martes, 17 de junio de 2025

EL CATEDRÁTICO Y SU ALUMNO: SONRISAS PARA TAPAR UN FRAUDE

En su último artículo, el profesor Juan Antonio Ríos Carratalá elogia a un alumno llamado Luis Gimeno, pero lo hace para distraer de una crítica documentada: haber atribuido falsamente a mi padre, que cumplía el servicio militar obligatorio, funciones represivas que jamás ejerció ni pudo ejercer.


1. Lo que parece y lo que es

En su entrada del blog Varietés y República, publicada el 17 de junio de 2025 y titulada "La suerte de tener alumnos como Luis", el catedrático Juan Antonio Ríos Carratalá se presenta como un profesor agradecido, inspirado por la juventud que lo rodea, y especialmente orgulloso de un alumno ejemplar: Luis Gimeno. Hasta ahí, nada objetable. Sin embargo, lo que parece una amable reflexión pedagógica encierra en realidad una maniobra evasiva: una respuesta encubierta a una crítica que no se atreve a mencionar.

Porque el profesor no escribe desde la serenidad de un aula, sino desde la incomodidad de saberse desmentido. Y no con opiniones, sino con documentos judiciales. Desde hace años, Ríos Carratalá ha sostenido —sin pruebas— que mi padre, Antonio Luis Baena Tocón, participó activamente en causas represivas del franquismo, aunque se empeñe en hacerlo ver así. Lo escribió en su libro Nos vemos en Chicote, lo repitió en entrevistas y artículos, y lo sigue diciendo incluso después de haber sido condenado judicialmente, aunque sea en primera instancia, por intromisión ilegítima en el honor.

Lo cierto es que mi padre realizó su servicio militar obligatorio, como tantos otros jóvenes de la posguerra. Estuvo destinado en un juzgado militar, pero no tenía poder de decisión ni responsabilidad sobre juicios ni sentencias. No fue juez, ni fiscal, ni actor represivo. Fue un militar de reemplazo cumpliendo órdenes. Y cuando tuvo la oportunidad de continuar su carrera militar, la rechazó con claridad, según testimonios familiares, porque —y cito textualmente— “no le gustaba lo que allí veía”.

Nada de eso importó a Ríos Carratalá. Le bastó que trabajara allí para asignarle el papel de cómplice, para revestirlo de verdugo y convertirlo en blanco de su relato ideológico. Ha querido pintarlo como militar, para colmo franquista, y para mayor colmo represor. Todo ello es rotundamente falso.


2. La crítica que no nombra (pero que teme)

Recientemente, en un espacio público, alguien llamado Luis Gimeno dejó un comentario donde señalaba —con toda razón— que atribuir falsamente funciones represivas a quien no las tuvo es una forma de fraude historiográfico. El comentario no contenía insultos ni exageraciones. Simplemente apelaba a la verdad.

¿Qué hace el catedrático? ¿Responde con argumentos? ¿Reconoce la crítica y la rebate? No. Escribe un artículo entero sobre lo simpático, educado y sonriente que es otro Luis Gimeno, alumno suyo. Como si así pudiera desviar la atención. Como si bastara con insinuar que se trata de una confusión para eludir el fondo del asunto:
📌 ¿Dijo la verdad cuando escribió lo que escribió sobre mi padre?


3. Lo que dicen los documentos

En la página 192 de Nos vemos en Chicote, Ríos Carratalá escribió que varios periodistas represaliados tras la Guerra Civil —Valentín de Pedro, Virgilio de la Pascua Garrido, Alberto Marín Alcalde y Joaquín Dicenta Alonso— “pasaron por las manos de un juez implacable y un secretario empeñado en buscar huellas de los delitos en la Hemeroteca Municipal de Madrid”. Ese secretario, según el propio contexto del libro, era mi padre.

Pero basta consultar los archivos judiciales para desmontar esa afirmación. Revisé personalmente los sumarios de esos periodistas en el Archivo General e Histórico de Defensa, y en ninguno de ellos aparece ni el nombre, ni la firma, ni intervención alguna de Antonio Luis Baena Tocón.

Aquí los datos:

  • Valentín de Pedro: Sumarios 13919, 15519, 15119 y 5791 → ❌ No figura

  • Virgilio de la Pascua Garrido: Sumarios 6356 y 2717 → ❌ No figura

  • Alberto Marín Alcalde: Sumario 23830 → ❌ No figura

  • Joaquín Dicenta Alonso: Sumario 13149 → ❌ Tampoco figura

Estos datos constan como documento 35 de la demanda civil que interpuse, la misma que derivó en sentencia condenatoria por intromisión ilegítima en el honor de mi padre.


4. Entre la pedagogía y la propaganda

Elogiar a un alumno no es delito. Manipular la memoria de los muertos, sí lo es moralmente. Y cuando un catedrático usa su blog para presentar una supuesta "reflexión docente" mientras esquiva preguntas esenciales sobre su responsabilidad como autor, lo que hace no es pedagogía, sino propaganda.

Más allá del teatro de los halagos, el profesor elude lo que realmente importa:
📌 ¿Por qué escribió lo que escribió si los documentos lo desmienten?
📌 ¿Por qué sigue repitiendo la fábula, pese a la sentencia judicial?
📌 ¿Por qué necesita tanto que mi padre sea el villano de su relato?


