domingo, 21 de diciembre de 2025

CUANDO LA NOSTALGIA SE DISFRAZA DE RIGOR

 
(A propósito de “La «agüita amarilla» de Pablo Carbonell”)


De la retranca generacional a la ficción “rigurosa”
Varietés, memoria personal y el historiador que se mira al espejo



1. Ficha de la entrada analizada

  • Autor: Juan Antonio Ríos Carratalá

  • Blog: Varietés y República

  • Fecha: miércoles, 28 de febrero de 2024

  • Título original: La «agüita amarilla» de Pablo Carbonell

  • Enlace:
    https://varietesyrepublica.blogspot.com/2024/02/la-aguita-amarilla-de-pablo-carbonell.html

  • Contexto:
    Entrada de carácter autobiográfico y ensayístico en la que el autor reflexiona sobre el envejecimiento, la nostalgia generacional y la figura de Pablo Carbonell, mezclando recuerdos personales, referencias culturales y juicios ideológicos.


2. No es una excepción: es un tipo de texto recurrente

A primera vista, podría pensarse que esta entrada no merece un análisis crítico. No contiene documentos, ni archivos, ni afirmaciones históricas explícitas. Sin embargo, precisamente por eso resulta significativa.

Textos como este abundan en el dilatado blog Varietés y República: artículos construidos a partir de añoranzas personales, recuerdos familiares, juicios generacionales y retranca ideológica, firmados por un catedrático de Literatura Española que actúa como historiador “de literatos”, aunque en muchos casos dichos textos tengan poco o nada que ver con un trabajo histórico propiamente dicho.

Lo relevante es que el propio autor reconoció en sede judicial (Cádiz, 14 de octubre de 2024) que este tipo de artículos terminan siendo traducidos en libros presentados después como investigaciones. Es decir, no estamos ante simples columnas personales: estamos ante materia prima editorial para obras que reclaman autoridad académica.


3. Autorretrato, superioridad moral y ficción confortable

Esta entrada no pretende ser una investigación, ni siquiera un análisis cultural en sentido estricto. Es, ante todo, un ejercicio de autorrepresentación.

En La «agüita amarilla» de Pablo Carbonell, Ríos Carratalá se sitúa de nuevo en el centro del relato:

  • como observador lúcido del paso del tiempo;

  • como ejemplo de envejecimiento “con decoro” frente a otros que “envejecen mal”;

  • como intelectual coherente, irónico y libre de dogmatismos.

Todo ello se articula mediante una escritura amable, nostálgica y cargada de ironía. Nada objetable si se mantiene en el terreno de la literatura personal y se presenta explícitamente como tal.

El problema aparece cuando ese mismo tono —la ironía, la fantasía, el juicio moral implícito— se traslada después a personas reales, con nombre y apellidos, y se presenta como “rigor investigador” o incluso como “ficción rigurosa”.


4. Cuando la fantasía sustituye a la biografía (y falla estrepitosamente)

Este texto conecta directamente con un precedente mucho más grave: la forma en que el propio Ríos Carratalá se refirió a Antonio Luis Baena Tocón.

En distintos momentos llegó a afirmar —más o menos explícitamente— que mi padre:

  • permanecía calladito y escondido”;

  • que los “biógrafos hernandianos no dieron con su paradero”;

  • o que llevaba una suerte de doble vida o doble personalidad.

Hay que ser extraordinariamente fantasioso para sostener algo así.

La realidad es fácilmente verificable y completamente distinta:

  • Antonio Luis Baena Tocón vivió en Córdoba desde 1958 hasta su fallecimiento en 1998.

  • Trabajó, en parte, en el Ayuntamiento de Córdoba, "al servicio de" Julio Anguita (corrigiendo a Ríos, en servicio a la sociedad estando Julio Anguita como Alcalde de Córdoba)

  • Solicitó otros destinos administrativos (Sevilla y Madrid), que no obtuvo por motivos ajenos a él.

  • No tenía ningún motivo para esconderse.

  • Y, de hecho, nunca se escondió.

Durante más de cuarenta años hubo tiempo de sobra para saber de él. Su teléfono particular y dirección particular estuvieron publicados en la guía telefónica, era de fácil acceso y lo utilizaban tanto vecinos del barrio, personas desconocidas que requerían su atención, como personas perfectamente conocidas. Entre quienes le llamaban se encontraban entre estas últimas, según recuerdo directo, el propio Julio Anguita, el teniente general Gutiérrez Mellado o el economista Ramón Tamames, entre otros muchos.

