señor Carratalá, no se basa en reescribir vidas ajenas para salvar relatos propios.


Conclusión:

La historia no se honra difamando a los muertos. Ni premiando a los que falsifican.

El catedrático Ríos Carratalá no conoció a mi padre. Ni a D. Rafael. Y sin embargo, se permite hablar de ellos desde la impunidad de quien se refugia en el prestigio universitario para emitir juicios que ni son justos, ni son académicos, ni son veraces. Pero aquí estamos algunos para recordar que hubo una Córdoba donde la honradez no se investigaba, se reconocía. Donde no hacía falta falsear el pasado para construir el futuro.

Y que hubo políticos, como González Barbero y Baena Tocón, que pensaban diferente, pero actuaban con decencia. Por eso molesta tanto su memoria.

domingo, 22 de junio de 2025

EL FRANCOMODÍN YA NO TAPA LA VERGÜENZA: DE RÍOS CARRATALÁ AL PRESENTE CORRUPTO

 

    50 años de memoria... y ni un día de vergüenza. Memoria selectiva y corrupción sin complejos”. Del antifranquismo de saldo al saqueo institucional.


1. “Los palmeros del progresismo”… y el eco de las falsedades

El Sr. Ábalos, muy “progresista” él, se hizo eco en declaraciones públicas de las afirmaciones del catedrático Juan Antonio Ríos Carratalá, de la Universidad de Alicante, sobre Antonio Luis Baena Tocón. No parece que haya contrastado mucho lo que repite entre “prima” y “prima” (de las que cuestan dinero público), o entre “mordida” y “mordida” (de las que investiga la UCO). Difama sin aportar nada nuevo. Solo presta su altavoz a las falsedades difundidas por Ríos Carratalá, con entusiasmo ideológico y nula comprobación. Una adhesión automática, casi litúrgica.

Y todo esto mientras él mismo aparece señalado por la UCO en una presunta red de cobro de comisiones junto a Koldo García y Santos Cerdán. Cifras entre 350.000 y 620.000 euros en “servicios prestados”, según HuffPost y El País (13/6/2025). Y lo que se va sabiendo cada día supera al anterior, afectando al dinero público y a nuevos "fontaneros".


2. Ríos Carratalá y su tómbola de etiquetas

El catedrático Juan Antonio Ríos Carratalá lleva más de una década afirmando —como si fuera dogma y no conjetura— que “todos sabían del franquismo” de Baena Tocón. Lo dice, pero no lo demuestra. Lo repite, pero no lo documenta. Ni una fuente sólida, ni un análisis riguroso. Solo su voz catedrática, que parece bastarle para convertir el prejuicio en tesis doctoral.

En su libro Nos vemos en Chicote, página 153, perpetúa las mismas falsedades desde la primera edición (2015) hasta hoy. Y eso que en juicio civil afirmó haber “corregido” algo. ¿Qué exactamente? Misterio. Porque no ha corregido nada. Al contrario: ha afianzado su relato.

Entre sus frases de autor:

Hombre reservado y un tanto impenetrable, incluso protagonizó algún altercado con el concejal Francisco Marín, del Partido Socialista Andaluz, que parecía dispuesto a gastar más de lo debido en un stand municipal (ABC, 9-VII-82). Estos despilfarros de los demócratas le alteraban el ánimo…”.

¿“Impenetrable”? ¿“Reservado”? ¿“Protagonizó un altercado”? ¿Lo conoció? No. ¿Consultó actas municipales? Tampoco. ¿Habló con Marín? Menos aún. Todo su rigor se basa en una reseña periodística parcial y en su libertad para reinterpretar a gusto. Yo, en cambio, sí conocí a Francisco Marín. Conocí a dirigentes del PSA en Córdoba. Conocí a mi padre. Supe de lo que ocurrió por los mismos actores. He consultado actas municipales y sé exactamente lo que pasó en el Ayuntamiento.

Y ahora, la parte que no sale en sus libros: mi padre recibió algunas facturas falsas de algún que otro concejal de Izquierda Unida, entre otras. De unas en cuestión aportadas por un concejal tuvo conocimiento de irregularidad y falsedad. Al llevárselas personalmente a Julio Anguita fue éste quien, al verlas, golpeaba la mesa muy indignado y diciendo: “¡Así no se puede construir nada!”. No era un problema de ideología, sino de ética. Pero eso al catedrático le estropea el guion.