5. Conclusión: la memoria no es una fábula

Luis Gimeno, sea quien sea, probablemente no tiene nada que ver con esta historia. El problema no es él. El problema es que la sonrisa de un alumno no borra las falsedades de un profesor. Y que un académico, lejos de corregir sus errores o asumir su falta de rigor, siga escondiéndose detrás de metáforas, adulaciones y silencios interesados.

A mí no me preocupa si pasea con perritos o enseña con Lope. Me preocupa que siga utilizando el pasado como arma ideológica, que siga difamando sin pruebas, y que lo haga desde un púlpito académico que lo ampara en lugar de pedirle cuentas.

Eso no es memoria democrática. Eso es, simplemente, un abuso con pretensiones de legitimidad.

lunes, 16 de junio de 2025

EL CINISMO EN ESCENA: DEL CONGRESO AL CAMPUS, LA MISMA MÁSCARA

El relato por encima de la verdad: del poder político al académico; de Moncloa a la cátedra: el arte de no rendir cuentas.

Cuando el poder se ejerce sin autocrítica, lo único que importa es conservar la máscara. Tanto en la política como en el mundo académico, hay quienes se blindan con su cargo, reescriben la realidad, se victimizan ante cualquier crítica, descalifican a otros y seleccionan qué víctimas merecen memoria. Esta es la historia paralela de dos figuras distintas —Pedro Sánchez y Juan Antonio Ríos Carratalá— con un inquietante parecido en el modo de actuar.


¿En qué se parecen?


1.
Usar el cargo como coartada

Pedro Sánchez se ampara en La Moncloa como símbolo de legitimidad. Juan Antonio Ríos Carratalá lo hace tras su cátedra universitaria. Ambos utilizan su posición institucional para blindarse frente a la crítica, como si el cargo otorgara automáticamente razón y moral.

Quien se atreve a cuestionarlos no se enfrenta a un interlocutor, sino a un tótem: “¿Cómo vas a poner en duda al presidente del Gobierno?” “¿Cómo vas a corregir a un catedrático?”

Así, convierten el estatus en dogma, y cualquier error queda amortiguado por el peso del título.


2. Narrativa como obsesión

En lugar de rectificar, perfeccionan la versión. Sánchez responde a los escándalos con auditorías y reformas cosméticas… pero sin tocar el núcleo del poder que permitió el abuso.
Ríos, por su parte, redobla sus publicaciones, da nuevas entrevistas, reescribe capítulos con los mismos bulos y los adorna con homenajes sentimentales sin fundamento.

No se comportan como investigadores o servidores públicos, sino como dramaturgos de una ficción ideológica: escriben el guion, reparten los papeles y eliminan cualquier voz que desentone.


3. Victimismo interesado

Ambos dominan el arte de la inversión moral. Sánchez se presenta como “engañado” por los suyos, dolido, ofendido… mientras los escándalos lo rodean.
Ríos también se declara víctima de ataques y campañas contra su persona.

Pero en mi caso, como hijo de Antonio Luis Baena Tocón, funcionario fallecido e injustamente difamado, puedo dar fe de que el verdadero daño fue el suyo: él mintió sobre mi padre, y cuando se lo señalé, intentó desacreditarme a mí. Primero con tono amable y académico. Después, con el silencio o el desprecio.

Ese es el manual: hacerse la víctima para no rendir cuentas.


4. Corporativismo y propaganda

Cuando hay crisis, lo que hacen no es abrirse a la verdad, sino cerrar filas.
Sánchez monta comités, ruedas de prensa, anuncios solemnes… pero nunca se plantea una moción de confianza o unas elecciones.
Ríos organiza presentaciones de libros, conferencias, se rodea de colegas de confianza y medios afines… pero nunca una rectificación pública ni una revisión honesta de sus errores.

Ambos practican la simulación de la transparencia. Todo es interno, endogámico, previsible. La crítica externa es ignorada o neutralizada. Y el entorno mediático o académico que los acompaña prefiere mirar a otro lado: callar, justificar o repetir el relato.


5. Memoria selectiva

Hablan de memoria, justicia, derechos… pero solo para los suyos.
Las víctimas que no se ajustan al marco ideológico son silenciadas.

En mi caso, mi abuelo —fusilado por milicianos republicanos en 1936 por su fe y su negativa a participar en asesinatos— fue ocultado, tergiversado y reconvertido en una figura que sirviera al relato de Ríos.

Así lo presentó como una víctima del franquismo o del “bando nacional”, ignorando deliberadamente los hechos reales, para dar más credibilidad al bulo realizado sobre mi padre.
La víctima republicana fue convertida en un decorado útil, y su nieto, en un obstáculo a neutralizar.


Conclusión: cuando el relato vale más que la verdad


El problema de fondo no es solo ético, es estructural:
cuando quienes ostentan el poder —sea político o académico— usan su ideología para decidir qué víctimas merecen memoria y cuáles deben ser silenciadas, lo que construyen no es memoria democrática. Es propaganda. Es revancha. Es sectarismo envuelto en causa noble.