Ese mismo teléfono sigue existiendo hoy (lleva más de 50 años de uso): lo conserva mi hermana, a quien el catedrático ha manifestado haber intentado localizar antes de sus publicaciones. Sin embargo, afirmó en sede judicial haberla buscado en Murcia, como podría haberlo hecho en Budapest. Una afirmación poco creíble —buscar a una persona en Murcia sabiendo que vive en Córdoba— tal y como quedó reflejado en la sesión judicial del 14 de octubre de 2024 en Cádiz. Muy poco “rigurosa” resulta aquí su investigación.

A Ríos Carratalá, por cierto, no le gustaron los comentarios de Julio Anguita sobre mi padre (tal y como manifiesta en Nos vemos en Chicote, algo que el propio autor despacha atribuyéndolo a una supuesta “doble personalidad” o “doble vida”). No estamos ante una interpretación discutible, sino ante un desconocimiento absoluto de la vida real de la persona sobre la que se escribe, adornado con imaginación literaria.

Aquí la “retranca” deja de ser simpática y deja de funcionar como recurso literario para convertirse en pura invención biográfica.


5. Del recuerdo personal a la “desmemoria progresista”

La escena se vuelve todavía más inquietante cuando quien escribe se permite explicar lo vivido por otros desde una posición de superioridad académica. Como resumía irónicamente una reacción personal:

Este señor nos va a contar lo que mi familia vivió en la guerra y posguerra inmediata (como mi abuela paterna, tíos paternos) y otros hasta el final de sus días (mi madre especialmente, tíos, hermanos, primos y yo mismo ) vivimos en primerísima persona; por ejemplo, cuando mi padre solicitó destino en Madrid y aquello me afectaba y viví muy directamente..., con su ‘rigor investigador’, reescribiendo la vida de toda una familia. ¡Manda narices!”

El resultado es paradójico:
una memoria histórica convertida en
desmemoria progresista, celebrada y aplaudida por colegas y amigos ideológicos, mientras se ignora —o se deforma— la experiencia real de quienes sí estuvieron allí.


6. El problema de fondo: cuando el estilo suplanta al método

Esta entrada, en apariencia inofensiva, ilustra a la perfección el problema central del blog Varietés y República: la sustitución del método histórico por el estilo personal.

La nostalgia, la ironía y la memoria subjetiva no son defectos en sí mismos. Pero cuando se utilizan para:

  • rellenar lagunas documentales;

  • justificar afirmaciones no probadas;

  • o reescribir la vida de terceros,

entonces el rigor investigador se desploma y queda reducido a una pose retórica.


7. Conclusión

La «agüita amarilla» de Pablo Carbonell puede leerse como un texto entrañable si se acepta como lo que es: un ejercicio de nostalgia generacional.

Pero cobra un sentido muy distinto cuando se inserta en una práctica reconocida de convertir este tipo de escritos en libros de supuesta investigación histórica.

Ahí deja de ser inofensiva y pasa a ser reveladora: no de una trayectoria historiográfica sólida, sino de un modo de escribir en el que la imaginación, la ironía y la autocomplacencia ocupan el lugar que debería corresponder al método, a los documentos y, sobre todo, a la verdad histórica.

sábado, 20 de diciembre de 2025

LA HONESTIDAD SELECTIVA DEL HISTORIADOR

 

¿Cómo se corrigen errores menores mientras se sostienen falsedades mayores?.

Cuando corregir un detalle sirve para no corregir lo esencial: El rigor que se proclama… y el que se elude.



1. Crítica de una entrada de blog

  • Autor: Juan Antonio Ríos Carratalá

  • Blog: Varietés y República

  • Fecha: martes, 13 de febrero de 2024

  • Título original: Álvaro Retana en El tiempo de la desmesura

  • Enlace:
    https://varietesyrepublica.blogspot.com/2024/02/alvaro-retana-en-el-tiempo-de-la.html

  • Contexto:
    Entrada de apariencia académica en la que el autor anuncia nuevas investigaciones sobre el novelista Álvaro Retana y detalla consultas archivísticas. El texto culmina con la corrección de un error menor detectado en una obra anterior, presentada como ejemplo de honestidad historiográfica y de la saludable necesidad de revisar los propios trabajos.


2. Estrategia discursiva del autor

La estrategia de esta entrada es clara y eficaz en términos retóricos:

  • Exhibición de rigor investigador, con mención expresa de archivos y fondos documentales.

  • Escenificación del trabajo en curso, subrayando lagunas, pérdidas documentales y dificultades de catalogación.

  • Reconocimiento controlado de un error menor, inmediatamente subsanado.

  • Autovaloración explícita de esa corrección como prueba de honestidad profesional.