Porque para él, si alguien critica un despilfarro, ya es sospechoso. Si el crítico no es de “los suyos”, ya se le puede tildar de “franquista”. Reparte etiquetas a placer, como quien reparte estampitas en una procesión: este sí, este no, este es demócrata, este es franquista. No importa lo que hicieran o cómo vivieran: importa que encajen en su relato.

3. De Franco a la farsa: cien actos, cien escándalos

El “Francomodín” lo ha sido todo. Siempre útil, siempre a mano. Da igual el contexto. Se habla de corrupción y… ¡zas! Franco. Se investiga una trama criminal y… ¡Franco! Se pierde el norte institucional, y el sur, y el este, y también el dinero… y ahí sigue Franco.

Y así tenemos este sainete:

  • Acto I. El Gobierno anuncia más de 100 actos para conmemorar el 50º aniversario de la muerte de Franco, bajo el lema “España en libertad”. Bandera, memoria y emoción de diseño.

  • Acto II. Estallan escándalos de corrupción en el seno del PSOE. Grabaciones, registros, mordidas, adjudicaciones, y una red que apunta alto. Muy alto.

  • Acto III. El presidente, en modo compungido, pide perdón. Dice que “no sabía nada”. Aporta excusas de manual: eran aportaciones “voluntarias”.

  • Acto IV. Mientras tanto, se sigue etiquetando como franquista a un funcionario que no solo no lo fue, sino que tuvo que enfrentarse al franquismo en vida, que aprobó sus oposiciones con su esfuerzo, que nunca fue condenado por nada, y que trabajó con honradez incluso cuando lo rodeaban presiones políticas de todos los colores.

Pero claro, todo eso molesta al relato del Sr. Ríos Carratalá. Porque él no investiga: selecciona. No analiza: sentencia. No documenta: inventa. Y lo peor: se siente impune.

Epílogo: Cuando el “Francomodín” ya no tapa el hedor

Durante años, el “Francomodín” ha funcionado como paraguas, como tapadera, como cortina de humo. Bastaba con invocar a Franco para deslegitimar cualquier crítica. Para desacreditar a cualquier adversario. Para reescribir vidas con tinta roja y negra. Pero ahora, ya no cuela.

Porque hoy el hedor es demasiado fuerte. Y no viene del pasado. Viene del presente: de sobres bien repartidos, de facturas infladas, de contratos amañados, de redes clientelares disfrazadas de causas nobles. Y todo eso, por más que lo intenten, no se tapa con discursos sobre Franco. Ni con cien actos. Ni con cien etiquetas. Ni con cien veces la misma mentira.

El “Francomodín” se desgasta. Ya no divierte. Ya no distrae. Y lo que deja ver es un presente mucho más oscuro que el relato que intentan imponer sobre el pasado.

jueves, 19 de junio de 2025

ESPAÑA EN LIBERTAD (¿PARA QUIÉN?)

 

La conmemoración del 50º aniversario de la muerte de Franco: ¿memoria, manipulación o polarización?

2025 marca medio siglo sin el dictador Franco. La iniciativa oficial “España en libertad” propone más de cien actividades para rememorar el camino democrático, pero divide opiniones. En este artículo, además de contextualizar las acciones institucionales y las críticas que ha generado, comparto mi experiencia personal y el escepticismo que comparto con muchas otras personas de valía que no se pliegan al pensamiento único.


Durante el año 2025, el Gobierno de España ha decidido impulsar un programa de actos conmemorativos bajo el lema “España en libertad. 50 años”, coincidiendo con el cincuentenario de la muerte del dictador Francisco Franco. Aunque en principio podría parecer una iniciativa orientada a reforzar los valores democráticos, la experiencia personal que yo mismo he vivido me obliga a cuestionar la verdadera naturaleza de esta campaña.

Desde el Gobierno se ha afirmado que no se trata de celebrar una muerte, sino de conmemorar el proceso de transición hacia la democracia, con más de un centenar de actividades en todo el país: exposiciones, documentales, actos en embajadas, ciclos escolares, escape rooms y nombramientos de lugares de memoria [1]. El ministro Ángel Víctor Torres declaró que el objetivo es “defender la vida en libertad frente a la muerte” [2]. A mí, con todo respeto, me cuesta creer que el Sr. Torres y sus asesores —con el historial que arrastran— estén pensando precisamente en quienes hemos sido víctimas de la falsificación histórica. Tal vez defiendan la vida... pero solo si coincide con su relato.