Pedro Sánchez y Juan Antonio Ríos Carratalá se presentan como garantes de la libertad, el progreso y la justicia. Pero su forma de actuar contradice cada uno de esos valores. Ambos se maquillan ante el espejo del relato, mientras detrás se acumulan las verdades silenciadas, las víctimas olvidadas y las voces que no encajan en el guion.

El poder mal ejercido tiene siempre los mismos síntomas:

  • Título como escudo,

  • Relato como verdad,

  • Victimismo como defensa,

  • Entorno protector,

  • Y memoria manipulada.

Lo más grave es que, en ambos casos, la verdad estorba. Molesta. Se descarta. La prioridad no es hacer justicia, sino salvar el relato, mantener el decorado.

Y así, la verdad —esa incómoda, molesta y a veces silenciosa verdad— queda sola.
Desnuda. Enterrada bajo el decorado de la impostura.


Fuentes consultadas

  1. El País. (2025, 16 de junio). Última hora de la actualidad política, en directo | Sánchez, tras la ejecutiva del PSOE: “No vamos a tapar la corrupción que surja en nuestras filas”.
    👉 https://elpais.com/espana/2025-06-16/ultima-hora-de-la-actualidad-politica-en-directo.html

  2. Cadena SER. (2025, 16 de junio). Pedro Sánchez tiene que ir más allá de lo anunciado si quiere recuperar algo de confianza y de credibilidad.
    👉 https://cadenaser.com/nacional/2025/06/16/pedro-sanchez-tiene-que-ir-mas-alla-de-lo-anunciado-si-quiere-recuperar-algo-de-confianza-y-de-credibilidad-cadena-ser/

  3. El País. (2025, 14 de junio). Sánchez o PSOE: el dilema del poder personalista y la presión interna tras el caso Koldo.
    👉 https://elpais.com/espana/2025-06-14/sanchez-o-psoe.html

  4. La Vanguardia. (2025, 13 de junio). El ministro Ángel Víctor Torres reconoce que Sánchez se equivocó al confiar en algunas personas del partido.
    👉 https://www.lavanguardia.com/politica/20250613/9642135/torres-sanchez-error-confianza-caso-koldo.html

domingo, 15 de junio de 2025

“MI PADRE NO SE ESCONDÍA: VIVÍA EN SU CASA, CON SU TELÉFONO Y SU VERDAD”

 En memoria de mi hermano Jorge y en defensa de la verdad sobre Antonio Luis Baena Tocón, frente a quienes intentan reescribir su vida con medias verdades, juicios ideológicos y mentiras documentadas. Porque la historia no se honra difamando a los muertos, ni premiando al falsario.



MÁS DE 50 AÑOS CON EL MISMO TELÉFONO
En 1979, mi familia y yo tuvimos la desgracia de perder a mi hermano Jorge Baena González, caballero cadete de la Academia General del Aire de San Javier (Murcia), fallecido en acto de servicio en 1979, a punto de recibir su primer despacho como oficial del Ejército del Aire.

Mi padre tuvo la suerte de pasar por esta vida con muchas penalidades: el asesinato de su padre, la precariedad en la que se vio su familia, la ausencia de apoyo o protección alguna… Pero con tesón, constancia, trabajo personal y honradez, logró superar la inmensa mayoría de ellas. No así la pérdida de su querido hijo Jorge, a quien lloró hasta su muerte.

Este domingo, 15 de junio de 2025, en la Base Aérea de San Javier (Murcia), se celebra el espectacular festival aéreo "Aire 25", con motivo del 40º aniversario de la Patrulla Águila del Ejército del Aire y del Espacio. Al igual que esta celebración, me traen recuerdos muy vivos los antiguos compañeros de mi hermano. Algunos de estos oficiales, recién recibidos sus despachos iniciales, fueron destinados al "Ala 22" de Jerez de la Frontera (clave en su día para la vigilancia del Estrecho de Gibraltar y el Atlántico, inmersa en misiones de defensa antisubmarina y colaboración marítima) . Por casualidad los conocí y he seguido tratando con ellos hasta hoy, compartiendo mil historias y vivencias.

A través de esos amigos conocí también a algunos miembros que formarían parte de la incipiente Patrulla Águila en aquellas fechas y que hoy se celebra el aniversario de su existencia. Algunos de esos amigos están ya jubilados, coroneles; otros siguen en activo, generales a punto de jubilarse. No cito sus nombres, porque no faltará algún espontáneo "cronista familiar falsario y sectario" que los descalifique por haber sido como de la familia: compartieron multitud de vivencias personales, conocieron y trataron a mi padre, acudieron a celebraciones familiares, y alguno de ellos se ha mostrado sorprendido por las falsedades difundidas sobre él. No he querido implicarlos, pero algunas de estas personas, cuando en 2019 fui plenamente consciente de las barbaridades que se decían sobre mi padre, gracias a los "rigurosos trabajos de investigación académica de Ríos Carratalá y publicados por la Universidad de Alicante", me ayudaron —en cierta manera— a orientarme sobre dónde acudir para informarme y responder a las calumnias difundidas por nuestro "catedrático de cabecera". Especialmente durante la pandemia, solicitaron por favor a jefes de unidades que me atendieran, aunque fuera por escrito, dada la enorme dificultad de acceso en esas fechas.