El texto culmina en una afirmación que, tomada aisladamente, resulta irreprochable:

Siempre hay algún dato que debe ser corregido y hacerlo públicamente es una muestra de honestidad como investigadores.”

Nada que objetar… salvo cuando esa declaración se contrasta con la práctica real del propio autor en otros casos.


3. Corregir lo inocuo, ignorar lo decisivo

El error que aquí se corrige —la numeración de un título nobiliario— tiene varias características dignas de mención:

  • No afecta al núcleo interpretativo de la obra.

  • No daña el honor de ninguna persona concreta.

  • No ha sido amplificado durante años en libros, artículos o entrevistas.

  • No ha generado consecuencias mediáticas ni personales.

Precisamente por eso, puede corregirse sin dificultad. Y se corrige con satisfacción visible.

El contraste resulta inevitable cuando se observa que, durante más de una década, en tres ediciones de Nos vemos en Chicote y en numerosos textos y apariciones públicas, el mismo autor:

  • Ha mantenido afirmaciones falsas sobre Antonio Luis Baena Tocón.

  • Ha sido contradicho con documentos, pruebas y resoluciones judiciales.

  • Ha recibido solicitudes expresas de corrección o aclaración.

  • Y, aun así, no ha corregido nada.

Aquí no hay revisión pública, ni reflexión metodológica, ni satisfacción por el rigor. Hay silencio, minimización o huida hacia adelante.


4. La “necesidad de repasar” … según convenga

La apelación a la “necesidad de repasar los trabajos que tenemos los historiadores” suena especialmente tranquilizadora cuando se aplica a errores perfectamente inofensivos.

Mucho menos cuando lo que se cuestiona no es un ordinal nobiliario, sino:

  • la atribución de funciones que una persona no tuvo,

  • la distorsión de un papel histórico real,

  • o la construcción reiterada de un relato que afecta a la memoria y al honor de alguien con nombre y apellidos.

En esos casos, la revisión deja de ser una virtud académica y pasa a convertirse en un inconveniente narrativo.


5. Rigor académico y responsabilidad moral

Esta entrada permite plantear una cuestión de fondo que va más allá del caso de Álvaro Retana:

¿Qué entendemos por honestidad historiográfica?

¿Basta con corregir un detalle secundario para proclamarse riguroso, mientras se mantienen durante años afirmaciones falsas que afectan a personas reales?

¿Es señal de honestidad revisar archivos cuando el resultado no incomoda, pero relativizar documentos cuando desmontan un relato previamente construido?

La comparación es incómoda, pero esclarecedora:
el rigor se aplica con lupa en lo accesorio y con indulgencia en lo esencial.


6. Conclusión

La entrada dedicada a Álvaro Retana no es problemática por lo que investiga, sino por lo que revela sin proponérselo.

Ríos Carratalá se presenta como un historiador dispuesto a corregir errores, pero solo cuando esos errores:

  • no comprometen su relato ideológico,

  • no obligan a asumir responsabilidades,

  • y no exigen reparar un daño causado.

La honestidad, cuando es real, no necesita proclamarse.
Y cuando se proclama con tanto énfasis, suele ser porque conviene no hablar de aquello que sigue —muy oportunamente— sin corregirse.

viernes, 19 de diciembre de 2025

“UNA NOTICIA DE OK DIARIO”

 

1. Análisis de una entrada de blog

  • Autor: Juan Antonio Ríos Carratalá

  • Blog: Varietés y República

  • Fecha: miércoles, 24 de enero de 2024

  • Título original: Una noticia de OK Diario

  • Enlace:
    https://varietesyrepublica.blogspot.com/2024/01/una-noticia-de-ok-diario.html

  • Contexto:
    Entrada escrita como reacción a una noticia publicada en
    OK Diario que cuestiona públicamente el relato construido por el autor durante años en torno a Antonio Luis Baena Tocón y su supuesta vinculación con el caso de Miguel Hernández. Más allá de una simple réplica periodística, el texto revela la necesidad del autor de defender su método, su narrativa y su autoridad académica frente a una impugnación que pone en evidencia las consecuencias públicas de su forma de escribir y de presentar los hechos.


2. Estrategia discursiva del autor

En esta entrada, Juan Antonio Ríos Carratalá despliega una estrategia de autodefensa basada en el juego semántico y la ambigüedad calculada, cuyos elementos principales son:

  • Negación literal (“yo no he dicho que fuera asesino”).

  • Afirmación funcional (“colaborador necesario”), sin explicar al lector medio su alcance real.

  • Desplazamiento de responsabilidad hacia periodistas, medios o “lectores exaltados”.

  • Autovictimización académica, presentándose como objeto de una “denuncia contra mi trabajo como catedrático”.