No obstante, muchos ciudadanos y colectivos han expresado su malestar ante lo que consideran una estrategia de oportunismo político. Se habla de tono guerracivilista, de memoria utilizada como arma ideológica y de una maniobra para distraer de problemas actuales como la corrupción o el descrédito institucional [3]. Yo comparto ese escepticismo. Y no porque me lo hayan contado: lo he vivido.

He vivido en carne propia las consecuencias de una memoria histórica mal entendida. Mi padre fue difamado públicamente por el catedrático Juan Antonio Ríos Carratalá, quien, amparado en su condición de experto universitario, se permitió falsear datos sobre su vida y reinterpretar documentos históricos sin rigor. Cuando denuncié estos hechos, algunos historiadores no solo guardaron silencio, sino que incluso lo respaldaron. Uno de ellos es el catedrático Ismael Saz, miembro del comité de expertos que asesora al Gobierno en esta conmemoración [4].

Si un historiador puede reescribir impunemente la vida de una persona y otro lo apoya

públicamente, yo no puedo confiar en la supuesta objetividad de esta campaña. El comité científico que supuestamente debería aportar rigor y pluralidad no me ofrece garantías. ¿Cómo confiar en una memoria democrática cuando quienes la redactan participan activamente en la deformación de la verdad y en la estigmatización de determinadas familias o trayectorias personales? Se diría que algunos solo consideran democrático aquello que firman ellos mismos.

Tampoco me tranquiliza ver cómo algunos medios de comunicación, sin contraste alguno, repiten los argumentos oficiales o incluso los bulos historiográficos promovidos por estos mismos expertos [5]. Se crea así una hegemonía narrativa, donde solo una versión del pasado tiene espacio y validez, y cualquier voz crítica es marginada, ridiculizada o simplemente silenciada.

Sé que a algunos esto les puede parecer exagerado. O incluso incómodo. Siento pensarlo así. Ojalá pudiera creer que esta conmemoración será un homenaje plural, riguroso, abierto a la verdad. Pero los hechos que he padecido —y que han padecido otras personas de gran valía que tampoco se han sometido al pensamiento único— me obligan a dudar. No somos pocos los que, por discrepar, hemos sido silenciados o despreciados. No por lo que hemos hecho, sino por lo que nos hemos atrevido a decir. Y en esta democracia conmemorativa, lo que más se penaliza no es el pasado que uno tiene, sino la versión que uno no comparte.

En abstracto, conmemorar el paso de una dictadura a una democracia es, sin duda, una acción necesaria. Pero hacerlo desde el sesgo ideológico, sin pluralidad, sin autocrítica, y excluyendo voces que podrían matizar la historia, es una forma más de reescribirla. Y si quienes deforman la historia son también los encargados de celebrarla, entonces esta conmemoración deja de ser un homenaje a la libertad para convertirse en una demostración de poder. Una ceremonia de autosatisfacción, con toga y subvención.

Por todo ello, no puedo ver en “España en libertad” una celebración inclusiva ni rigurosa. Lo que he padecido me obliga a pensar que esta campaña no busca la verdad, sino la reafirmación de un relato cerrado, excluyente y, demasiadas veces, injusto.


Epílogo

“Quien controla el pasado, controla el futuro. Quien controla el presente, controla el pasado.”
George Orwell, 1984
“La historia es escrita por los vencedores. La memoria, por los que resisten.”
Atribuido a distintos autores, pero apropiado para tiempos donde el relato oficial no admite réplica.
“Cuando el historiador olvida su deber y se convierte en militante, deja de escribir historia para empezar a dictar doctrina.”
Reflexión personal


Referencias:

1.     "Sánchez anuncia un centenar de actos en 2025 por los 50 años de la muerte de Franco", Europa Press, 10/12/2024.

2.     "El Gobierno defiende la campaña ‘España en libertad’". eldiario.es, 7/01/2025.

3.     "Críticas desde sectores sociales y el PP". La Razón, 20/12/2024; El Debate, 7/01/2025.

4.     "Moncloa nombra a un comité científico con Ismael Saz al frente de la conmemoración". El Confidencial Digital, 19/01/2025.