¡Cuántos recuerdos me traen San Javier, mi hermano, sus compañeros, mi padre…!

Entre esos recuerdos —algunos agradables o muy agradables, otros profundamente desagradables— está el día en que Julio Anguita me dio personalmente el pésame por el fallecimiento de mi hermano (supongo que antes se lo daría a mi padre). Conocí a Julio no a través de mi padre ni por su trabajo, sino porque fui destinado entre mis primeros puestos a Fernán-Núñez (Córdoba), un feudo tradicionalmente comunista, donde compartí docencia con algunos de los mejores amigos que he tenido desde la adolescencia. Varios de ellos formaban parte del círculo de confianza de Anguita. Entre ellos había incluso una compañera que fue su pareja. De todos guardo muy buen recuerdo, especialmente de un tal M. Z., "comunista al estilo de Jesús": trabajador, comprometido con la educación… Fue una de las experiencias más enriquecedoras de mi vida profesional. Quise contactar con Anguita para comentar estas cosas que decía Ríos sobre mi padre, pero la muerte se le adelantó... Otros le dieron credibilidad, como el Alcalde que le sustituyó en la Alcaldía, del que hablaremos en otra ocasión, que no se atrevió a plantarle cara en vida, condenado por prevaricación y que correteaba a las secretarias en el Ayuntamiento y parece que terminó con una de ellas, dato que no puedo acreditar pero que fue de dominio público en bares y tabernas de la localidad como el "Bar Correo" o la "Sociedad de Plateros", entre otros...

Pues bien, a Julio Anguita lo menciona el libro Nos vemos en Chicote del catedrático de Literatura Española de la Universidad de Alicante, Juan Antonio Ríos Carratalá. Lo cita porque le gusta adornar sus relatos con nombres de figuras públicas, para dar credibilidad a sus historias. En este caso, lo hace a través de una entrevista informal de un colega suyo, un tal Antonio Barragán, describiéndolo como "un hombre muy formal, muy cumplidor y respetuoso con la legislación". Pero claro, eso no encaja con el relato del señor Ríos Carratalá, que prefiere reservar los atributos positivos para aquellos a quienes él considera "demócratas", según sus propios criterios. Así que añade frases propias de un historiador "riguroso" como él dice ser: "Todos en el Ayuntamiento cordobés sabían de su franquismo". No sé el método historiográfico que utiliza para expresiones como esa y otras más que iremos comentando en otras entradas...

Supongo que tendrá todo esto "documentado". Yo, al menos, habiendo conocido a mi padre y teniendo muchos datos de su vida para opinar lo contrario, me he enterado a través de los escritos del catedrático que no sé lo que es el franquismo ni la democracia… Pero hay que entenderlo como parte de otra de sus frases redondas: "El verdadero pacto de silencio fue el miedo a comprobar la cercanía y la banalidad del mal", o "Puestos a despachar con el alcalde Julio Anguita, convenía olvidar el procesamiento de Miguel Hernández". También dice que sus colegas ignoraban la localización de Antonio Luis Baena Tocón. Circunstancia que Ríos comenta en otro lugar de su libro y que contestaré en otra entrada para no alargarme...Como si estuviera escondiéndose…

Esto último no solo es falso: es grotesco. Mi padre estaba más que localizado. En el Ayuntamiento, en su casa, en su teléfono fijo (requisito del Ayuntamiento para poder localizarlo y antes de que existieran los móviles, con publicación expresa en la Guía Telefónica). Toda la vida. Sin cambiar ni de número ni de domicilio. Y su hija, mi hermana, sigue usando hoy en día el mismo número de teléfono que entonces, aunque él quisiera localizarla en Murcia, en función de sus "capacidades de gran y riguroso investigador", y lo alega en sesión judicial como un mérito de su trabajo, ¿Se habrán dado cuenta de esa "tontuna manifiesta" o por ser catedrático quedaron deslumbrados con su sabiduría, comenzando por la Fiscalía?.... Decir que no pudo localizar a la familia es otra de las falsedades interesadas de Ríos Carratalá.

Este libro comenzó en 2015, pero en 2025 sigue diciendo lo mismo, publicando lo mismo, repitiendo lo mismo. El señor Ríos Carratalá sabe que mi padre trabajó con Anguita, pero no sabe —o no le interesa saber— que para trabajar con Anguita no vivía en el Caribe. Ignora que para estar en el Ayuntamiento se necesita un domicilio y un teléfono. Teléfono que, por ejemplo, utilizaba el teniente coronel Gutiérrez Mellado para tratar asuntos relacionados con mi hermano, o el señor Tamames (cuando era comunista) para tratar asuntos relacionados con su trabajo, por citar a algunas personas conocidas. Y al que podía llamar cualquier ciudadano que lo necesitara, como sucedía con frecuencia. Si podía atenderle, lo hacía; si no, le indicaba qué gestiones debía hacer en el Ayuntamiento.