  • Uso instrumental del prestigio bibliográfico (“si hubieran leído Nos vemos en Chicote…”).

  • Ataque ideológico difuso, utilizando irónicamente la etiqueta “la izquierda” según convenga al relato.

El resultado es un texto que aparenta rigor, pero que elude cuidadosamente el núcleo del problema: el efecto real, sostenido y público de sus publicaciones durante casi una década.


3. El punto central que se oculta: cómo se construye al “verdugo”

Ríos Carratalá afirma que es falsa la atribución de haber presentado a Antonio Luis Baena Tocón como “verdugo” o “asesino” de Miguel Hernández. Esta afirmación solo puede sostenerse si se ignora deliberadamente el conjunto de su obra, sus artículos, entrevistas y la recepción mediática que él mismo ha alimentado.

Durante años, el autor:

  • Introduce reiteradamente el nombre de Antonio Luis Baena Tocón en el sumario de Miguel Hernández...

  • Lo hace describiéndolo de facto como militar profesional, sin apenas formación y voluntario para ejercer represión a cambio de beneficios, cuando se encontraba realizando el servicio militar obligatorio.

  • Le atribuye una condición funcionarial que no tenía y unas facultades decisorias que tampoco tenía, presentándolo como alguien capaz de “firmar” u “ordenar” penas de muerte.

  • Le asigna el papel de secretario con competencias propias de un juez que no le correspondían.

  • Llega incluso a situarlo como secretario de consejos de guerra a los que nunca perteneció, extremo acreditado judicialmente en la sentencia contencioso-administrativa de Alicante.

  • Omite de forma sistemática que no firmó ninguna sentencia, ni tuvo capacidad para hacerlo.

Todo ello configura una construcción narrativa falsa, sostenida por insinuación, repetición y omisión, que permite al autor afirmar después que “nunca dijo” exactamente aquello que durante años permitió —y favoreció— que otros dijeran por él.

Este es el auténtico juego de trilero discursivo:
no decirlo explícitamente, pero decir lo suficiente, el tiempo suficiente, para que el lector saque la conclusión deseada.


4. El ejemplo judicial: cuando el discurso se desmorona

Las sesiones judiciales del procedimiento civil celebradas en Cádiz los días 14 y 15 de octubre de 2024 son especialmente reveladoras.

En ellas, Juan Antonio Ríos Carratalá repitió el mismo patrón discursivo ya conocido desde al menos 2016, cuando en una entrevista en la Cadena SER (Carlos Arcaya) utilizó el término “verdugo” en la promoción de su libro Nos vemos en Chicote….

En sede judicial:

  • Volvió a refugiarse en matices semánticos (“yo no he dicho”, “lo que quise decir”, “lo que se entendió”, “lo que dice la bibliografía”).

  • Un abogado de uno de los medios demandados llegó a sugerir en sesión judicial, de forma insólita, que el término verdugo podría haber sido originado por el propio demandante (yo).

  • Fue necesario responder leyendo un fragmento literal de Nos vemos en Chicote…, dejando en evidencia el artificio.

Todo ello consta en grabación judicial. No se trata, por tanto, de una interpretación subjetiva ni de un malentendido periodístico, sino de una estrategia discursiva reiterada, que se desmorona cuando sale del blog y entra en un juzgado.


5. El uso interesado de las sentencias

Otro elemento recurrente en esta entrada es el uso selectivo y oportunista de resoluciones judiciales.

El autor:

  • Alardea de no estar “personado” en el contencioso del TSJCV.

  • Sin embargo, alude a dicho procedimiento como si fuera un éxito propio.

  • No explica por qué existe ese procedimiento.

  • No concreta qué se discute en él.

  • Ni qué aspectos del mismo le resultan favorables o desfavorables.

Si no está personado y el procedimiento no va contra él, resulta legítimo preguntarse qué hace utilizándolo como argumento. La respuesta parece evidente: funciona como elemento retórico, no como información transparente. El detalle incómodo se omite; el titular se exhibe.

Se repite así el patrón ya visto con la sentencia contencioso-administrativa de Alicante: citarla sin explicar aquello que desmiente el relato construido.


6. Irene Tabera: una excepción que incomoda

El tratamiento que hace el autor de la periodista Irene Tabera merece una corrección sustancial.

Irene Tabera fue la única periodista en todo el país que:

  • Aceptó contrastar documentos.

  • Habló personalmente conmigo.

  • No me conocía previamente.

  • No actuó por afinidad ideológica ni “amiguismo”.

  • Ejerció su trabajo con rigor profesional.