5.     "Los medios replican sin matiz el relato oficial sobre la memoria histórica", El Mundo, 8/01/2025; Público, 11/12/2024.


martes, 17 de junio de 2025

EL CATEDRÁTICO Y SU ALUMNO: SONRISAS PARA TAPAR UN FRAUDE

En su último artículo, el profesor Juan Antonio Ríos Carratalá elogia a un alumno llamado Luis Gimeno, pero lo hace para distraer de una crítica documentada: haber atribuido falsamente a mi padre, que cumplía el servicio militar obligatorio, funciones represivas que jamás ejerció ni pudo ejercer.


1. Lo que parece y lo que es

En su entrada del blog Varietés y República, publicada el 17 de junio de 2025 y titulada "La suerte de tener alumnos como Luis", el catedrático Juan Antonio Ríos Carratalá se presenta como un profesor agradecido, inspirado por la juventud que lo rodea, y especialmente orgulloso de un alumno ejemplar: Luis Gimeno. Hasta ahí, nada objetable. Sin embargo, lo que parece una amable reflexión pedagógica encierra en realidad una maniobra evasiva: una respuesta encubierta a una crítica que no se atreve a mencionar.

Porque el profesor no escribe desde la serenidad de un aula, sino desde la incomodidad de saberse desmentido. Y no con opiniones, sino con documentos judiciales. Desde hace años, Ríos Carratalá ha sostenido —sin pruebas— que mi padre, Antonio Luis Baena Tocón, participó activamente en causas represivas del franquismo, aunque se empeñe en hacerlo ver así. Lo escribió en su libro Nos vemos en Chicote, lo repitió en entrevistas y artículos, y lo sigue diciendo incluso después de haber sido condenado judicialmente, aunque sea en primera instancia, por intromisión ilegítima en el honor.

Lo cierto es que mi padre realizó su servicio militar obligatorio, como tantos otros jóvenes de la posguerra. Estuvo destinado en un juzgado militar, pero no tenía poder de decisión ni responsabilidad sobre juicios ni sentencias. No fue juez, ni fiscal, ni actor represivo. Fue un militar de reemplazo cumpliendo órdenes. Y cuando tuvo la oportunidad de continuar su carrera militar, la rechazó con claridad, según testimonios familiares, porque —y cito textualmente— “no le gustaba lo que allí veía”.

Nada de eso importó a Ríos Carratalá. Le bastó que trabajara allí para asignarle el papel de cómplice, para revestirlo de verdugo y convertirlo en blanco de su relato ideológico. Ha querido pintarlo como militar, para colmo franquista, y para mayor colmo represor. Todo ello es rotundamente falso.


2. La crítica que no nombra (pero que teme)

Recientemente, en un espacio público, alguien llamado Luis Gimeno dejó un comentario donde señalaba —con toda razón— que atribuir falsamente funciones represivas a quien no las tuvo es una forma de fraude historiográfico. El comentario no contenía insultos ni exageraciones. Simplemente apelaba a la verdad.

¿Qué hace el catedrático? ¿Responde con argumentos? ¿Reconoce la crítica y la rebate? No. Escribe un artículo entero sobre lo simpático, educado y sonriente que es otro Luis Gimeno, alumno suyo. Como si así pudiera desviar la atención. Como si bastara con insinuar que se trata de una confusión para eludir el fondo del asunto:
📌 ¿Dijo la verdad cuando escribió lo que escribió sobre mi padre?


3. Lo que dicen los documentos

En la página 192 de Nos vemos en Chicote, Ríos Carratalá escribió que varios periodistas represaliados tras la Guerra Civil —Valentín de Pedro, Virgilio de la Pascua Garrido, Alberto Marín Alcalde y Joaquín Dicenta Alonso— “pasaron por las manos de un juez implacable y un secretario empeñado en buscar huellas de los delitos en la Hemeroteca Municipal de Madrid”. Ese secretario, según el propio contexto del libro, era mi padre.

Pero basta consultar los archivos judiciales para desmontar esa afirmación. Revisé personalmente los sumarios de esos periodistas en el Archivo General e Histórico de Defensa, y en ninguno de ellos aparece ni el nombre, ni la firma, ni intervención alguna de Antonio Luis Baena Tocón.

Aquí los datos:

  • Valentín de Pedro: Sumarios 13919, 15519, 15119 y 5791 → ❌ No figura

  • Virgilio de la Pascua Garrido: Sumarios 6356 y 2717 → ❌ No figura

  • Alberto Marín Alcalde: Sumario 23830 → ❌ No figura

  • Joaquín Dicenta Alonso: Sumario 13149 → ❌ Tampoco figura

Estos datos constan como documento 35 de la demanda civil que interpuse, la misma que derivó en sentencia condenatoria por intromisión ilegítima en el honor de mi padre.