Esto aparece en la página 155 del libro del señor Ríos Carratalá: una de las múltiples páginas que encierran falsedades, todo supuestamente "contrastado" en nombre de la memoria democrática. Este señor ha sido premiado, sus filtros en la universidad han sido máximos… y así se va construyendo la historia: con mentiras, falsedades, etiquetas ideológicas… por parte de un sectario de mentalidad guerra-civilista.

¿Qué pensaría, si viviera, mi hermano Jorge, por quien incluso me preguntaron en el juicio civil celebrado en octubre? Hubo muchas cosas que me tendrían que haber preguntado y que no salieron. En las pruebas aportadas no están todas las falsedades que este señor ha propagado para construir su modelo historiográfico. Un modelo que ha recibido el apoyo de numerosos medios de comunicación y de muchos, muchísimos historiadores, que hacen del corporativismo un arma más poderosa que de su honradez profesional. Y aún siguen saliendo palmeros repitiendo barbaridades, con insultos y falacias, como recientemente el señor David Cot y otros.

Ríos Carratalá dice que la historia se construye poco a poco. Él la ha construido a su antojo y sin comprobar nada. Con su ideología ha tirado los dados… y se ha inventado todo el juego: falsario de pacotilla.

jueves, 12 de junio de 2025

13 DE JUNIO. SAN ANTONIO. EN MEMORIA DE MI PADRE, ANTONIOLUIS BAENA TOCÓN

 

Cada 13 de junio, día de San Antonio, recuerdo con emoción a quien llevó ese nombre con dignidad y firmeza: mi padre, Antonio Luis Baena Tocón. Para muchos, es solo una onomástica; para mí, es también la oportunidad de honrar la memoria de un hombre bueno, trabajador, íntegro. Un ejemplo de vida que nada tuvo que ver con los relatos trucados que algunos se empeñan en imponer.

Hasta antes de 2019, el recuerdo de mi padre vivía en la paz familiar, en el respeto de quienes lo conocieron, en la gratitud de quienes compartieron con él trabajo, amistad o vecindad. Pero desde entonces, comenzó una campaña de falsedades y desinformación amplificada por medios poco rigurosos, alentada por el proceder del catedrático Juan Antonio Ríos Carratalá, que no dudó en reescribir su biografía para adaptarla a una narrativa ideológica.

Desde entonces, nuestra familia ha sufrido todo tipo de ataques: insultos, amenazas, suplantaciones en redes sociales, mensajes llenos de odio en los que me decían que debía cambiarme de apellidos, que era hijo de un genocida, de un verdugo, que a otros con nuestro apellido los habían quemado en tal pueblo. Se ha llegado al delito de acoso y discurso de odio sin el menor pudor. Y todo esto por negarnos a aceptar que la memoria de una buena persona sea maltratada impunemente.

Recuerdo una escena que hoy me vuelve con especial nitidez. Yo acababa de terminar Magisterio y estaba inmerso en el estudio de las oposiciones. Un día, al verme quizá agobiado o cansado, mi padre se acercó y me dijo con toda naturalidad:

Hijo, tú puedes. Pero si no apruebas, no tienes que preocuparte. La vida es así. Yo me presenté a las oposiciones que pude y no lo conseguí de inmediato. Es cuestión de ánimo, de perseverancia en el esfuerzo...

Eso me dijo el mismo hombre al que hoy un malnacido retrata como alguien que consiguió sus puestos “gracias a servicios represivos”, negándole no solo su preparación, sino incluso su carácter. Pero yo lo vi siempre estudiando, leyendo leyes, consultando boletines. Lo recuerdo también con mi hermana pequeña en brazos, calmándola mientras estudiaba.

En otra ocasión, se sentó frente a mí callado y con una sonrisa. Yo ya tenía entradas pronunciadas en el cabello, aunque nunca me acomplejaron. Al hacerle algún gesto, me miró con cariño y me dijo:

Hijo, tú eres muy joven y hoy hay muchos remedios para la calvicie…

Me sonreí, y él también, sin añadir nada más. No supe entonces —porque él nunca quiso hablar de aquello— que esa sensibilidad tenía raíces profundas. Años después supe, por mi abuela y por sus hermanas, incluso por mi madre, que tras regresar del exilio en 1939, con 24 años, le dieron un tiempo, al tener su servicio militar pendiente, para "arreglar sus asuntos". Entre esos asuntos estaban su acreditación como licenciado en Derecho, la solicitud de pensión de viudedad para su madre —que le fue negada, pese a estar justificada, porque “su marido no se sublevó”— y algo aún más doloroso: inhumar a su padre, sacar a su propio padre de una fosa común donde fue arrojado con otros desgraciados, para darle cristiana sepultura.

Ese acto, ese trauma, fue tan profundo que se le cayó el pelo a mechones. “¡Con el pelo tan bonito que tenía mi hermano!”, decía mi tía Mª Pepa. Mi abuelo fue una víctima republicana, aunque el falsario que lleva años pervirtiendo su historia insista en que fue víctima del bando nacional. ¿Eso es el rigor académico que se nos quiere imponer?

Mi padre no necesitaba monumentos. Le basta con el cariño de quienes lo conocieron, con el respeto de quienes lo recuerdan, y con la defensa firme de quienes no vamos a permitir que su memoria sea borrada o pervertida por intereses ideológicos. Porque hay quienes vivieron con verdad, sin tener que pisar a nadie, y cuya dignidad —aunque se intente silenciar— resplandece cada vez que se la quiere ensuciar.