Precisamente por eso rompe el esquema al que Ríos Carratalá parece estar acostumbrado: periodistas que reproducen su versión sin cuestionarla. Cuando alguien no lo hace, pasa automáticamente a ser parte del problema.


7. Propaganda encubierta

La entrada se cierra, una vez más, con autopromoción:

  • Anuncio del segundo volumen de Las armas contra las letras.

  • Mención a reseñas en El País y ABC, agrupadas irónicamente bajo la etiqueta “la izquierda”.

  • Conversión de un conflicto humano, familiar y judicial en material promocional.

El daño causado queda fuera del encuadre; el foco vuelve al autor.


8. Conclusión

Esta entrada de Ríos Carratalá no es una simple réplica a una noticia de OK Diario. Es un ejercicio de autodefensa retórica que:

  • Niega formalmente lo que ha construido materialmente.

  • Se refugia en tecnicismos para eludir responsabilidades morales.

  • Manipula resoluciones judiciales de forma interesada.

  • Y pretende cerrar el debate sin asumir ninguna rectificación.

Pero a estas alturas, afirmar que no ha presentado a Antonio Luis Baena Tocón como verdugo no solo resulta inverosímil. Es asombroso comprobar hasta dónde puede llegar la negación cuando personajes de este calibre son los que escriben —y difunden— la supuesta memoria histórica y democrática.

jueves, 18 de diciembre de 2025

CUANDO EL LIBRO SE CONVIERTE EN BANDERA

 

Las armas contra las letras y la construcción del consenso (II)


Introducción

Si en la primera entrega analizábamos cómo el debate historiográfico en torno a Las armas contra las letras se iba estrechando progresivamente —del contraste de argumentos a la jerarquización de posiciones—, en esta segunda parte observamos el paso decisivo: la conversión del libro en emblema.

Ya no se trata de responder a una crítica concreta, ni siquiera de rebatir un enfoque alternativo, sino de rodear la obra de un ecosistema de legitimación donde la discrepancia aparece como algo no solo erróneo, sino casi impropio. El libro deja de ser una investigación abierta y pasa a funcionar como señal de pertenencia.



4. El aval emocional como argumento

(Entrada del 18 de febrero de 2024)
Enlace:
https://varietesyrepublica.blogspot.com/2024/02/antonio-iturbe-y-las-armas-contra-las.html

En Antonio Iturbe y Las armas contra las letras, Juan Antonio Ríos Carratalá reproduce íntegramente un correo electrónico elogioso del escritor Antonio Iturbe. El gesto no es inocente: el texto funciona como certificado moral y emocional del libro.

El mensaje cumple varias funciones simultáneas:

  • Califica la obra como “rigurosa”, “científica”, “de historiador”.

  • Legitima la presencia de la emoción sin cuestionar el método.

  • Y, sobre todo, desautoriza a Trapiello por delegación, sin que el autor del blog tenga que hacerlo directamente.

La frase final del correo es especialmente reveladora:

Esas son las cosas que Trapiello en su gran burbuja de ego no es capaz de comprender. Compadezcámosle.”

Aquí el debate deja definitivamente de ser historiográfico. El discrepante ya no es alguien con un enfoque distinto, sino alguien que no comprende, que vive en una “burbuja”, alguien digno de compasión. El reparto de papeles queda claro: unos “encienden pequeñas luces en la oscuridad”; otros quedan fuera de ese círculo moral.

La crítica no se rebate: se supera emocionalmente.


5. El circuito de afinidad: entrevistas y camaradería

(Entrada del 22 de febrero de 2024)
Enlace:
https://varietesyrepublica.blogspot.com/2024/02/las-armas-contra-las-letras-una.html

La entrada Las armas contra las letras: una entrevista radiofónica refuerza un elemento ya presente en la primera entrega: la construcción de un circuito de afinidad. Radios locales, historiadores-docentes, programas especializados en memoria histórica, todos presentados como “compañeros” que trabajan con “desinteresada voluntad”.

El lenguaje es significativo. No se habla de entrevistadores o periodistas, sino de amigos, de colegas que “tanto mérito tienen”. El libro se inserta así en una red donde la crítica externa puede percibirse fácilmente como una agresión al grupo, no como una discrepancia legítima.

De este modo, la obra no solo se difunde: se protege simbólicamente. Quien la cuestiona no cuestiona un texto, sino un ecosistema entero.