4. Entre la pedagogía y la propaganda

Elogiar a un alumno no es delito. Manipular la memoria de los muertos, sí lo es moralmente. Y cuando un catedrático usa su blog para presentar una supuesta "reflexión docente" mientras esquiva preguntas esenciales sobre su responsabilidad como autor, lo que hace no es pedagogía, sino propaganda.

Más allá del teatro de los halagos, el profesor elude lo que realmente importa:
📌 ¿Por qué escribió lo que escribió si los documentos lo desmienten?
📌 ¿Por qué sigue repitiendo la fábula, pese a la sentencia judicial?
📌 ¿Por qué necesita tanto que mi padre sea el villano de su relato?


5. Conclusión: la memoria no es una fábula

Luis Gimeno, sea quien sea, probablemente no tiene nada que ver con esta historia. El problema no es él. El problema es que la sonrisa de un alumno no borra las falsedades de un profesor. Y que un académico, lejos de corregir sus errores o asumir su falta de rigor, siga escondiéndose detrás de metáforas, adulaciones y silencios interesados.

A mí no me preocupa si pasea con perritos o enseña con Lope. Me preocupa que siga utilizando el pasado como arma ideológica, que siga difamando sin pruebas, y que lo haga desde un púlpito académico que lo ampara en lugar de pedirle cuentas.

Eso no es memoria democrática. Eso es, simplemente, un abuso con pretensiones de legitimidad.

lunes, 16 de junio de 2025

EL CINISMO EN ESCENA: DEL CONGRESO AL CAMPUS, LA MISMA MÁSCARA

El relato por encima de la verdad: del poder político al académico; de Moncloa a la cátedra: el arte de no rendir cuentas.

Cuando el poder se ejerce sin autocrítica, lo único que importa es conservar la máscara. Tanto en la política como en el mundo académico, hay quienes se blindan con su cargo, reescriben la realidad, se victimizan ante cualquier crítica, descalifican a otros y seleccionan qué víctimas merecen memoria. Esta es la historia paralela de dos figuras distintas —Pedro Sánchez y Juan Antonio Ríos Carratalá— con un inquietante parecido en el modo de actuar.


¿En qué se parecen?


1.
Usar el cargo como coartada

Pedro Sánchez se ampara en La Moncloa como símbolo de legitimidad. Juan Antonio Ríos Carratalá lo hace tras su cátedra universitaria. Ambos utilizan su posición institucional para blindarse frente a la crítica, como si el cargo otorgara automáticamente razón y moral.

Quien se atreve a cuestionarlos no se enfrenta a un interlocutor, sino a un tótem: “¿Cómo vas a poner en duda al presidente del Gobierno?” “¿Cómo vas a corregir a un catedrático?”

Así, convierten el estatus en dogma, y cualquier error queda amortiguado por el peso del título.


2. Narrativa como obsesión

En lugar de rectificar, perfeccionan la versión. Sánchez responde a los escándalos con auditorías y reformas cosméticas… pero sin tocar el núcleo del poder que permitió el abuso.
Ríos, por su parte, redobla sus publicaciones, da nuevas entrevistas, reescribe capítulos con los mismos bulos y los adorna con homenajes sentimentales sin fundamento.

No se comportan como investigadores o servidores públicos, sino como dramaturgos de una ficción ideológica: escriben el guion, reparten los papeles y eliminan cualquier voz que desentone.


3. Victimismo interesado

Ambos dominan el arte de la inversión moral. Sánchez se presenta como “engañado” por los suyos, dolido, ofendido… mientras los escándalos lo rodean.
Ríos también se declara víctima de ataques y campañas contra su persona.

Pero en mi caso, como hijo de Antonio Luis Baena Tocón, funcionario fallecido e injustamente difamado, puedo dar fe de que el verdadero daño fue el suyo: él mintió sobre mi padre, y cuando se lo señalé, intentó desacreditarme a mí. Primero con tono amable y académico. Después, con el silencio o el desprecio.

Ese es el manual: hacerse la víctima para no rendir cuentas.