Hoy, día de San Antonio, su nombre vuelve a sonar en mi boca con la fuerza de un acto de justicia.

miércoles, 11 de junio de 2025

RÍOS CARRATALÁ Y LA HISTORIA EN "PERMANENTE RECONSTRUCCIÓN"... A SU MANERA

 

Juan Antonio Ríos Carratalá, su rapidez para corregir detalles menores como una foto mal puesta, frente a su empecinamiento en falsedades mayores que arrastra desde hace años y repite con convicción casi mística.


Ayer tarde me llamó un buen amigo para preguntarme si no había visto la última entrega del catedrático Juan Antonio Ríos Carratalá en su blog Varietés y República, publicada el día 10 con el título “Las fechas del Juzgado Militar de Prensa”. En ella, reproduce una imagen de una agente de policía ante el Palacio de Oriente… con un pie de foto de antología: “Fachada del Ministerio del Interior. Fuente: web del Ministerio.”.

A estas alturas, nada que sorprenda. Un error lo puede tener cualquiera, claro está. Pero lo curioso es la facilidad con la que este señor —que presume de extrema rigurosidad— acumula "lamentables errores", como él mismo ha llamado a este desliz fotográfico. Resulta que lo que corrige en unas pocas horas cuando le conviene (una foto), lo arrastra sin rubor durante más de diez años cuando se trata de falsedades más graves. Eso sí que es tener prioridades académicas.

Porque si hay algo que no se le puede negar a este señor es constancia: muchas entrevistas promocionales, publicaciones como churros, muchas presentaciones de libros (propios y ajenos), mucho autobombo académico… y muy poca atención a los hechos. De rigor investigador, en lo que a mi experiencia personal respecta, poco o ninguno. Eso sí: ideología, la que quieras. Y ficción, aún más.

En su artículo nos regala otra de sus frases huecas: “La historia es una tarea en permanente construcción y de autoría colectiva. La colaboración con los colegas supone un requisito asumido por quienes, a diferencia de los aficionados, nos dedicamos a la investigación en el ámbito universitario.” Si no conociera su trayectoria, estaría completamente de acuerdo. Pero conociéndola, uno no puede evitar echarse unas buenas carcajadas. ¿Autoría colectiva hecha con tijeras ideológicas? ¿Colaboración entendida como reproducir sin filtrar los tópicos más sectarios? ¿Investigación universitaria que desprecia testimonios directos y documentados de quienes conocieron de primera mano a los que él se atreve a reinventar?

Y lo mejor: critica a los aficionados... cuando ha sido precisamente alguno de esos “aficionados” quien le ha proporcionado documentación que él no ha sabido, no ha querido o no ha podido encontrar por sí mismo. Porque claro, repetir lo mismo durante diez años debe de ser más cómodo que reconocer un error. Incluso cuando se le ha instado judicialmente a contrastar fuentes, ha preferido declarar que “lo ha intentado todo”. ¿Todo? ¿Dónde buscaba? ¿En la guía telefónica del siglo XXI? Porque, si eso era todo, estamos ante un investigador de ficción.

Dice además que los secretarios judiciales —como lo fue mi padre, en parte, mientras hacía el servicio militar obligatorio— tienen un "misterioso origen". Una forma muy suya de disfrazar lo que no sabe (o no quiere saber) con palabras grandilocuentes. Misterioso, dice… pero se permite suponer funciones genocidas, como si estuviera escribiendo una novela negra, y no una supuesta investigación histórica. Llega incluso a decir que donde no están sus firmas “ahí estaban ellos”. Es decir: culpables por defecto. ¿Eso es historia? No: eso es fanatismo sin remedio.

Y mientras tanto, aunque no lo nombre directamente, vuelve a aludir a mi padre con términos como “colaborador”, manteniendo esa táctica cobarde de sembrar insinuaciones sin datos. Eso sí: que nadie se atreva a cuestionarle a él o a sus fieles palmeros ideológicos, que entonces se ofende. ¿Y qué decir de los que sí colaboraron —de verdad— facilitándole información desde la experiencia directa o la memoria familiar? Para esos, ni una mención. La historia será colectiva… pero solo si todos piensan como él.

En resumen: se corrige una foto en 24 horas, pero los errores de fondo —los que afectan a la verdad histórica y al honor de personas fallecidas— llevan una década sin tocarse. Quizás porque, para corregirlos, habría que tener honestidad intelectual. Y eso, por lo visto, no se encuentra tan fácilmente como una imagen en Google.

CUANDO DENUNCIAR LA MENTIRA SE CONVIERTE EN MOTIVO DE ACOSO

 

historia de una censura orquestada

Miércoles, 11 de Junio de 2025


1. El precio de decir la verdad

Desde hace años, defender la verdad me ha salido caro. Desde 2019 vengo siendo objeto de un acoso digital persistente y orquestado, cuyos picos más recientes han llegado al extremo de suplantar mi identidad en redes sociales, manipular mis publicaciones, amenazarme, atacar la memoria de mi padre ya fallecido y difundir contenidos difamatorios con apariencia de sátira o denuncia. Lo que empezó como una respuesta a una falsificación histórica ha acabado convirtiéndose en una campaña de censura encubierta, en realidad comenzada desde 2019, diseñada para intimidar y silenciar.