6. Escenificación del consenso: presentación, reimpresión y fotografía

(Entrada del 1 de marzo de 2024)
Enlace:
https://varietesyrepublica.blogspot.com/2024/03/presentacion-de-las-armas-contra-las.html
Noticia institucional:
https://web.ua.es/es/actualidad-universitaria/2024/marzo2024/1-10/el-catedratico-de-la-ua-juan-antonio-rios-carratala-presenta-su-libro-las-armas-contra-las-letras.html

La presentación pública del libro en la librería 80 Mundos de Alicante culmina el proceso. El anuncio de una reimpresión temprana, la compañía de profesores universitarios de prestigio y la difusión de fotografías tomadas por su propio hijo configuran una escena de éxito y unanimidad.

Nada de esto es ilegítimo. Lo relevante es su función simbólica: el libro ya no aparece como una obra discutible, sino como un hecho consumado, avalado institucionalmente, acompañado por colegas, presentado como parte de una causa compartida.

La fotografía —los autores “codo con codo”, el ambiente distendido, la celebración— no es un mero recuerdo. Es una imagen de consenso. Un mensaje visual que dice: esto es lo que hay, esto es lo que se presenta, esto es lo que se aplaude.


Conclusión: del archivo al coro

Las seis entradas analizadas muestran un recorrido coherente:

  • del debate aceptado en abstracto,

  • a la crítica condicionada,

  • de ahí a la deslegitimación indirecta,

  • y finalmente a la liturgia cultural del consenso.

Cuando la historia se convierte en bandera, el archivo deja de ser un espacio incómodo y pasa a ser decorado. Y cuando el coro es demasiado unánime, la voz discordante ya no se escucha como pregunta, sino como ruido.

No se trata de negar el valor del trabajo ni de impugnar la investigación histórica. Se trata de recordar algo esencial:
la historia no avanza por aplausos, sino por contraste;
no se fortalece con unanimidades, sino con
discusión honesta.

Nota final de transparencia

Este artículo no cuestiona el derecho a publicar, presentar o difundir una obra. Defiende algo más elemental: el derecho a discrepar sin ser arrinconado, a corregir sin ser compadecido y a exigir rigor allí donde se invoca.


DEL DEBATE HISTORIOGRÁFICO AL CERCO REPUTACIONAL

 

Las armas contra las letras frente a la crítica (I)

Cuando el rigor se invoca y se suspende.


Introducción

Cuando un libro entra en el espacio público, lo hace —o debería hacerlo— como una propuesta abierta al contraste. Esto es especialmente exigible en el ámbito universitario, donde la discrepancia no solo es legítima, sino constitutiva del propio método. Sin embargo, no siempre ocurre así. En ocasiones, el debate se desplaza de forma casi imperceptible: de la discusión historiográfica al alineamiento reputacional, del contraste de fuentes a la construcción de consenso.

Las entradas publicadas por Juan Antonio Ríos Carratalá entre enero y marzo de 2024 en su blog Varietés y República, con motivo de la aparición del primer volumen de Las armas contra las letras, ofrecen un material especialmente revelador para observar ese desplazamiento. Sobre todo cuando entra en escena la crítica formulada por Andrés Trapiello.

Esta primera entrega analiza cómo se plantea ese debate, cómo se acepta formalmente… y cómo se va estrechando en la práctica.


1. El libro como punto de llegada, no de partida

(Entrada del 21 de enero de 2024)
Enlace:
https://varietesyrepublica.blogspot.com/2024/01/las-armas-contra-las-letras-en-prensa-y.html

La entrada titulada Las armas contra las letras en prensa y radio funciona como un texto-escaparate. No es una reflexión sobre hipótesis, límites o preguntas abiertas, sino una enumeración minuciosa de avaladores mediáticos: entrevistas, reseñas, artículos, radios, prensa generalista y especializada, presentaciones institucionales.

El mensaje implícito es claro:
el libro ya no se presenta como una propuesta en discusión, sino como una obra
validada por acumulación de apoyos.

No se trata únicamente de informar sobre su difusión —algo legítimo—, sino de construir un marco previo ante cualquier crítica posible. El ensayo aparece rodeado de periodistas “comprometidos con la memoria histórica”, reseñistas “de altura” y medios diversos que transmiten la impresión de un consenso ya en marcha.

En ese contexto aparece Andrés Trapiello. No como un interlocutor académico más, sino como la discrepancia prevista:

me ha dado la previsible réplica”.

La réplica se acepta “encantado”, pero no sin deslizar una insinuación personal —“por todo lo que me han transmitido quienes le conocen”— que no aporta argumento alguno y sí introduce un elemento de descrédito lateral. El debate queda así anunciado… pero ya condicionado.