4. Corporativismo y propaganda

Cuando hay crisis, lo que hacen no es abrirse a la verdad, sino cerrar filas.
Sánchez monta comités, ruedas de prensa, anuncios solemnes… pero nunca se plantea una moción de confianza o unas elecciones.
Ríos organiza presentaciones de libros, conferencias, se rodea de colegas de confianza y medios afines… pero nunca una rectificación pública ni una revisión honesta de sus errores.

Ambos practican la simulación de la transparencia. Todo es interno, endogámico, previsible. La crítica externa es ignorada o neutralizada. Y el entorno mediático o académico que los acompaña prefiere mirar a otro lado: callar, justificar o repetir el relato.


5. Memoria selectiva

Hablan de memoria, justicia, derechos… pero solo para los suyos.
Las víctimas que no se ajustan al marco ideológico son silenciadas.

En mi caso, mi abuelo —fusilado por milicianos republicanos en 1936 por su fe y su negativa a participar en asesinatos— fue ocultado, tergiversado y reconvertido en una figura que sirviera al relato de Ríos.

Así lo presentó como una víctima del franquismo o del “bando nacional”, ignorando deliberadamente los hechos reales, para dar más credibilidad al bulo realizado sobre mi padre.
La víctima republicana fue convertida en un decorado útil, y su nieto, en un obstáculo a neutralizar.


Conclusión: cuando el relato vale más que la verdad


El problema de fondo no es solo ético, es estructural:
cuando quienes ostentan el poder —sea político o académico— usan su ideología para decidir qué víctimas merecen memoria y cuáles deben ser silenciadas, lo que construyen no es memoria democrática. Es propaganda. Es revancha. Es sectarismo envuelto en causa noble.

Pedro Sánchez y Juan Antonio Ríos Carratalá se presentan como garantes de la libertad, el progreso y la justicia. Pero su forma de actuar contradice cada uno de esos valores. Ambos se maquillan ante el espejo del relato, mientras detrás se acumulan las verdades silenciadas, las víctimas olvidadas y las voces que no encajan en el guion.

El poder mal ejercido tiene siempre los mismos síntomas:

  • Título como escudo,

  • Relato como verdad,

  • Victimismo como defensa,

  • Entorno protector,

  • Y memoria manipulada.

Lo más grave es que, en ambos casos, la verdad estorba. Molesta. Se descarta. La prioridad no es hacer justicia, sino salvar el relato, mantener el decorado.

Y así, la verdad —esa incómoda, molesta y a veces silenciosa verdad— queda sola.
Desnuda. Enterrada bajo el decorado de la impostura.


Fuentes consultadas

  1. El País. (2025, 16 de junio). Última hora de la actualidad política, en directo | Sánchez, tras la ejecutiva del PSOE: “No vamos a tapar la corrupción que surja en nuestras filas”.
    👉 https://elpais.com/espana/2025-06-16/ultima-hora-de-la-actualidad-politica-en-directo.html

  2. Cadena SER. (2025, 16 de junio). Pedro Sánchez tiene que ir más allá de lo anunciado si quiere recuperar algo de confianza y de credibilidad.
    👉 https://cadenaser.com/nacional/2025/06/16/pedro-sanchez-tiene-que-ir-mas-alla-de-lo-anunciado-si-quiere-recuperar-algo-de-confianza-y-de-credibilidad-cadena-ser/

  3. El País. (2025, 14 de junio). Sánchez o PSOE: el dilema del poder personalista y la presión interna tras el caso Koldo.
    👉 https://elpais.com/espana/2025-06-14/sanchez-o-psoe.html

  4. La Vanguardia. (2025, 13 de junio). El ministro Ángel Víctor Torres reconoce que Sánchez se equivocó al confiar en algunas personas del partido.
    👉 https://www.lavanguardia.com/politica/20250613/9642135/torres-sanchez-error-confianza-caso-koldo.html

domingo, 15 de junio de 2025

“MI PADRE NO SE ESCONDÍA: VIVÍA EN SU CASA, CON SU TELÉFONO Y SU VERDAD”

 En memoria de mi hermano Jorge y en defensa de la verdad sobre Antonio Luis Baena Tocón, frente a quienes intentan reescribir su vida con medias verdades, juicios ideológicos y mentiras documentadas. Porque la historia no se honra difamando a los muertos, ni premiando al falsario.



MÁS DE 50 AÑOS CON EL MISMO TELÉFONO
En 1979, mi familia y yo tuvimos la desgracia de perder a mi hermano Jorge Baena González, caballero cadete de la Academia General del Aire de San Javier (Murcia), fallecido en acto de servicio en 1979, a punto de recibir su primer despacho como oficial del Ejército del Aire.