Esto que denuncio no son hechos aislados ni errores técnicos, sino una estrategia sostenida de descrédito y desgaste personal, que reúne elementos típicos de los delitos contra el honor, la integridad digital y la libertad de expresión, y que merece no solo visibilidad pública, sino una investigación penal rigurosa.

2. El bulo como arma

El origen de esta campaña no es otro que mi denuncia pública —y judicial— contra una serie de trabajos firmados por el catedrático de la Universidad de Alicante, Juan Antonio Ríos Carratalá, en los que se atribuyen falsamente a mi padre, Antonio Luis Baena Tocón, funciones represivas durante la posguerra que nunca ejerció. Afirmaciones como que era “funcionario desde 1934”, que “firmó sentencias de muerte” o que “ocupó puestos de responsabilidad durante el franquismo gracias a los servicios prestados”, entre otras muchas, no solo son demostrablemente falsas, sino que han sido objeto de condena judicial en un proceso por intromisión ilegítima en el honor.

Frente a la desinformación disfrazada de relato académico, opté por acudir a los tribunales. La sentencia del Juzgado n.º 5 de Cádiz fue clara: Ríos Carratalá vulneró el honor de mi padre al presentar como hechos históricos lo que eran simples conjeturas ideológicas. A partir de ese momento, el acoso se intensificó.

3. El acoso digital: una estrategia de intimidación

En los últimos días he sufrido un nuevo episodio de esta ofensiva: suplantación de identidad en Facebook, alteración de mi perfil y publicación de mensajes bajo el alias “Apoyo Spain”. El 27 de mayo de 2025, recibí una alerta oficial de Facebook por un intento de acceso no autorizado. Dos días después, mi nombre y foto de perfil habían sido eliminados, y el alias falso aparecía incluso en comentarios pasados firmados originalmente por mí. Todo esto ocurrió sin que yo modificara nada. Mis contactos alertaron del cambio; el número de seguidores disminuyó abruptamente; y varios conocidos me informaron de haber recibido mensajes sospechosos en mi nombre.

En el momento de escribir esto, mi cuenta de Facebook se encuentra bloqueada, como consecuencia directa del ataque, lo que ha supuesto un nuevo golpe a mi capacidad de comunicarme y de defender públicamente mi versión de los hechos. Y este no fue un hecho aislado. Se suma a una larga serie de ataques previos: intentos de hackeo años atrás, correos electrónicos en mi web con amenazas —algunos con IP identificable—, insultos en redes, canciones generadas por IA difundidas en YouTube con acusaciones injuriosas contra mi padre, y vídeos con contenido manipulador compartidos y promocionados por el propio catedrático denunciado.

Entre ellos destaca el audio titulado “El Fiscal por la Memoria”, firmado por un tal Cronista Criticón y publicitado en agosto de 2024 en el blog personal de Ríos Carratalá. La canción no solo perpetúa el bulo, sino que recurre al escarnio para deslegitimar a quienes lo combatimos. YouTube se negó a retirarlo tras mi queja, amparándose en criterios opacos de “libertad de expresión”.

4. Las sospechas fundadas: ¿quién se beneficia?

No tengo pruebas directas de la autoría de estos ataques. Pero sí indicios claros de conexión con quienes han sido señalados en el procedimiento judicial que me ha enfrentado al catedrático Ríos Carratalá. El momento, el contenido y la forma de los ataques no son aleatorios: ocurren justo cuando el caso vuelve a tener repercusión pública, cuando interpongo nuevos escritos judiciales o cuando publico entradas desmontando sus falsedades.

Además, muchos de los mensajes y contenidos hostiles emplean el mismo vocabulario, las mismas acusaciones y la misma estructura argumental que él ha usado en sus libros, artículos y entrevistas. No hace falta mucho para deducir que, al menos, hay una red de apoyos cómplices o entornos afines que actúan como “fontaneros” del bulo, dispuestos a ensuciar, distorsionar y atacar a quien cuestione el dogma.

No es ningún secreto que el abogado del catedrático en sesión judicial se quejara de mi página de Facebook, de tener amigos comunes, etc...

Todo apunta a que estos episodios no son obra de un espontáneo, sino parte de un entramado de acoso ideológico que opera en red, con conocimiento de lo que hace y con claros objetivos: desacreditar, debilitar y silenciar.

5. Censura y complicidades: cuando las plataformas miran a otro lado

He denunciado todo esto ante la Policía. He aportado capturas de pantalla, enlaces, datos y nombres. También he solicitado a YouTube la retirada de contenidos difamatorios que violan sus propias normas comunitarias. Pero ni la empresa ni otras plataformas han tomado medidas. De hecho, algunas parecen actuar como caja de resonancia del agresor, dando difusión a vídeos e incluso monetizándolos.

Cuando una plataforma permite que se publique una canción con injurias contra un fallecido, y al mismo tiempo ignora las denuncias del hijo que aporta pruebas judiciales, no estamos ante neutralidad: estamos ante una forma pasiva de complicidad.