2. El rigor invocado… y relativizado

(Entrada del 9 de febrero de 2024)
Enlace:
https://varietesyrepublica.blogspot.com/2024/02/andres-trapiello-y-las-armas-contra-las.html

En la entrada Andrés Trapiello y Las armas contra las letras, publicada el 9 de febrero de 2024, Juan Antonio Ríos Carratalá entra de lleno en la respuesta al artículo aparecido en El Mundo. El tono es formal y aparentemente dialogante. Se reivindica el rigor metodológico, se distingue entre microhistoria y síntesis, se rechaza la acusación de “fabulación” y se proclama la disposición a un debate público en el ámbito universitario.

Sin embargo, el texto introduce una afirmación que merece ser leída con atención:

Nunca escribo un texto en quince minutos, pero la premura por contestar a veces nos lleva a la falta de rigor”.

La frase se presenta como una disculpa menor, casi circunstancial. Pero en realidad reconoce algo esencial: la falta de rigor existe, puede aparecer cuando hay prisa, cuando se responde sin contraste suficiente, cuando se prioriza la inmediatez. A continuación, el propio autor promete que ese rigor sí está garantizado… en sus libros, fruto de “muchas revisiones”.

Aquí surge una cuestión metodológica de primer orden:
¿qué ocurre cuando ese mismo autor ha aplicado durante años juicios categóricos sobre una persona concreta, con nombre y apellidos, fuera del marco del “debate apresurado”, y esos juicios se han mantenido e incluso fijado en libros?

Fuente: RÍOS CARRATALÁ. Nos vemos en Chicote, pág. 168

En la página 168 de Nos vemos en Chicote, Juan Antonio Ríos Carratalá escribe textualmente:

El informe del funcionario Baena Tocón era tan precario e incompleto como el trabajo de un alumno acuciado por la fecha de entrega, pero bastó para pedir una condena a muerte…”

Esa afirmación concentra varias falsedades graves:

  1. Antonio Luis Baena Tocón no era funcionario en el momento al que se alude. Estaba realizando el servicio militar obligatorio, circunstancia documentada. La condición de funcionario es una atribución falsa que resulta funcional al relato, pero no a la verdad histórica.

  2. Baena Tocón no podía elaborar informes a título personal, ni mucho menos “pedir condenas de muerte”. No tenía capacidad decisoria, ni jerarquía, ni competencia alguna para ello. Sugerir lo contrario no es una interpretación discutible, sino una distorsión de la realidad administrativa y militar.

  3. Esa atribución falsa no es inocua. Sobre ella se han construido informes administrativos, resoluciones judiciales, decisiones de la Agencia Española de Protección de Datos y numerosas publicaciones mediáticas, todas ellas basadas en una premisa errónea repetida como si fuera un hecho probado.

Resulta difícil no advertir la contradicción: el mismo autor que reconoce la “premura” como causa de falta de rigor cuando responde a un artículo periodístico, ha mantenido durante más de una década una afirmación falsa sobre una persona concreta, sin corregirla (entre otras), a pesar de haber sido advertido documentalmente de su error.

La cuestión, por tanto, no es personal, sino metodológica:
revisar muchas veces una falsedad no la convierte en rigor.
La convierte, simplemente, en
una falsedad consolidada.


3. Del argumento al detalle: cuando el error del otro se convierte en sesgo

(Entrada del 10 de febrero de 2024)
Enlace:
https://varietesyrepublica.blogspot.com/2024/02/los-tiros-fueron-al-blanco.html

En Los tiros fueron al blanco, no de gracia, el debate se desplaza nuevamente. Ya no se discuten hipótesis ni marcos interpretativos, sino un error nominal: la mención de Tiros de gracia en lugar de Tiros al blanco en un artículo de Trapiello.

El error existe y el propio autor reconoce que sería disculpable. Sin embargo, el texto no se limita a señalarlo: lo convierte en síntoma de prejuicio, en prueba de una supuesta actitud injusta hacia José Luis Salado.

El fallo puntual pasa así a funcionar como invalidación moral del crítico. El argumento deja de ser “esto es incorrecto” para convertirse en “esto revela quién eres”. Se construye una jerarquía implícita: quien se equivoca en un detalle pierde autoridad para cuestionar el conjunto.

El recurso es eficaz retóricamente, pero problemático desde el punto de vista historiográfico. Porque si un error nominal basta para deslegitimar una crítica, la pregunta es inevitable:
¿qué ocurre cuando los errores —o las interpretaciones forzadas— afectan a personas reales que no pueden defenderse y se mantienen durante años sin rectificación?


Cierre provisional

Las tres primeras entradas configuran una secuencia reconocible:

  1. Presentación del libro rodeado de avales.

  2. Aceptación formal del debate, con límites bien definidos.

  3. Desplazamiento hacia la descalificación indirecta del discrepante.

El debate no se prohíbe, pero se condiciona.
La discrepancia no se niega, pero se
jerarquiza.
El foco se desplaza progresivamente de los documentos a las posiciones, de los argumentos a los “sitios” que cada cual ocupa.