Mi padre tuvo la suerte de pasar por esta vida con muchas penalidades: el asesinato de su padre, la precariedad en la que se vio su familia, la ausencia de apoyo o protección alguna… Pero con tesón, constancia, trabajo personal y honradez, logró superar la inmensa mayoría de ellas. No así la pérdida de su querido hijo Jorge, a quien lloró hasta su muerte.

Este domingo, 15 de junio de 2025, en la Base Aérea de San Javier (Murcia), se celebra el espectacular festival aéreo "Aire 25", con motivo del 40º aniversario de la Patrulla Águila del Ejército del Aire y del Espacio. Al igual que esta celebración, me traen recuerdos muy vivos los antiguos compañeros de mi hermano. Algunos de estos oficiales, recién recibidos sus despachos iniciales, fueron destinados al "Ala 22" de Jerez de la Frontera (clave en su día para la vigilancia del Estrecho de Gibraltar y el Atlántico, inmersa en misiones de defensa antisubmarina y colaboración marítima) . Por casualidad los conocí y he seguido tratando con ellos hasta hoy, compartiendo mil historias y vivencias.

A través de esos amigos conocí también a algunos miembros que formarían parte de la incipiente Patrulla Águila en aquellas fechas y que hoy se celebra el aniversario de su existencia. Algunos de esos amigos están ya jubilados, coroneles; otros siguen en activo, generales a punto de jubilarse. No cito sus nombres, porque no faltará algún espontáneo "cronista familiar falsario y sectario" que los descalifique por haber sido como de la familia: compartieron multitud de vivencias personales, conocieron y trataron a mi padre, acudieron a celebraciones familiares, y alguno de ellos se ha mostrado sorprendido por las falsedades difundidas sobre él. No he querido implicarlos, pero algunas de estas personas, cuando en 2019 fui plenamente consciente de las barbaridades que se decían sobre mi padre, gracias a los "rigurosos trabajos de investigación académica de Ríos Carratalá y publicados por la Universidad de Alicante", me ayudaron —en cierta manera— a orientarme sobre dónde acudir para informarme y responder a las calumnias difundidas por nuestro "catedrático de cabecera". Especialmente durante la pandemia, solicitaron por favor a jefes de unidades que me atendieran, aunque fuera por escrito, dada la enorme dificultad de acceso en esas fechas.

¡Cuántos recuerdos me traen San Javier, mi hermano, sus compañeros, mi padre…!

Entre esos recuerdos —algunos agradables o muy agradables, otros profundamente desagradables— está el día en que Julio Anguita me dio personalmente el pésame por el fallecimiento de mi hermano (supongo que antes se lo daría a mi padre). Conocí a Julio no a través de mi padre ni por su trabajo, sino porque fui destinado entre mis primeros puestos a Fernán-Núñez (Córdoba), un feudo tradicionalmente comunista, donde compartí docencia con algunos de los mejores amigos que he tenido desde la adolescencia. Varios de ellos formaban parte del círculo de confianza de Anguita. Entre ellos había incluso una compañera que fue su pareja. De todos guardo muy buen recuerdo, especialmente de un tal M. Z., "comunista al estilo de Jesús": trabajador, comprometido con la educación… Fue una de las experiencias más enriquecedoras de mi vida profesional. Quise contactar con Anguita para comentar estas cosas que decía Ríos sobre mi padre, pero la muerte se le adelantó... Otros le dieron credibilidad, como el Alcalde que le sustituyó en la Alcaldía, del que hablaremos en otra ocasión, que no se atrevió a plantarle cara en vida, condenado por prevaricación y que correteaba a las secretarias en el Ayuntamiento y parece que terminó con una de ellas, dato que no puedo acreditar pero que fue de dominio público en bares y tabernas de la localidad como el "Bar Correo" o la "Sociedad de Plateros", entre otros...