Y esa complicidad, cuando es sistemática, se convierte en censura encubierta.

6. Lo que me niego a aceptar: callar no es opción

Quienes creen que la intimidación me va a hacer callar, se equivocan. No me mueve el rencor, sino la verdad. No me guía el odio, sino la justicia. No se trata solo de defender el honor de mi padre —que ya no puede hacerlo por sí mismo—, sino de dejar constancia de cómo se manipula la historia, cómo se usa la mentira como arma y cómo se pretende silenciar al que incomoda con datos.

No estoy solo. Hay documentos. Hay testigos. Hay resoluciones judiciales. Y ahora hay una nueva denuncia en la Comisaría de Policía. El acoso ha sido constante. La censura, disimulada. Pero no voy a ceder. Ni al chantaje, ni a la presión, ni al desgaste.

Lo que estoy denunciando no es un simple problema personal. Es un caso claro de persecución ideológica por medios digitales, que debe preocupar a cualquiera que crea en el derecho a la verdad, al honor y a la libre expresión.

El precio de decir la verdad es alto. Pero mucho más alto sería permitir que la mentira se imponga por miedo.

viernes, 23 de mayo de 2025

OTRA PRESENTACIÓN DE PERDER LA GUERRA Y LA HISTORIA

 Fraude persistente y blanqueo académico: la huida hacia adelante de Ríos Carratalá


Un amigo y antiguo compañero de instituto, Licenciado en Historia, que conoció bien a mi padre y sigue con interés las falsedades que se han vertido sobre él en los últimos años, me llamó indignado tras comprar Perder la guerra y la historia, del catedrático de Literatura Española de la Universidad de Alicante, Juan Antonio Ríos Carratalá. Más allá de sus impresiones generales sobre el libro —que ahora no vienen al caso—, lo que le enfadó de veras fue comprobar que, en el capítulo dedicado al represaliado Joaquín Dicenta Alonso, no aparecía el nombre de mi padre en absoluto. Su tono era casi de reproche, como si yo le hubiera hecho perder el tiempo.

Le contesté con ironía: que probara a devolver esa joya de la “investigación histórica”, sin duda celebrada por su coro de palmeros ideológicos. Él lo había comprado porque en la primera edición de Nos vemos en Chicote (2015), en la página 192, se afirmaba que Dicenta pasó “por las manos de mi padre”, como otras personas. Le recordé que en la reedición de 2019 se repite exactamente lo mismo (en la misma página). Y que en la reciente tercera edición también (en la misma página). Es decir: una falsedad más mantenida durante una década sin rectificación, lo que denota no un simple error, sino un fraude historiográfico sostenido y con mala intención. ¿Rigor académico? Mejor llamarlo mala praxis deliberada.

El propio Ríos Carratalá ha promocionado repetidamente Perder la guerra y la historia. En su página web anunció el 6 de mayo de 2025 una presentación en la Universidad de Alicante. En dicha publicación celebraba el acto como el colofón de “muchos meses de trabajo solitario” y agradecía la presencia de amigos y colegas. Aprovechaba además para anticipar el tercer volumen de su trilogía, titulado La colmena —un alarde de originalidad—, que según él estaba en proceso de revisión antes de entregarse a la editorial. Allí mismo anunciaba, según el índice, que incluirá un capítulo sobre mi padre. Otro más. Debe de pensar que aún no ha falseado lo suficiente.

Tendremos que esperar a la publicación para comprobar si, como es previsible, no rectifica, sino que remacha y blanquea sus anteriores invenciones. No en vano, ya declaró en una entrada de su blog —que conservo— que su énfasis en la figura de Baena Tocón se debía a que “su hijo” (es decir, yo) había puesto en entredicho su “rigor académico”. Una confesión que retrata su concepto de objetividad histórica: responde a las críticas no con documentación seria, sino con más difamación.

En esa misma publicación del 6 de mayo, como en tantas otras, vuelve a alardear de los apoyos

recibidos. Dice que “los intentos de censura en democracia están abocados al fracaso si el destinatario cuenta con los debidos apoyos y se mantiene firme en su labor como catedrático”. Así justifica, una vez más, su victimismo de manual. Se presenta como perseguido por ejercer su libertad de cátedra, cuando en realidad lo que se le ha cuestionado —y judicialmente condenado— es su falta de rigor y el daño causado a personas que ya no pueden defenderse.

El 22 de mayo, volvió a presentar Perder la guerra y la historia en San Vicente del Raspeig. Allí afirmó que “el historiador debe salir de las aulas universitarias para divulgar sus trabajos y colaborar con iniciativas ciudadanas que favorezcan el conocimiento de la historia”. Nada que objetar, creo que debe ser así… si esos trabajos fueran verdaderamente rigurosos y no se prestaran al bulo, al falseamiento interesado de vidas ajenas y a la manipulación sectaria de documentos históricos.


EL CATEDRÁTICO Y SU ALUMNO: SONRISAS PARA TAPAR UN FRAUDE

En su último artículo, el profesor Juan Antonio Ríos Carratalá elogia a un alumno llamado Luis Gimeno, pero lo hace para distraer de una crí...