(A propósito de “La
«agüita amarilla» de Pablo Carbonell”)
De
la retranca generacional a la ficción “rigurosa”Varietés,
memoria personal y el historiador que se mira al espejo
1. Ficha de la entrada analizada
Autor: Juan Antonio Ríos Carratalá
Blog: Varietés y República
Fecha: miércoles, 28 de febrero de 2024
Título original: La «agüita amarilla» de Pablo Carbonell
Enlace:
https://varietesyrepublica.blogspot.com/2024/02/la-aguita-amarilla-de-pablo-carbonell.htmlContexto:
Entrada de carácter autobiográfico y ensayístico en la que el autor reflexiona sobre el envejecimiento, la nostalgia generacional y la figura de Pablo Carbonell, mezclando recuerdos personales, referencias culturales y juicios ideológicos.
2. No es una excepción: es un tipo de texto recurrente
A primera vista, podría pensarse que esta entrada no merece un análisis crítico. No contiene documentos, ni archivos, ni afirmaciones históricas explícitas. Sin embargo, precisamente por eso resulta significativa.
Textos como este abundan en el dilatado blog Varietés y República: artículos construidos a partir de añoranzas personales, recuerdos familiares, juicios generacionales y retranca ideológica, firmados por un catedrático de Literatura Española que actúa como historiador “de literatos”, aunque en muchos casos dichos textos tengan poco o nada que ver con un trabajo histórico propiamente dicho.
Lo relevante es que el propio autor reconoció en sede judicial (Cádiz, 14 de octubre de 2024) que este tipo de artículos terminan siendo traducidos en libros presentados después como investigaciones. Es decir, no estamos ante simples columnas personales: estamos ante materia prima editorial para obras que reclaman autoridad académica.
3. Autorretrato, superioridad moral y ficción confortable
Esta entrada no pretende ser una investigación, ni siquiera un análisis cultural en sentido estricto. Es, ante todo, un ejercicio de autorrepresentación.
En La «agüita amarilla» de Pablo Carbonell, Ríos Carratalá se sitúa de nuevo en el centro del relato:
como observador lúcido del paso del tiempo;
como ejemplo de envejecimiento “con decoro” frente a otros que “envejecen mal”;
como intelectual coherente, irónico y libre de dogmatismos.
Todo ello se articula mediante una escritura amable, nostálgica y cargada de ironía. Nada objetable si se mantiene en el terreno de la literatura personal y se presenta explícitamente como tal.
El problema aparece cuando ese mismo tono —la ironía, la fantasía, el juicio moral implícito— se traslada después a personas reales, con nombre y apellidos, y se presenta como “rigor investigador” o incluso como “ficción rigurosa”.
4. Cuando la fantasía sustituye a la biografía (y falla estrepitosamente)
Este texto conecta directamente con un precedente mucho más grave: la forma en que el propio Ríos Carratalá se refirió a Antonio Luis Baena Tocón.
En distintos momentos llegó a afirmar —más o menos explícitamente— que mi padre:
“permanecía calladito y escondido”;
que los “biógrafos hernandianos no dieron con su paradero”;
o que llevaba una suerte de doble vida o doble personalidad.
Hay que ser extraordinariamente fantasioso para sostener algo así.
La realidad es fácilmente verificable y completamente distinta:
Antonio Luis Baena Tocón vivió en Córdoba desde 1958 hasta su fallecimiento en 1998.
Trabajó, en parte, en el Ayuntamiento de Córdoba, "al servicio de" Julio Anguita (corrigiendo a Ríos, en servicio a la sociedad estando Julio Anguita como Alcalde de Córdoba)
Solicitó otros destinos administrativos (Sevilla y Madrid), que no obtuvo por motivos ajenos a él.
No tenía ningún motivo para esconderse.
Y, de hecho, nunca se escondió.
Durante más de cuarenta años hubo tiempo de sobra para saber de él. Su teléfono particular y dirección particular estuvieron publicados en la guía telefónica, era de fácil acceso y lo utilizaban tanto vecinos del barrio, personas desconocidas que requerían su atención, como personas perfectamente conocidas. Entre quienes le llamaban se encontraban entre estas últimas, según recuerdo directo, el propio Julio Anguita, el teniente general Gutiérrez Mellado o el economista Ramón Tamames, entre otros muchos.
Ese mismo teléfono sigue existiendo hoy (lleva más de 50 años de uso): lo conserva mi hermana, a quien el catedrático ha manifestado haber intentado localizar antes de sus publicaciones. Sin embargo, afirmó en sede judicial haberla buscado en Murcia, como podría haberlo hecho en Budapest. Una afirmación poco creíble —buscar a una persona en Murcia sabiendo que vive en Córdoba— tal y como quedó reflejado en la sesión judicial del 14 de octubre de 2024 en Cádiz. Muy poco “rigurosa” resulta aquí su investigación.
A Ríos Carratalá, por cierto, no le gustaron los comentarios de Julio Anguita sobre mi padre (tal y como manifiesta en Nos vemos en Chicote, algo que el propio autor despacha atribuyéndolo a una supuesta “doble personalidad” o “doble vida”). No estamos ante una interpretación discutible, sino ante un desconocimiento absoluto de la vida real de la persona sobre la que se escribe, adornado con imaginación literaria.
Aquí la “retranca” deja de ser simpática y deja de funcionar como recurso literario para convertirse en pura invención biográfica.
5. Del recuerdo personal a la “desmemoria progresista”
La escena se vuelve todavía más inquietante cuando quien escribe se permite explicar lo vivido por otros desde una posición de superioridad académica. Como resumía irónicamente una reacción personal:
“Este señor nos va a contar lo que mi familia vivió en la guerra y posguerra inmediata (como mi abuela paterna, tíos paternos…) y otros hasta el final de sus días (mi madre especialmente, tíos, hermanos, primos y yo mismo ) vivimos en primerísima persona; por ejemplo, cuando mi padre solicitó destino en Madrid y aquello me afectaba y viví muy directamente..., con su ‘rigor investigador’, reescribiendo la vida de toda una familia. ¡Manda narices!”
El
resultado es paradójico:
una memoria histórica convertida en
desmemoria
progresista,
celebrada y aplaudida
por colegas y amigos ideológicos, mientras se ignora —o se
deforma— la experiencia real de quienes sí estuvieron allí.
6. El problema de fondo: cuando el estilo suplanta al método
Esta entrada, en apariencia inofensiva, ilustra a la perfección el problema central del blog Varietés y República: la sustitución del método histórico por el estilo personal.
La nostalgia, la ironía y la memoria subjetiva no son defectos en sí mismos. Pero cuando se utilizan para:
rellenar lagunas documentales;
justificar afirmaciones no probadas;
o reescribir la vida de terceros,
entonces el rigor investigador se desploma y queda reducido a una pose retórica.
7. Conclusión
La «agüita amarilla» de Pablo Carbonell puede leerse como un texto entrañable si se acepta como lo que es: un ejercicio de nostalgia generacional.
Pero cobra un sentido muy distinto cuando se inserta en una práctica reconocida de convertir este tipo de escritos en libros de supuesta investigación histórica.
Ahí deja de ser inofensiva y pasa a ser reveladora: no de una trayectoria historiográfica sólida, sino de un modo de escribir en el que la imaginación, la ironía y la autocomplacencia ocupan el lugar que debería corresponder al método, a los documentos y, sobre todo, a la verdad histórica.