En la siguiente entrega ( II ) veremos cómo este proceso se completa:
cuando el libro deja de ser una investigación para convertirse en
bandera, escenario y coro.

lunes, 15 de diciembre de 2025

DOBLES VARAS DE MEDIR

 




(COMPARECENCIA 15/12/25 SÁNCHEZ VS. MÉTODO R.C.)


Breve tratado sobre la inocencia propia y la culpa ajena

Hay comparecencias políticas que no buscan explicar la realidad, sino reordenarla. No informan: reafirman al orador. No aclaran hechos: sellan un relato. La del presidente del Gobierno en el día de hoy pertenece claramente a ese género.

No fue una rendición de cuentas. Fue, más bien, una demostración de que, cuando uno se considera moralmente situado en el lado correcto, ya no necesita responder demasiado.



1. Una buena noticia como certificado de virtud

El anuncio del abono de transporte público fue presentado como prueba concluyente de compromiso social. Una medida concreta, visible, fácilmente defendible y, sobre todo, oportuna.

Que beneficie directamente a una minoría concreta de la población y se financie con recursos de todos es un detalle menor. Lo importante no es el alcance real de la medida, sino su utilidad simbólica: funciona como salvoconducto moral.

Porque cuando se exhibe una buena acción, ya no hace falta detenerse demasiado en las preguntas incómodas.


2. El adversario omnipresente

Buena parte de la comparecencia giró en torno a la derecha y la extrema derecha. Estaban en todas partes: como causa, como amenaza, como explicación universal.

Es un recurso eficaz. Cuando algo falla dentro, se señala fuera.
Cuando hay dudas concretas,
se responde con etiquetas generales.

Así, la crítica deja de ser una pregunta legítima y pasa a ser sospecha ideológica. No importa el contenido; importa quién la formula.


3. Ética declarativa y responsabilidades diferidas

Corrupción y acoso sexual fueron mencionados con un vocabulario tranquilizador: contundencia, tolerancia cero, ejemplaridad. Palabras firmes, tono seguro, asunto cerrado.

Lo que no apareció fue lo verdaderamente incómodo:

  • cómo llegaron esas personas a sus puestos,

  • quién miró hacia otro lado,

  • qué mecanismos fallaron antes de que estallara el problema.

La ética se proclama, pero la autocrítica se aplaza indefinidamente.


4. El extraño problema de que otros hablen

Resultó revelador el malestar ante las palabras de representantes de la Iglesia, como monseñor Argüello. No tanto por lo dicho, sino por el hecho mismo de que se diga.

La pluralidad es un valor muy apreciado… siempre que no altere el marco.
Cuando una voz externa opina sin permiso del relato dominante, deja de ser interlocutora y pasa a ser molestia.

Hablar es un derecho. Interpelar al poder, al parecer, no tanto.


5. Un método que no me resulta ajeno

Todo esto me resulta familiar. No por afinidad política, sino por experiencia personal.

Durante años he visto cómo un catedrático universitario, Juan Antonio Ríos Carratalá, ha utilizado un método sorprendentemente similar respecto a mi padre:

  • afirmaciones falsas elevadas a verdad oficial,

  • silencio ante la rectificación,

  • ataque al crítico para blindar la autoridad,

  • superioridad moral como sustituto del rigor,

  • victimismo cuando se exige responsabilidad.

No hablo de ideologías. Hablo de procedimientos.


6. La doble vara en funcionamiento

El patrón es claro:

  • se exige transparencia, pero se evita el error propio;

  • se invoca la memoria, pero se selecciona según convenga;

  • se proclama el feminismo, pero se relativiza el daño interno;

  • se defiende la verdad… siempre que no obligue a rectificar.

Y quien señala la incoherencia pasa automáticamente a ocupar el lugar del problema.


7. Epílogo sin épica

No es una cuestión de izquierdas o derechas.
Es una cuestión de
poder sin corrección.

Cuando el relato sustituye a los hechos, la verdad estorba.
Cuando la autoridad se considera moralmente a salvo, la injusticia se normaliza.
Y cuando eso ocurre, da igual si el cargo es presidente del Gobierno o catedrático universitario:
la doble vara ya está en uso y nadie parece dispuesto a soltarla.


Nota final

No se trata de convencer. Basta con recordar algo elemental: la ética no se demuestra hablando bien, sino respondiendo cuando uno se equivoca.

CUANDO LA NOSTALGIA SE DISFRAZA DE RIGOR

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