Pues bien, a Julio Anguita lo menciona el libro Nos vemos en Chicote del catedrático de Literatura Española de la Universidad de Alicante, Juan Antonio Ríos Carratalá. Lo cita porque le gusta adornar sus relatos con nombres de figuras públicas, para dar credibilidad a sus historias. En este caso, lo hace a través de una entrevista informal de un colega suyo, un tal Antonio Barragán, describiéndolo como "un hombre muy formal, muy cumplidor y respetuoso con la legislación". Pero claro, eso no encaja con el relato del señor Ríos Carratalá, que prefiere reservar los atributos positivos para aquellos a quienes él considera "demócratas", según sus propios criterios. Así que añade frases propias de un historiador "riguroso" como él dice ser: "Todos en el Ayuntamiento cordobés sabían de su franquismo". No sé el método historiográfico que utiliza para expresiones como esa y otras más que iremos comentando en otras entradas...

Supongo que tendrá todo esto "documentado". Yo, al menos, habiendo conocido a mi padre y teniendo muchos datos de su vida para opinar lo contrario, me he enterado a través de los escritos del catedrático que no sé lo que es el franquismo ni la democracia… Pero hay que entenderlo como parte de otra de sus frases redondas: "El verdadero pacto de silencio fue el miedo a comprobar la cercanía y la banalidad del mal", o "Puestos a despachar con el alcalde Julio Anguita, convenía olvidar el procesamiento de Miguel Hernández". También dice que sus colegas ignoraban la localización de Antonio Luis Baena Tocón. Circunstancia que Ríos comenta en otro lugar de su libro y que contestaré en otra entrada para no alargarme...Como si estuviera escondiéndose…

Esto último no solo es falso: es grotesco. Mi padre estaba más que localizado. En el Ayuntamiento, en su casa, en su teléfono fijo (requisito del Ayuntamiento para poder localizarlo y antes de que existieran los móviles, con publicación expresa en la Guía Telefónica). Toda la vida. Sin cambiar ni de número ni de domicilio. Y su hija, mi hermana, sigue usando hoy en día el mismo número de teléfono que entonces, aunque él quisiera localizarla en Murcia, en función de sus "capacidades de gran y riguroso investigador", y lo alega en sesión judicial como un mérito de su trabajo, ¿Se habrán dado cuenta de esa "tontuna manifiesta" o por ser catedrático quedaron deslumbrados con su sabiduría, comenzando por la Fiscalía?.... Decir que no pudo localizar a la familia es otra de las falsedades interesadas de Ríos Carratalá.

Este libro comenzó en 2015, pero en 2025 sigue diciendo lo mismo, publicando lo mismo, repitiendo lo mismo. El señor Ríos Carratalá sabe que mi padre trabajó con Anguita, pero no sabe —o no le interesa saber— que para trabajar con Anguita no vivía en el Caribe. Ignora que para estar en el Ayuntamiento se necesita un domicilio y un teléfono. Teléfono que, por ejemplo, utilizaba el teniente coronel Gutiérrez Mellado para tratar asuntos relacionados con mi hermano, o el señor Tamames (cuando era comunista) para tratar asuntos relacionados con su trabajo, por citar a algunas personas conocidas. Y al que podía llamar cualquier ciudadano que lo necesitara, como sucedía con frecuencia. Si podía atenderle, lo hacía; si no, le indicaba qué gestiones debía hacer en el Ayuntamiento.

Esto aparece en la página 155 del libro del señor Ríos Carratalá: una de las múltiples páginas que encierran falsedades, todo supuestamente "contrastado" en nombre de la memoria democrática. Este señor ha sido premiado, sus filtros en la universidad han sido máximos… y así se va construyendo la historia: con mentiras, falsedades, etiquetas ideológicas… por parte de un sectario de mentalidad guerra-civilista.

¿Qué pensaría, si viviera, mi hermano Jorge, por quien incluso me preguntaron en el juicio civil celebrado en octubre? Hubo muchas cosas que me tendrían que haber preguntado y que no salieron. En las pruebas aportadas no están todas las falsedades que este señor ha propagado para construir su modelo historiográfico. Un modelo que ha recibido el apoyo de numerosos medios de comunicación y de muchos, muchísimos historiadores, que hacen del corporativismo un arma más poderosa que de su honradez profesional. Y aún siguen saliendo palmeros repitiendo barbaridades, con insultos y falacias, como recientemente el señor David Cot y otros.

Ríos Carratalá dice que la historia se construye poco a poco. Él la ha construido a su antojo y sin comprobar nada. Con su ideología ha tirado los dados… y se ha inventado todo el juego: falsario de pacotilla.

CUANDO EL ARCHIVO SE CONVIERTE EN RELATO: RESPUESTA A UNA HISTORIA MAL CONTADA

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